Yo sé que las feministas no somos amigas de categorizar, generalizar, estereotipar pero vamos a hacerlo hoy porque al mal hay que tenerlo bien ubicado. Es hora, el machismo es de las pocas condiciones humanas que une a personas de arriba de abajo de izquierda y de derecha. A continuación, lo que leas va a indignarte, así que si estas sensible hoy abandoná este texto.

El chabonardo: en sus redes sociales sólo vemos cosas de fútbol, en el grupo de chat con sus amigos sólo manda porno y se ofende si nadie le comenta algo al respecto. Es posible que también mande sus propios videos sexuales a sus amigos. Ha pasado su adolescencia masturbándose en grupo, una vez incluso ayudó a un amigo en esta actividad, pero esto no le parece necesariamente homosexual. Se depila las cejas pero caga a piñas a travestis.

El compa: milita en un partido de izquierda, pero no considera a las mujeres como minoría. Con el verso de la revolución y unas frases de Galeano consigue engañar a menores para tener sexo, en su cabeza es sexo consentido, pero la nena siempre está llorando. Considera inferiores a sus compañeras de partido y para disimularlo usa la palabra “compañera” de manera excesiva. Supone que los golpeadores son hombres oprimidos por el sistema y que su mujer debe recibir los golpes con estoicismo, para que el pobre obrero se descargue.

El intelectual: cree que la misoginia es provacadora y por lo tanto revolucionaria, le da miedo no creer en Dios, pero como esto carece de perspectiva científica se toma la licencia de poética de encuadrar a la religión católica, quizás el dogma más popular de la tierra, dentro de una contracultura, por lo tanto está a favor del aborto, pero “en casos especiales”. Está casado con su mujer desde los 21 años y la odia, pero cree quedará interesante en el futuro que se diga que ella fue su musa de toda la vida, como Gabriel García Márquez o Neruda o cualquier otro de esos señores a los que tan bien les fue.

El rockero: la palabra rockero ha muerto con los noventa, pero este hombre allí existe todavía. Odia a sus propias fans y está convencido de que no ha violado a nadie y que todas las denuncias son de chicas despechadas en busca de fama. Cree que es Bob Dylan. Cambió las drogas por Jesús, no considera persona ni a su madre.

El bolichero: no comprende de que se quejan las feministas si las chicas entran gratis a los boliches hasta las dos de la mañana. Una vez entregó a su mejor amiga por plata a otros dos pibes que la violaron. En el boliche, si no le hablas te insulta y posiblemente te pegue. El patova está de su lado porque lo entiende.

El influencer: muy bueno en el manejo de redes, sabe que “se le fue la mano” con alguna chica y por eso le hace menciones a feministas en tuiter buscando resguardo. Su frase de cabecera es “¿cómo hacemos para llegarle a los hombres con el feminismo?”. Tuitea tragos vistosos, que pueden o no tener somníferos.

El egresado: tiene un diploma y la comunidad lo respeta, esto lo hace prácticamente intocable, total impunidad. Es abogado, médico o ingeniero, está casado con dos hijos. Tiene una doble vida, un departamento de la muerte y todos los contactos en los juzgados que hacen desaparecer todas sus denuncias de abuso.

El galán: Promete que va a cuidarte para siempre, te llena de halagos y te jura que es la primera vez que lo siente. No entiende para qué tenés amigas, trabajo ni para qué estudiás, de alguna manera eso de tener una vida te va a alejar de él.

Quizá te revolvió el estómago todo esto, pero nada como reírse de los monstruos para dejar de tenerles miedo.