Temporada de caza

(Argentina/EE.UU./Alemania/Francia/Qatar, 2017)

Dirección y guión: Natalia Garagiola.

Fotografía: Fernando Lockett.

Música: Juan Tobal.

Montaje: Gonzalo Tobal.

Reparto: Lautaro Bettoni, Germán Palacios, Boy Olmi, Rita Pauls, Pilar Benítez Vibart.

Distribuidora: Cinetren.

Duración: 105 minutos.

Sala: Village.

8 (ocho) puntos.

 

Se trata de una ópera prima, y tiene el pulso de un saber asimilado, virtuoso. En otras palabras, asombra el vigor de la puesta en escena que propone la realizadora Natalia Garagiola en Temporada de caza. Con el eje puesto en Nahuel, un adolescente díscolo (interpretado por el debutante Lautaro Bettoni), el film de Garagiola traza el recorrido que va de la pérdida al encuentro, de lo externo a lo interno, del dolor a su asimilación. Es un film de pasajes, o mejor: de variaciones emocionales que adhieren la tristeza en la piel, con una furia que se despliega y repliega, con los espacios visuales en sintonía anímica con el personaje.

El inicio de Temporada de caza articula una tensión creciente, entre rugbiers adolescentes que juegan y/o pegan. De manera contigua, un grupo femenino practica hockey. El ir y venir entre ambas instancias prefigura un malestar que amenaza con explotar. Como si el film fuese consciente de que un segundo más significaría algo todavía peor, la golpiza entre los chicos se detiene. Allí cuando el espectador tema algo definitivo, la espiral se toma un respiro, para luego continuar su avance de vértigo.

La espiral en la que cae Nahuel se dispara con la muerte de su madre y el consecuente abandono de Buenos Aires y su padre adoptivo, con el destino puesto en San Martín de los Andes. Allí le espera otro grupo familiar, el de su padre, junto a la sutura que supone una distancia de años. Ese padre ‑que él niega‑ de mirada taciturna, encuentra en el rostro de Germán Palacios un modelado parco y preciso: adusto, con una gorra que le calza como sombrero de cowboy.

Por su parte, Nahuel es una bomba ya explotada, todo lo que toca lo revienta. La caracterización de Bettoni es adecuada, ya que se trata de otro personaje sin sonrisas, con la ira a flor de piel, siempre capaz de tocar un límite de peligro. Hay algo similar, de hecho, en el grupo de amigos con el que entrará en contacto: las bajas temperaturas parecieran justificar la ingesta acelerada de alcohol, las letras del hip‑hop improvisan de manera brusca, la provocación es moneda corriente. Nahuel se siente a gusto, parece, con esos gestos, indaga en ellos de manera casi descontrolada.

 

La película traza un parentesco de carácter que conocerá levemente otros momentos, más íntimos.

 

Tal vez no haya asidero alguno en este mundo níveo, en donde el padre se erige de manera distante: el primer contacto entre ellos tendrá que ser necesariamente violento. Sutilmente, la película traza así un parentesco de carácter que conocerá levemente otros momentos, más íntimos. Pero el lugar desde el cual ésto se suscite será, otra vez y paradigmáticamente, la violencia. Una violencia entendida como un despliegue orgánico y reglamentado, sujeto a la portación de armas y la caza de ciervos.

Si Palacios asume, se decía, una efigie de cowboy, la construcción espacial de Temporada de caza se orienta progresivamente en esa dirección, con planos que acentúan la similitud formal con el western, hasta alcanzar momentos clásicos: la camaradería, el whisky, los caballos, las armas, las historias alrededor del fuego. Una vez allí, Nahuel comienza a sentir distinto. Es el momento en donde la acción se despuebla de mujeres. El western, idiosincráticamente, es un género masculino; pero a no olvidar: la mirada del film es (admirablemente) femenina.

Entre otros aciertos, lo notable de Temporada de caza está en que la sensibilidad que despierta no se dirige a resolver las aristas abiertas, sino a comprenderlas y, si cabe, profundizarlas. Al hacerlo, el derrotero "western" deja de lado la masculinidad estereotipada para alcanzar una comprensión más honda, pasible de suceder cuando Nahuel sea capaz de entender ambos mundos ‑Buenos Aires/la nieve, la madre/el padre, padre adoptivo/biológico‑ y busque en sí mismo una definición personal. Pero eso es algo que en el personaje recién comienza o se atisba, y que no amerita "happy ends" o torpezas similares. Así, el film de Garagiola es capaz de tomar una distancia prudente, sin golpes de efecto ni sensiblerías. Muy western, y sin embargo, tan diferente.