El estadio de básquet de Boca está casi en penumbras y, en un rinconcito perdido de la platea, Fernando Gago, a los 31 años, habla con la tranquilidad de saberse íntimo, sin la lupa de observadores ajenos, oportunistas de selfie o periodistas de ocasión. En la hora de charla a solas con Enganche, lo único que miente es su rostro baby face por el que parece no haber envejecido, pero que en realidad oculta a un hombre maduro, al que algunas experiencias de la cancha y de la vida lo marcaron a fuego. Este exquisito volante parece haber vivido diez años en tan sólo un par de meses, desde septiembre del 2015 a abril del 2016, cuando se rompió el tendón de Aquiles dos veces, ambas frente a River. Fernando juntó los pedazos de alma que dejó regados en cada una de las lesiones y, aún a punto de largar todo, se reconstruyó en base a su exigencia. A continuación, la crónica de un inconformista que aprendió a disfrutar. Su sinceridad, claro, es todo un placer.

-¿Cómo es redescubrirte como jugador después de dos lesiones graves y de todo lo que te pasó?

-Es difícil, porque todo ese proceso de la lesión me fue cambiando y me fui dando cuenta de muchas cosas. Cosas que eran menores y se volvieron importantes y detalles mínimos, que antes no los miraba porque estaba un poco cegado por la profesión, y tal vez hoy sí los veo. También me encuentro mejor en la madurez, porque ya tengo más de 30 años y porque fui aprendiendo a vivir. Fui padre. Crecí. Y todo te va ordenando. Siempre digo que el jugador tiene que acomodarse afuera para dar lo mejor adentro Alguien desordenado no puede ofrecer lo mejor de sí mismo.

-Además, es un camino largo el llegar a ser futbolista...

-Seguro. Es que la gente no se da cuenta de todo lo que se hace antes de llegar a Primera. Yo arranqué a los 4 años en el baby y después tuve años de viajes y viajes en colectivo, de una hora, una hora y media, dos horas... Y no lo hacía, tal vez como se piensa hoy, por un negocio, en el que las familias quieren que el pibe tenga un contrato a los 6 años. El error del fútbol es pensar antes en el negocio que en el propio fútbol, que encima a la larga se vuelve un buen negocio igual. Y, más allá de llegar, el tema siempre es mantenerse, porque hay un montón de futbolistas que tienen un par de partidos buenos y después no saben aprovechar eso. Hoy miro hacia mi infancia y veo los valores que recibí y los pongo en el lugar correcto. El cómo llegás es tan importante como lograrlo.

-Marcelo Bielsa dice que el fútbol se parece cada día menos al aficionado y cada vez más al negocio...

-Y no solamente el fútbol, también la sociedad. Vivimos en un país complicado y muy futbolero. A veces parece que si un equipo no gana es la muerte y creo que eso debería cambiar. Son situaciones que están instaladas y que nos quitan disfrute. Obviamente que para todos es un trabajo, pero a veces hay que tratar de que no valga todo lo mismo. Pasa con los más chicos, a los que ni un padre, ni una madre, ni nadie debiera ponerles la presión de ganar un partido, ni decirles nada si no lo consiguen. Eso es lo que más bronca me da, porque hacen que los chicos pierdan el deseo de soñar con jugar a la pelota. Los terminan complicando.

prensa CABJ

 

-¿Existe el “se juega como se vive”?

-Sí, porque si vos tenés una vida ordenada, eso te ayuda mucho a la hora de entrar a la cancha. Todo repercute, más sabiendo el grado de exposición que tiene un futbolista hoy en día.

-¿Viste muchos cracks que se quedaron en el camino por no tener una vida ordenada?

-Montones. Vi muchos. En inferiores y también en Primera. Jugadores profesionales que uno imaginaba que iban a tener otro desarrollo, pero que, al final, terminan impulsando una carrera con ráfagas de seis meses o un par de partidos buenos.

-¿Cuánto te distrae todo lo que rodea al fútbol?

-Es que el fútbol te pone en el lugar de ser el sostén de tu familia a los 20 años y no es fácil. Es un poco injusto y, aunque el sueño de la gran mayoría de los jugadores sea ayudar a la mamá y al papá, es complicado que un pibe de 20 años que recién empieza esté ganando más que el padre o que la madre. Son situaciones muy difíciles de manejar para la cabeza.

-¿En qué momento te sentiste realizado como futbolista?

-Obviamente que el debut fue importante, porque lo vieron mi mamá y mi papá y fue un sueño cumplido. Pero el momento con el que más me quedo, por toda una situación que me tocó vivir, fue haber salido campeón en el primer campeonato con Boca. Tengo el recuerdo de la última foto con mi papá (falleció en el 2006) en ese momento. Es algo que me va a quedar para siempre.

-Esos son los lugares en los que el fútbol se convierte en mucho más que un juego...

-Seguro. Yo tuve la suerte de que mi viejo no me presionó para que fuera futbolista. Es más, cuando se me ocurrió que quería dejar el colegio para seguir con el fútbol, mi viejo me dijo que no. Ahí me marcó el camino sobre a dónde tenía que ir. Uno a los 14 años no sabe nada y quiere tomar esas decisiones. Hoy me veo a la distancia y estoy convencido de que el estudio es más importante que jugar al fútbol. Son valores que te quedan para siempre y por eso pude disfrutar de mi camino hacia la Primera. Después fui consiguiendo algunas cosas que quería, como comprarle la primera casa a mis viejos sin siquiera yo tener auto. Le doy mucho valor a todo aquello.

-¿Y si hoy viene tu hijo y te dice que quiere dejar el colegio por el fútbol?

-Tiene que estudiar. Sí o sí. No hay negociación posible. Que sea lo que quiera, pero que estudie. Si quiere ser jugador de fútbol o si se le da por jugar al tenis, porque la ve a la madre, fenómeno, pero la escuela no se negocia. Tengo un estilo de vida y una manera de pensar que quiero transmitirle a mis hijos.

-¿Ser padre te cambió mucho?

-Sí, muchísimo. Empecé a darle más valor al mínimo detalle. Por ahí antes perdía un partido y no quería hablar con nadie. Hoy, viene el nene y, aunque haya perdido, me dice “hola, papi” y cambia todo, se termina ahí. Me agarró en una edad buena y fue ahí que entendí el significado de muchas cosas, como una sonrisa, un saludo o un gesto. Ser padre me hizo muy bien.

-¿Sufriste mucho con la última lesión?

-Fue terrible. Mi peor momento como profesional.

-¿A qué nivel?

-A nivel de dejar todo.

-¿Estaba la decisión tomada?

-No, tomada definitivamente no, porque lo hubiera dejado al instante, pero estuvo pensada. Muy pensada. Estuve dos meses pensando que me retiraba del fútbol. En mi interior, diría, en algún momento estaba tomada la decisión.

-¿Por qué tema pasaba esa decisión?

-Era difícil encarar otra vez una recuperación, volver a entrenarme, a rehabilitarme, a estar pendiente 24 horas del tendón. El hielo, el gimnasio, todo. La verdad es que me agarró a los 30 años, con carrera por delante, pero con otra realidad. Pensaba en volver a caminar y en el día de mañana poder jugar a la pelota con mi hijo o poder andar en bicicleta con él. Son muchas cosas que pasaron por mi cabeza en ese momento y que me hicieron pensar en dejar el fútbol.

-¿Lloraste por la lesión?

-Sí, mucho. Lloré mucho por esos días. Venía bien, me sentía bien, estaba pleno y me pasa lo que me pasa. Es un golpe para la cabeza que te mueve todo.

-El gran nivel desde tu vuelta, ¿está relacionado con que sufriste demasiado para poder regresar a la cancha?

-Nunca lo pensé así. Creo que cuando me enfoqué en volver, siempre tuve en mente el darle un ejemplo a mis hijos. Eso y un intento por superarme. Me decía a mí mismo que algo así no me podía sacar de la cancha. Quería volver a jugar un partido. Uno, eh, porque tal vez pisaba el pasto y no me sentía cómodo y a otra cosa. Volví preparado para dar un paso al costado si no estaba a la altura, porque soy así de autoexigente desde los 18 años. Es más, en los primeros partidos que jugué en la Reserva no me sentí del todo bien. Me faltaba ritmo y tenía miedo. Hoy miro las imágenes y me doy cuenta que no estaba suelto. Pero pude imponerme y para mí fue como cerrar el círculo de mi capítulo más negativo. Fue fuerte, pero así saqué adelante lo que me había pasado.

-¿El calvario de la lesión agrandó tu disfrute actual?

-Sí. En cada cosa. Todo el día. Me cambió muchísimo. Me cambió en los partidos, en los entrenamientos y en el día a día. Obviamente que sigo con la obsesión de ganar, que la tengo desde que arranqué en esto, pero hoy disfruto más. Mucho más.

-¿Una lesión así, con todo lo que contás, te hace pensar más en el día a día o todavía te permitís el largo plazo?

-No, para adelante no veo nada. Siempre miré para adelante, porque es lógico en la carrera de un futbolista. Pero ahora dejé de hacerlo. No miro más para adelante. No pienso en el año que viene ni en lo que vendrá. Trato de vivir el día a día, de disfrutar cada minuto, cada partido.

-¿Cómo manejás el tema de la exposición?

-Es una de las cosas que se me critica. Soy muy reservado, muy tímido. Trato de hacer lo que siento, aunque a veces quede mal. Si salgo con mi hijo, salgo con mi hijo. Obviamente que es entendible que la gente te pida una foto y está bien, pero la prioridad la tiene mi familia. Me ha pasado de sentirme incómodo en muchas situaciones, porque no sé cómo reaccionar. No me gusta la exposición. Es normal en mi trabajo, pero no va con mi forma de ser.

-Lisandro López contaba hace poco que le resultaba difícil lidiar con la gente que le decía “te amo”, porque no se explicaba cómo alguien podía amar al tipo que hace un gol y que eso no le parecía lógico...

-Es que a mí me va a resultar raro siempre, porque tal vez uno está comiendo con la familia o resolviendo algo importante o simplemente te agarra en un mal día y tenés que estar con una sonrisa igual para que no digan que sos antipático. Y no creo que toda la gente ande con una sonrisa todo el día. Entiendo que estamos expuestos y trato de lidiar con eso, pero trato de evitar todo lo que trae la exposición. No soy de hacer amigos nuevos. Tengo a los de toda la vida y no los cambio por nada.

 

-¿Ser jugador te obliga a tener un personaje armado para responder o para la vida pública?

-Yo lo evito completamente. Soy así y si te gusta bien y si no te gusta, a otra cosa. Entiendo este mundo y entiendo el juego, pero hay cosas que no me gustan y me manejo igual para lo bueno o para lo malo.

-¿Qué te emociona del fútbol todavía?

-A mí me gusta el juego, jugar al fútbol, jugar a la pelota. Eso lo sigo viviendo como lo más lindo de todo. Si hice un partido bueno, me encanta ver qué hice para que ese partido sea bueno.

-¿Volvés a mirar tus partidos?

-Sí, dos veces, por lo menos. Miro el personal y también el grupal. Hay veces que no me puedo dormir después de los partidos y ya lo veo ahí. Si esa noche estoy cansado, lo hago al otro día, que en general lo tenemos libre.

-¿Hay algún partido que no hayas vuelto a ver?

-Sí, la final del mundo con la selección.

-¿Nunca la vas a volver a ver?

-Jamás. Fue un momento que sufrimos muchísimo. La gente y los jugadores. Ver ese vestuario ese día, como estaba, es algo que me va a quedar en la cabeza para siempre. Estuvimos ahí de hacer historia. Muy cerca. Hay que darle valor a haber llegado a esa final, también. Pero la bronca va a quedar siempre. Es una espina clavada.

-Viste ese vestuario y conocés a los muchachos. ¿Qué te pasa cuando ves a alguien decir que no les importa, que les da lo mismo?

-Del fútbol se vive demasiado, pero se sabe poco. No tienen ni idea lo que sentimos al perder un partido importante. No tengas duda que los que más sufren son los jugadores.

-¿Cómo te llevás con el grado de maldad de algunas críticas en el periodismo de hoy?

-No me llevo, porque no miro nada. Nada. La que sufre es mi mamá, que escucha todo y le duele.

-¿Qué pensás que vas a hacer después de que dejes de ser jugador profesional?

-Jugar con amigos, no creo. No creo que el tendón me deje jugar al baby y mis amigos juegan ahí, al fútbol de salón. Me van a mandar al arco (se ríe). Voy a seguir ligado al fútbol. Me gusta el lugar de entrenador, pero me llama la atención mucho el lugar de mánager. Creo que hay que profesionalizar esas áreas del deporte. Me voy a tomar el tiempo para aprender y ahí veré. No puedo pensar que por el lugar que ocupo ya estoy capacitado para una posición así.

-¿Te va a costar?

-No, yo lo tengo claro hace muchos años que esto se termina. El celular no va a sonar más y van a estar los mismos de siempre. Hace un año lo venía pensando, como te dije antes. Lo único, para ver qué haré, me tendré que formar, sí o sí.

-¿Y hacés algo hoy por eso?

-Sí. Me encanta leer a diferentes entrenadores, ver entrenamientos y ver partidos. Pero no solamente en el fútbol. Me encanta ver la planificación de las empresas, por ejemplo. Si un amigo tiene una empresa, le pido que me deje aprender de eso, que me cuente cómo la maneja. Son cosas que me hacen crecer. Tal vez termine comiendo asado en mi casa, eh, pero creo que toda formación es necesaria.

-Se te ve maduro. ¿Qué le diría el Fernando Gago de hoy a aquel de 18 años que debutaba en la Primera de Boca?

-¿Por qué no disfrutaste? Eso le diría. ¿Por qué no disfrutaste de las simples cosas?

-¿No disfrutaste?

-No. Sin dudas. Me pasó constantemente. Tendría que haber disfrutado más de todo esto.

-¿Fue autoexigencia?

-Demasiada. Debí haber disfrutado más de los lugares en los que estuve. Hoy lo hago. 

Carlos Sarraf