Belén Casetta tiene una sed bárbara, una de esas que no se sacian con triunfos ni nada por el estilo. Lo que necesita en este momento es un poco de agua fresca después de tanto correr por la pista de atletismo de Pinamar. Pero el agua, pucha, no aparece. Y la saliva se gasta. Y la boca se seca. Y este cronista no puede arrancar su nota. Entonces, un auxiliar del Polideportivo Municipal sale disparado a buscar un refrigerio. Y diez, quince minutos después, vuelve, con una botellita de agua, con una botellita de agua tibia... Lapidario. No se enoja Casetta, que sabe que esto forma parte de las reglas del juego del deporte en Argentina. No hay bebidas energéticas mágicas ni abundancias en las que navegar. Sólo un poquito de agua tibia y una anécdota risueña dentro de un deporte madre, que tiene que competir contra el fútbol, el rugby, el hockey y tantos más, para poder seguir subsistiendo en el alto nivel.

Se escribe de Casetta porque es la atleta del momento de Argentina. Esta marplatense, de 23 años, luego de haber hecho su pretemporada a fines del año pasado en Pinamar, hizo historia en el Mundial de Atletismo de Londres. Logró lo que nunca había logrado ninguna otra argentina en más de cien años: llegar a una final de atletismo de pista en un Mundial. Para ello, batió dos veces el récord argentino y rompió la marca sudamericana. Entonces, su camino vale, porque aunque está en lo más alto, no vive del deporte. Durante 2016, cobró una beca de 6 mil pesos del ENARD (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo). La beca olímpica, más onerosa, le había durado apenas tres meses. En Argentina, el costo de la canasta básica, según el Índice Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), es de 14 mil pesos. No hace falta sacar más cuentas.

Es espinoso el camino de un atleta. ¿Por qué escasean los que se vuelcan a esta actividad? ¿Faltan formadores o falta materia prima? ¿Escasean los incentivos para practicar atletismo o se trata de una indiferencia cultural? Los deportes de conjunto han arrasado con los individuales. Para el marplatense Leonardo Malgor, entrenador de los mejores corredores del país (Casetta, Mastromarino y Peralta), es un desafío particular: “Crear un atleta en la Argentina es algo artesanal; agarrás un pibe de 16 años y no tenés kinesiólogo, nutricionista, laboratorio, ni psicólogo deportivo. Muchas veces, los padres no acompañan. Así que el entrenador termina siendo un poco de todo. Hasta el prestamista, ja. No hago cuentas de lo que presté. Porque los atletas me lo devolvieron todo con rendimientos en la pista”, dice Malgor, sentado en un silloncito de su departamento en Mar del Plata, pero vestido íntegramente con la indumentaria de los Estados Unidos.

Claro, a Malgor lo auspicia Nike y la indumentaria que le dan, él la administra de una forma original: no la vende, ni la regala. Guarda los pares de zapatillas hasta que sus corredores amateurs necesitan financiamiento. Ahí es cuando organiza un sorteo y la rifa sirve para pagar los viajes. Cualquier estrategia es válida para llevar a sus atletas a competir. “En el atletismo la clave es viajar para mantenerte motivado compitiendo. Es un deporte duro, solitario. Mis corredores entrenan 7 días, corren 220 kilómetros por semana. Yo no les cobro un mango a mis atletas, porque esto es el alto rendimiento, pero creo que las nuevas generaciones de atletas tendrían que cobrar porque sino el atletismo termina siendo un hobby”, expresa Malgor, que percibe una beca para entrenadores del ENARD. Igual, abre un nuevo debate. Pagar para valorar el trabajo y el tiempo invertido por el formador. Algo que muchos no ven mal.

“En Argentina los atletas tienen que sortear obstáculos todos los días. Tal vez eso los haga mejores”, es la frase de ocasión que se utiliza para exaltar las virtudes y el corazón de nuestros atletas. Un entrenador de alto nivel, que prefiere preservar su nombre, asegura “que lo que no te mata, te fortalece”. Y le hace llegar a Enganche, las fotos de la deteriorada pista de entrenamiento de Cachi, Salta. Allí es donde los mejores corredores de todo el país hacen su pretemporada, aprovechando las ventajas físicas y psicológicas que brinda el estar allí: los 2.531 metros de altura sobre el nivel del mar para aumentar el número de hematocritos y la “desconexión” mental con el mundo ya que ni llega la señal del celular. Y también se pregunta: ¿cómo es posible que no se haya planificado la construcción de una pista indoor (bajo techo) en el país, siendo de que aquí tenemos unos de los climas más duros de Latinoamérica? Corremos todos los días con temperaturas frías y húmedas y con vientos y lluvias.

Trazos de una realidad que lejos está de ser la de una potencia mundial en otros órdenes. “Es una buena pregunta, de difícil elaboración... ¿Un país con varios déficits le tiene que hacer caso a las quejas de los deportistas? La respuesta es: si ese país está atendiendo otros déficits, tal vez (el deporte) lo tenga que dejar para más adelante. Si no los está atendiendo, es un tema. Eso sí, cuando llegás al alto nivel están todos, pero en el camino no hay nadie. Estás vos con el entrenador y la pista con pozos. El periodismo se nutre de los resultados. Los sponsors y los políticos, también”, explica Osvaldo Arsenio, ex director técnico nacional de la Secretaria de Deporte y uno de los máximos referentes en el mundo de la natación de nuestro país.

Arsenio es autor del libro ¿Cómo se forma un atleta? (Capital Intelectual, 2008). Está convencido que lo que vemos hoy en el deporte tiene un correlato en el pasado: “En Estados Unidos e Inglaterra las universidades fueron pensadas para que el deporte sea parte del complejo cultural que es formar a un individuo para la sociedad. Nosotros (en cambio) heredamos lo hispánico y no lo anglosajón. Tenemos temor por el cuerpo. Eso viene de una doctrina medieval de la Inquisición, con una clara diferenciación entre el cuerpo y el espíritu. El cuerpo ni se podría mostrar. Por eso, las escuelas públicas fueron hechas sin lugar para practicar el deporte: sólo se ven aulas y un patio, para saludar a la bandera y jugar a la bolita. A nada más”.

El tema pasa por la escuela, apuntan los especialistas. Volviendo al caso, Casetta revela que su fallecido padre, abogado, tuvo que presentar un recurso de amparo porque en el colegio la habían dejado libre por practicar deporte. Hoy estudia medicina. E hizo la pretemporada en Pinamar no porque fuera el mejor lugar para ella, sino porque necesitaba tranquilidad para preparar finales de su carrera.

Todo es cuesta arriba y más en un país donde la pelota gira más que en cualquier otro. ¿Por qué los pibes se vuelcan a los deportes con pelota? Lo respondió Carlos Siffredi, gerente técnico-deportivo del ENARD: “Uno se enamora de la vecina, no de la que vive a 15 cuadras. Esto mismo pasa en el deporte. Y con el fútbol. Es un factor decisivo la información que reciben los pibes por parte del sistema educativo y desde los medios de comunicación”.

 

El problema es la falta de formadores, apuntan algunos “Es más lucrativo ser un profe de fitness y estar en los bosques de Palermo con un grupo de amateurs, haciéndole chistes y cobrándole su mensualidad, que trabajar con atletas”, dice Arsenio. El que parece escucharlo es Guillermo Chiaraviglio, un padre que predicó con el ejemplo y le transmitió su pasión por el salto con garrocha a su hijo. “Somos un deporte barato, que ha crecido poco. Pero el problema está en los formadores: los profesores de educación física han dejado de enseñar en las escuelas del deporte base que es correr, saltar y lanzar. Tampoco hay clubes de atletismo. Ojo, en calidad hemos mejorado (Argentina fue tercera en el Sudamericano de Mayores, en Asunción), pero en masividad no”, remarca Chiaraviglio, orgulloso de su hijo: el año pasado saltó por las nubes y llegó a una final olímpica en Río.

Gustavo Osorio, quien fuera profesor de educación física de Braian Toledo, el lanzador de jabalina más espectacular que haya parido la Argentina (décimo en Río 2016 y finalista en el Mundial de Beijing 2015), explica que es clave detectar talentos en los colegios. Así descubrió a Toledo. Fue en la escuela 15 de Marcos Paz. “El tema es que no existen programas dónde puedas ver escuelas de desarrollo. El ENARD llegó recién en el 2011 para apoyar a Toledo. Ayuda a atletas ya consagrados”, afirma Osorio. Aún así, en la previa a los Juegos Olímpicos de la Juventud, que se realizarán en el 2018 en Buenos Aires, sí existe un programa enfocado en la detección del talento. Hay cinco atletas becados: Ailen Armada, Iara Capurro, Sergio Pandiani, Leandro Paris y Joaquín Gómez.

El caso de Osorio es paradigmático. “Braian venía de una familia muy humilde, tiraba piedras en el barrio. Vivía a media cuadra de la pista de atletismo. Hasta que un día le dijimos que venga a entrenarse. No era el mejor, había cuatro o cinco que tiraban más que él. Pero con el trabajo, se superó. Y se convirtió en lo que es. El talento es un cinco, por ciento, el elemento (la jabalina) otro cinco por ciento, y el entrenamiento un noventa por ciento”, dice Osorio, quien asegura que no les dio todo a sus propios hijos, porque se gastaba el dinero en exámenes médicos, de laboratorio, y en pares de zapatillas para su dirigidos. Pero no todo se ata con alambre. Porque la creación del ENARD, en el 2009, significó una red de contención para los atletas que antes no existía.

La administración de Javier Mc Allister, a cargo de Deportes, atraviesa una etapa con críticas por aciertos y errores. Con fama de “administrador”, producto de algunos recortes, muchos ven en el ex futbolista a un dirigente impreciso, porque habría subjecutado un tercio de su presupuesto (392 millones de pesos) en su primer año de gestión, según datos que aporta en una nota el periodista Ernesto Rodríguez III, en el sitio web Mundo Amateur. “La Subsecretaria de Deportes fue castigada con un recorte de 100 millones de pesos, ya que tiene pautados 1.211 millones para este año, con una merma del 8 por ciento”, agregó Rodríguez III. Lo cierto es que hubo cambios: Deportes ya no está más integrada a la cartera de Educación y está bajo la órbita del Ejecutivo.

 

El ENARD sigue siendo una usina necesaria: este año destinó (552) millones de pesos para becas a deportistas, un fondo que surge a partir del impuesto del 1 por ciento a la telefonía celular. Y hay resultados visibles: al Mundial de Atletismo de Londres viajó la delegación criolla más nutrida de la historia; diez atletas. Se superaron las marcas de 8 representantes de 1991 y del 2013. Lo mismo pasó en Rio 2016, año récord con 213 deportistas nacionales en los JJOO. Allí se superó el registro de Londres 1948. El medallero, también, reflejó el éxito. Tres oros (Paula Pareto, Los Leones y Santiago Lange) y una de plata (Del Potro). Para los especialistas, “el medallero es un juego periodístico, porque no se puede mirar el atletismo con los ojos de un futbolero: ‘no gana el que más medallas obtiene’”.

Uno de los que propone desterrar los sesgos futboleros en el atletismo es el entrenador Siffredi: “El medallero suele ser engañoso, Jamaica no tiene mejor deporte que nosotros, sólo son los más rápidos sobre la pista”. Dicho esto, Siffredi explica que “los programas excelentes no son los que producen un campeón aislado, sino varias generaciones de atletas de elite: el fútbol alemán, por ejemplo”. Y aclara, sin que se le indague por temas políticos porque no es su área, que “los resultados de los últimos tiempos son mejores de los que se hubieran obtenido sin el ENARD”. Mientras, los atletas, con dificultades a cuestas, siguen persiguiendo sus sueños, con el fuego de la pasión. Las preguntas que quedaron afuera son propias de un debate, tan necesario como el agua que nos da vida.