¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¿Mal, pero acostumbrado, como el título de tapa de este suplemento? No, no me diga eso, lector, que hace 30 años que nos conocemos, y hemos hecho un largo camino juntos. Podríamos decir que estamos, o deberíamos estar, en la etapa del merecido disfrute, de cierta cosecha, y no, como díría Inodoro Pereyra: “mal pero acostumbrado”.

De verdad, lector, desde una perspectiva personal, o nacional, o social, incluso mundial, nos podría ir bien. Después de todo. Sobrevivimos a tanto, lector,  que si nos acordamos de todo, quizás no podamos sobrevivir al recuerdo. Por eso tanta  gente elige olvidar. 

Y así se olvida de la esclavitud, de las persecuciones, la represión, las negaciones, la agresión, la explotación. Y entonces, como decía una publicidad hace pocos años “si la inflamación no se va, el dolor, vuelve”, o como cantaba Silvina Garré  “Cuando no recordamos lo que nos pasa, nos vuelven a pasar las mismas cosas”, o más científicamente decía Freud “lo reprimido, vuelve”.

Pero el problema, lector, no parece ser aquí el retorno de lo reprimido, sino el retorno de los represores.

Diríamos que hay cosas que no deberían pasar nunca más. Pero si pasan, no deben quedar impunes. Pero si quedan impunes, no deberían quedar banalizadas.

También las fuerzas de seguridad tienen su propia neurosis. Por ejemplo, el pasado viernes 1, la policía se debatía entre participar del reclamo popular, o reprimirlo tal como se les ordenó. Entonces hicieron “la gran Bananas”, ¿se acuerda lector, de esa película de Woody Allen, allá por el 70? La cosa era así, un avión del ejercito norteamericano se dirigía, lleno de soldados  hacia un país de Centroamérica, donde un grupo guerrillero intentaba una revolución. Entonces un soldado le pregunta a su jefe: “¿para quien vamos a pelear, para el gobierno o para los rebeldes?”. A lo que responde el jefe: “mitad para el gobierno, mitad para los rebeldes… esta vez la CIA no quiere perder”

¡Qué ingenuidad!

Pasaron 47 años, y esta vez la policía, quizás para no perder su fuente de trabajo en medio de tanto sinceramiento, “calentó” una marcha de protesta que estaba terminando en total tranquilidad, y una vez que el clima se caldeó lo suficiente, reprimió, aunque no a sus propios agentes, la locura no llega a tanto, sino a desprevenidos concurrentes (algunos era turista, otro salía de su oficina, otro participaba de la manifestación), y antes de que Mauricio pueda decir “esta te la debo” ya había más de 30 personas gozando de un fin de semana a cargo del estado en una habitación con vista al comisario

Mientras los jóvenes detenidos se alojaban, las fuerzas de la ley, no podían descansar: tenían la ingrata misión de obtener algún tipo de causa, motivo, razón o circunstancia que demostrara lo legitimo de la detencíón, aunque todo se tratase de un delirio grado 10 en la escala Lilita.

Mientras tanto una parte de la población intenta deglutir esa teoría “no apta para el consumo humano”, según la cual un comando kurdiraníjudeokollavenezohuelchearaukirchnerista  estaría intentando tomar Panamá, para  quedarse con todo el dinero negro que los gobernantes y sus familiares y amigos jamás depositaron allí. 

¡Pobre Patri, no tuvo suerte!, le faltó el agente Dale Cooper, el de Twin Peaks, que justo está ocupado en la nueva temporada de la serie. Seguro que sin contaba con él, en un capitulo resolvía todo. Pero en cambio, tuvo que contar con nuestros humildes  gendarmes, no muy idóneos a la hora de tener que autoinvestigarse hasta las últimas consecuencias.  Y miren que el gobierno fue muy claro: “¡Investiguen, investiguen, que algo queda!”.

Pero no les quiere echar la culpa a los gendarmes, quizás porque finalmente en estos casos, la culpa no es del chancho sino de quien le da las órdenes. Aunque el chancho también podría abstenerse cuando las órdenes que le dan son un poquito aberrantes, ¿no?

Lo cierto es que con este caso, la Argentina volvió al mundo, no está mas aislada. En muchos medios se habla de nosotros, y en otros, se rien directamente. “De” nosotros y no “con nosotros”.

La Argentina vuelve a demostrar como, a nivel de derechos humanos, puede pasar de cometer los hechos más atroces, a tener una política de Estado ejemplar que juzgue y condene esos hechos, a una actitud negacionista y cuasi reivindicatoria  de los actos nefastos, una que saque, “lo peor de nosotros” y nos haga pensar “algo habrán hecho”.

O mandar nuestra única neurona a mas de 500 kilometros de nosotros mismos, a la ahora de votar, y entonces, desesperados, nos encaminamos al cuarto oscuro rogando que otro órgano venga y nos auxilie  en nuestra angustia electoral, cosa que el tujes, siempre diligente, asume y vota con su mejor buena voluntad, pero con la misma displicencia con la que suele cumplir la tarea para la que la biología lo ha designado

Y después dicen “Yo no lo voté, fue mi tujes”, pero como diría Brecht,   “ya es tarde”.

Si usted cree, lector, que este mecanismo es patrimonio nacional, está usted tan equivocado como el mundo que describe Fontanarrosa en uno de sus maravillosos cuentos. Los prejuicios, los errores, las creencias, son importadas.

Y la mitad, olvida. Y si la otra mitad reclama, los primeros le espetan: “Shhh, no hagan ruido, que estamos olvidando cosas importantes, y eso demanda un gran esfuerzo de atención”.

Y los gobiernos suelen apostar a favor de los olvidadizos, porque parece mas fácil conseguir sus votos. Y que además, luego lo olviden. Y los vuelvan a votar.

De este mundo que no fue no será una porquería, pero se esfuerza bastante en parecerlo, trata este suplemento

Hasta la semana que viene, lector.

@humoristarudy