Como les sucede a los países con éxito económico por ir a contramano del mainstream, son invisibilizados por los grandes medios y voceros del pensamiento único. Le pasa a Bolivia en nuestra región. Le pasa a Portugal en la suya. En el último trimestre computado, su economía creció casi 3 por ciento, el mayor aumento del siglo. Y se estima que así irá cerrando el año. Desde 2010, la economía portuguesa no presentaba tres trimestres seguidos con alzas mayores al promedio de la Zona Euro.

La receta la dijo estos días su ministro de Economía, Manuel Caldeira Cabra: “Nos liberamos del corsé de la austeridad y adoptamos una política moderada y responsable; devolvimos rendimientos a trabajadores y jubilados y aseguramos a los ciudadanos que no tendrían más recortes sociales. Así se recuperó la confianza de los portugueses y de los inversores”.

Portugal venía de una experiencia traumática. La crisis, o mejor dicho el saqueo del siglo de la gran banca privada, arrancó en 2008 en Estados Unidos con los bonos hipotecarios basura y se extendió a Europa, donde los que más sufrieron fueron los eslabones débiles de la Unión como Portugal. En 2011, el entonces primer ministro José Sócrates recurrió al “rescate” de la Troika, que para los bancos resultó ganancioso –aumentaron y reciclaron en diversos tramos hasta 2014 los pagos de una deuda usuraria e insostenible– y para la mayoría de los portugueses fue todo pérdida.

La Comisión Europea, brazo ejecutivo de la UE, junto con su Banco Central y el Fondo Monetario Internacional, los miembros de esa Troika que arruinó a otras experiencias que prometían desafiar al neoliberalismo europeo, como la de Grecia, ahora es muda. Antes, acusaba al actual gobierno con base en Lisboa de ser extremista. Sus adláteres lo llamaban geringonça, una palabra que el cineasta italiano Ettore Scola traduciría como feos, sucios y malos.

Si Syriza en Grecia se apartó de su impulso inicial o Podemos de España no logró llegar al gobierno, en Portugal la izquierda manda. Desde fines de 2015 hay un gabinete en minoría del Partido Socialista a cargo de António Costa, quien asumió tras un fallido gobierno de apenas 11 días del conservador Pedro Passos Coelho. Y hay un Parlamento donde el PS pacta con los comunistas y el Bloque de Izquierda (BI), todos enemigos declarados de las políticas neoliberales que bajan Bruselas, Frankfort y Washington. No son estrictamente una coalición, pero, como explicó a Cash el vicepresidente de la Asamblea Nacional, profesor de la Universidad de Coimbra y miembro del BI, José Manuel Marques Da Silva Pureza, “negocian en forma dinámica medidas para el crecimiento y la recuperación de las rentas de las clases más golpeadas, y venimos teniendo algunos éxitos, aunque nos limitan las reglas de la Zona Euro”.

Junto con expandir su PIB (que en poder de compra es el N°19 de una UE con 28 miembros), el último trimestre cerró con un aumento de la inversión del 10 por ciento. También se revirtió el déficit externo y hoy hay superávit pues las exportaciones crecen al 9 por ciento, también un récord del año, más que países como Holanda o Alemania. Se asientan en las industrias del agro, el calzado, textil y automotriz, además de turismo, todas con salarios más altos a cuando asumió el actual gobierno, que no buscó competir mejor recortando derechos. Al contrario, el salario mínimo va subiendo 25 por ciento en cuatro años (todavía no llega a 650 euros). En ese plano, por ejemplo, se nota el “límite” que trata de imponer Bruselas y refirió Da Silva Pureza: “Pese a que subimos el salario básico a un nivel todavía de subsistencia, nos presionaron diciéndonos que no era positivo. Hay un discurso único neoliberal y nosotros demostramos que nos recuperamos de la crisis, logramos estabilidad, vienen más turistas, Portugal va de a poco invirtiendo el destino de la plusvalía hacia las rentas de los trabajadores. El sistema neoliberal tiene pánico de que ese contagio fluya por Europa, el de una izquierda no sólo declamativa sino de proyectos alternativos. Pero en otros socios de la UE también van apareciendo voces contra la ruina y la agresión social del neoliberalismo”, agregó.

El gobierno portugués tomó también medidas contra la pobreza provocada por el ajuste de la Troika: se dan más días de vacaciones, bajó el IVA para algunos productos y se frenaron tanto los recortes salariales en el Estado como las privatizaciones, por ejemplo la de la  aerolínea TAP.

En cuanto al desempleo, ya está en el rango del 8 al 9 por ciento, por primera vez menos de dos dígitos en varios años y la mitad que en el pico de la crisis, con una UE donde el promedio es un punto más y países como Grecia o España tienen 22 y 17 por ciento, respectivamente. Así, la tasa interanual de desocupación en Portugal cayó 18 por ciento, la mayor baja en tres décadas. Aunque el gobierno reconoce que los empleos creados son aún precarios, Costa conserva 42 por ciento de apoyo popular, 17 puntos más que los conservadores.

Para los escépticos, un riesgo de la economía portuguesa vendría por el lado de la inflación y el boom inmobiliario, al que llaman efecto Madonna porque la diva pop, como otras figuras del jet set, compró una propiedad de 7,5 millones de euros en la bella ciudad de Sintra, la que amaba Lord Byron. Y otra luz de alerta es la deuda pública (130 por ciento del PIB), rasgo común en casi toda la UE: Italia y Grecia encabezan esa lista de deudores, Portugal va tercero. Pero se va mejorando también en ese aspecto y para sorpresa de muchos, en 2016 el déficit fiscal, que obliga a contraer esa deuda, fue 2 por ciento menos de lo que exigía Bruselas y el más bajo desde la Revolución de los Claveles que terminó con la larga dictadura salazarista en 1974.

Por ahora, el gobierno demuestra que su plan funciona, mientras el resto de Europa apenas si empieza a salir de su apatía económica y sus pueblos no se sienten muy felices con la casta de financistas y tecnócratas que los gobiernan.