0 Central: Rodríguez (5): Ferrari (5), Leguizamón (6), Martínez (7), Parot (6): Camacho (5), Romero (6), Gil (6), Carrizo (4); Ruben (5), Zampedri (5). DT: Paolo Montero.

0 San Lorenzo: Torrico (6); Salazar (4), Rodríguez (5), Senesi (6), Díaz (6); Da Motta (5), Quignon (5), Gudiño (5), Castro (5): Merlini (5), Reniero (5). DT: Gonzalo Aguirre.

Cambios: ST Desde el inicio Zalazar (5) por Merlini (SL), 18m Botta por Castro (SL), 21m Colman por Romero (C), 27m Rivas por Carrizo (C), 33m Conechny por Gudiño (SL), 38m Herrera por Zampedri (C).

Expulsado: PT 42m Salazar (SL).

Arbitro: Patricio Loustau.

Cancha: Central.

 

Le falta mucho rodaje a Central. Por el momento, es un equipo ordenado, prolijo, que no se desarma con facilidad, pero no sabe cómo quebrar a los rivales, no tiene profundidad ni desparpajo como para dominar el juego. Por esas razones no le ganó ayer al muleto de San Lorenzo. El canaya ni siquiera supo aprovechar la ventaja de contar con un jugador más por más de 45 minutos, producto de la expulsión del ex auriazul Salazar. Como zaguero, Martínez fue la figura del equipo. Pero en la ofensiva mostró poco y nada, algunas pinceladas de Gil y nada más.

Parejo por donde se lo mire. Así comenzó el partido. Se prestaban el dominio de a ratos, pero Central y San Lorenzo optaron por ser protagonistas en la oscura tarde de Arroyito. La visita, pese a jugar con suplentes, no especuló y primereó al elenco de Montero. Lo presionó bien arriba y lo sorprendió, aunque no llegó a inquietar al Ruso Rodríguez. Pero rápidamente el canaya se despertó, empardó el juego y desplegó todo su poderío ofensivo.

Central ya no es hace rato el vertical furioso del certamen pasado, el equipo que dejó Coudet y retomó el uruguayo. Ahora es más paciente y cuando ataca lo hace en bloque. Suelta a los laterales con asiduidad y gran parte del volumen de juego depende de Gil, quien descarga casi siempre en Camacho y Carrizo, por las bandas. A Zampedri y, sobre todo, a Ruben les cuenta entrar en el circuito. Será cuestión de tiempo y trabajo. Pero es un equipo compacto y rara vez se desdibuja en el campo.

Los dos se prestaron la supremacía hasta la media hora de juego. Preocuparon al rival, pero no profundizaron, por lo que Rodríguez y Torrico no sufrieron sobresaltos. En el último cuarto de hora, sí, el partido cayó en un pozo y se tornó intrascendente. En su regreso al Gigante, Salazar se fue expulsado en la visita y Central se aprestaba a contar con, a priori, una ventaja. Sobre la hora, el canaya casi convierte mediante un par de centros que el arquero de San Lorenzo supo contrarrestar.

San Lorenzo volvió a la cancha con un delantero menos y un defensor más. Aguirre mandaba un mensaje bien claro sobre sus intenciones para el segundo tiempo. El partido estaba a merced del canaya. La clave estaba bien clara, al menos en ese inicio, apostar al tándem Camacho-Ferrari. Bajo la atenta mirada de Gil, la sociedad de la derecha se entiende y lee con precisión las oportunidades. Falta la resolución, es verdad. Y ante un visitante absolutamente replegado, la falta de profundidad era determinante.

Central no pudo sostener el ritmo y San Lorenzo se defendió sin sobresaltos. Por ende, la chatura se apoderó nuevamente del juego. Montero leyó la baja de sus dirigidos y mandó a Colman por Romero, más juego y menos fricción. Pero el equipo seguía previsible y carente de cambio de ritmo, de improvisación. Las dos líneas de cuatro del ciclón no sufrían. El técnico auriazul eligió al pibe Rivas para el desnivel. Recostado por la derecha, aportó algo de desfachatez, parte de lo que necesitaba el equipo para romper con el muro azulgrana.

Recién a los 37 minutos Central pudo quebrar la defensa visitante. Parot envió un centro y Zampedri cabeceó solo y sin marca, pero se la entregó a Torrico. Fue la mejor llegada del local a lo largo de todo el partido, un demostración de lo que fue el partido del canaya. Ni siquiera un tiempo entero con un jugador de más, los de Montero molestaron a San Lorenzo. El equipo carece de sociedades capaces de romper la monotonía del juego. Asomaron Ferrari y Camacho, pero se apagaron rápido. Zampedri y Ruben necesitan más tiempo para entenderse. Carrizo languidece y los reemplazantes aportan poco. Es pronto y, se entiende, falta trabajo.