La figura longilínea de Harry Dean Stanton atraviesa la historia del cine, desde la era de los estudios hasta mañana mismo (tiene una película por estrenarse). Pero alcanza la gloria en un momento preciso de 1984, a partir del instante en que asoma, inadecuadamente vestido, en medio del sol calcinante del desierto de Nevada, y termina teniendo, en un peep show, uno de los más desoladores diálogos post ruptura amorosa de la historia del cine. Y del siglo XX. Hablamos, claro, de Paris, Texas, la obra maestra de Wim Wenders, que a la mayor parte del público le permitió conocer, de un solo golpe, a este veterano actor secundario, convertido en leyenda automática a los 58. Claro, el tema es que se trataba del primer protagónico de este hombre delgado y de cara tristona, que a partir de ese momento se convirtió en actor de culto. Nacido en 1926 en Kentucky, Harry Dean Stanton (no hay diferencia entre el nombre real y el nombre artístico) falleció el viernes en el hospital Cedars-Sinai Medical Center, a los 91años.

En Paris, Texas, Travis (Stanton) viene de la nada. Su nombre lo señala como viajero. Su barba crecida, su traje y corbata, hablan de un desajuste, una vida fuera de la civilización. A medida que el relato avanza, su historia se reconstruye hacia atrás, con el espectador uniendo las líneas de puntos. Hasta llegar a la zona cero del relato, la escena del peep show, en la que Wenders y su guionista, Sam Shepard, juegan con un par de cartas de triunfo. Una es tener oculto hasta último momento qué papel ocupa en la vida de Travis la chica que está del otro lado del vidrio. Otra es la de haberle dado el rol de esta chica vulgar a la sublime Nastassja Kinski, aquí más sublime que nunca. El momento en que Jane (Kinski) descubre quién es ese que está del otro lado del cristal, tomada en un primer plano frontal, es uno de los más altos emotivamente del cine de las tres últimas décadas. Y el diálogo posterior, de voces que apenas tienen fuerza para emitirse, una devastación de a dos. “Estoy cansado de los papeles que estoy haciendo”, le había dicho poco tiempo atrás Stanton a Shepard, el día que se conocieron. “Quisiera hacer algo más bello y sensible”. Lo pidió, lo tuvo.

Fue recién después de París, Texas que muchos espectadores recordaron que ese mismo Harry Dean Stanton había estado en la nave de la primera Alien (1979). Tal vez los más obsesivos hayan iniciado entonces, por vía del VHS (el DVD todavía no existía) un viaje retrospectivo que puede haberlos llevado a descubrir a Stanton como presidiario en La leyenda del indomable, junto a Paul Newman (1967), la mítica Two-Lane Blacktop, de Monte Hellman (1971), Pat Garrett and Billy the Kid, como pistolero de la pandilla de Garrett (1973) o perdido en el inmenso elenco de El padrino II (1974), al estilo de ¿Dónde está Wally? Y, ya más pegadito a París, Texas, el predicador de Sangre sabia, de John Huston (1980), el “Brain” de Escape de New York (1981), los investigadores de Christine (1983) y Repo Man (1984). Después vino el Stanton post París, Texas. El de La última tentación de Cristo, donde hizo de Pablo. El de Corazón salvaje, primera de sus varias colaboraciones con David Lynch, finalmente el director que más lo tuvo por favorito. “Se fue un grande”, dijo el viernes el realizador de Terciopelo azul. “No había nadie como él. Todos lo amaban, y con razón. Era un gran actor (en realidad, más que grande) y un gran tipo. ¡Era tan bueno estar con él! ¡Realmente vamos a extrañarte!”. Después de Corazón salvaje, Stanton repitió para Lynch en Twin Peaks: El fuego camina conmigo, Una historia verdadera, Imperio y Twin Peaks: The Return, que actualmente puede verse por Netflix.

De joven Stanton estudió periodismo y radio, y siempre cantó y tocó guitarra y armónica, con inclinación por la música country. “Pude haber sido escritor”, confiesa en un documental de 2011 dedicado a él. “En un momento tuve que decidir si cantar o actuar. Cantar, canté toda mi vida. Actuar era algo que tenía que ponerme a hacer. Pero pensé que si actuaba también podía cantar.” Error de cálculo: jamás lo llamaron para hacer ambas cosas. Durante la Segunda Guerra sirvió en la Armada como cocinero, otra de sus habilidades, heredada del padre, que se dedicaba a eso. Tuvo su primera actuación en televisión en 1954 y tres años después debutó en cine, en un western, género para el que durante varias décadas compondría decenas de pistoleros anónimos. Faltaban siglos para que le permitieran hacer algo más bello y sensible.