No me invitan a jugar en el cumple de Martita, y eso debe ser porque mi vestido es re feo, no tiene puntillas ni bordados, pero a mi mami no le gustan las puntillas, es de ricachonas, dice. Encima, siempre uso el mismo, es de lino rojo y blanco cuadrillé con un lacito en la cintura y un moño atrás. Anteayer me lo lavó a mano y me repitió otra vez que lo cuide mucho mucho. Se pone hincha cada vez que tengo un cumple. Igual yo por las dudas tengo cuidado cuando traen la torta, por lo general es siempre después de la piñata. La tía dice que el chocolate no sale fácil de la tela, queda impregnado como mancha de humedad, así que ella lo pone con jabón al sol en el patio de atrás. Después lo plancha con apresto y fantástico te queda. La navidad pasada me mandé una tremenda: ni bien trajeron esa fuente grande que estaba llena de vitel toné, me abalancé para servirme y se me cayó todo en la camisa nueva. Mami me miró fijo y me pegó un grito que no me olvido. Es que soy torpe yo, me entusiasmé demasiado cuando vi la fuente y no esperé sentadita a que me sirvieran, como me dice la abu que hay que hacer.

En la punta de la mesa había tortas de tres pisos con distintos colores. Tenían crema con chocolate y mucho merengue con dulce de leche. La decoraron con los dibus que yo no veo. Un Mickey y una Minnie de cartón gigante que brillaban de purpurina. También había unos sanguchitos con mucha mayonesa casera, de jamón, queso y huevo, yo nunca vi unos así. Había muchas gaseosas, masitas dulces y todo lo que jamás imaginé. Yo comía, ellas jugaban. A Julia la quise saludar pero ni me miró, estaba jugando al elástico muy concentrada y me parece que yo no juego bien porque me cuesta saltar tan alto. Ellas a la mesa ni se acercaron y yo esperaba que me vengan a buscar. Me miraban raro, capaz es por mi vestido que no les gusta. Detrás mío estaba la abuela de la cumpleañera, la Rosa López Alonso, toda impecable la señora con ese rodete duro y enorme en la cabeza. Ella se pone muchas pulseras doradas y unos aros gigantes. Estaba hablando con la tía de Martita y de pronto escucho que le dice: esa nena tiene problemas. ¿Yo qué problemas puedo tener? Hambre tengo, porque en casa fraccionamos todo para ser iguales.

Pero en el vestido hoy casi que no entro, porque hace unos meses que me estoy poniendo cada vez más hinchada. Toda hecha bola me estoy poniendo. Es que papi no sé dónde se fue y no viene, y a mi esa situación me tiene de mal traer, no la soporto. Hecha pelota estoy, o hecha bola, mejor dicho. Porque todo lo que me viene a la boca es una agüita de saliva, ansiedad de morfarme todo, comidita rica de mi mami que me calme. Es que parece que no sale eso del país, o de salir del país o del país que se sale. Ya no sé lo que escuché mientras lavaban las fuentes y tiraban esos papeles. Panfletos, les dicen ellos. Anoche los quemaron. Papi no está. Y la Rosa esa con dos apellidos debe ser de los que mami les dice traidores. No sabe nada. Estoy boca abajo en silencio sin decir ni mu. Porque Laurita me pusieron. Si yo soy...

Corremos el riesgo de decir y el riesgo es algo súper serio. Yo prometí a papi. Y mami dijo que ya va a venir. Así que mientras dele que dele al flancito con dulce de leche, porque el de la Abu, es lo más que hay. Aunque hay poco y mami dijo que si comía mucho, la Viqui no iba a tener. Así que restrinjo. La seño enseñó que buenos modales son respetar y restringir. Controlarse en la fila y en todas las conductas, para ser siempre derechos y humanos. ¿Qué quiere decir con eso la seño? Pero restrinjo. Igual ese cumple de la Martita tenía una mesa que no podía más.