Silicon Valley es el “valle del silicio”, el segundo elemento más abundante en la Tierra después del oxígeno y sobre todo materia prima para la fabricación de los circuitos y transistores que causaron la revolución de la informática desde mediados del siglo XX. Inútil buscarlo en los mapas y en la señalética de las rutas y autopistas que se cruzan al sur de la Bahía de San Francisco: Silicon Valley es más un concepto que un verdadero valle, un nombre que –aunque ya se había usado antes– se afirmó definitivamente con una serie de artículos publicados en 1971 por el periodista Don Hoefler en el periódico Electronic News. El impacto de la tecnología todavía estaba lejos de llegar a la vida cotidiana de la gente: no existían la computadora personal, las impresoras, Internet ni los celulares que hoy se llevan buena parte de los desvelos de las compañías tecnológicas y las start-ups instaladas en la región. Allí mismo donde –entre Menlo Park y San José, pero con ramificaciones que alcanzan ampliamente a la propia San Francisco– se está gestando la segunda etapa de la revolución informática que en los próximos años volverá a darle un sacudón a las costumbres ya instaladas de los usuarios de todo el mundo. 

BYTES Y MUSEOS Mountain View fue alguna vez la inspiración para Mountain Dew, una conocida gaseosa que desapareció de la Argentina hace algunos unos años aunque sigue existiendo en otros países. Sin embargo, en el lenguaje de Silicon Valley significa otra cosa: es la sede de compañías del calibre de LinkedIn, Mozilla, Symantec, Adobe y muy especialmente el tentacular gigante Google. Pero antes de adentrarse en sus sedes, esta pequeña localidad situada en el cruce las rutas 85 y 101, limítrofe con Palo Alto, merece un alto para conocer el Museo de la Historia de la Computación. Es una buena forma de descubrir que el universo que hoy nos rodea en la forma de computadoras, consolas, robots y todo tipo de hardware y software tiene raíces muy antiguas, tanto que la primera parte del museo se dedica a los “primeros 2000 años de la computación”. 

Del ábaco a la Mac, hay lugar para acercarse a todos los avances que hicieron posible la revolución informática, para sentir nostalgia al escuchar los sonidos de las máquinas clásicas y proyectarse al futuro mediante experiencias de escritura de código, que es el nuevo desafío global. Una exposición permite también explorar la historia, el impacto y la tecnología detrás de siete aplicaciones que cambiaron la realidad del software (sin olvidar los videojuegos), del mp3 al Photoshop, Wikipedia o World of Warcraft. El museo está pensado para todos los niveles de público, desde los chicos hasta los expertos, que se tentarán por igual a la hora de pasar por el museum shop, lleno de gadgets tecnológicos.

Graciela Cutuli
El famoso mito del garaje de Apple, hoy parte de una casa particular que no se visita.

EL MITO DEL GARAJE Aunque Steve Wozniak, socio inicial de Steve Jobs en la fundación de Apple, lo desmintió una y mil veces, el mito del garaje es duro de morir. El de la manzanita no es el único: también compañías como Xerox, Hewlett Packard y Dell arrastran esa leyenda, la del grupo de nerds que se juntaban en una casa familiar y prácticamente de la nada dieron vida a las compañías más valiosas del mundo de hoy. California reconoce especialmente a uno de ellos como punto inicial del Silicon Valley y Monumento Histórico: el de Addison Avenue 367, en Palo Alto, donde William Hewlett y David Packard –ambos ingenieros y compañeros en la vecina Universidad de Stanford– crearon un oscilador de audio que fue la base de la compañía que lleva su nombre. La casa es hoy una propiedad privada y no se visita, pero no hay que sorprenderse de ver los autos que paran cada tanto, llevando peregrinos tecnológicos que vienen hasta aquí para sacarse una foto. De paso, el campus de la Universidad de Stanford –una de las más prestigiosas del mundo– sí se visita, y es posible recorrerlo en un paseo a pie autoguiado (brindan mapas) o sumarse a los que organizan los estudiantes, dos veces por día. La institución alberga además dos museos, el Cantor Arts Center y la Anderson Collection.

El siguiente garaje ineludible es el de Crist Drive 2066 en Los Altos. Tampoco se visita ni se abre al público: pero como en el de Palo Alto, también aquí el desfile de visitantes es tan discreto como continuo. Porque es en este lugar, que pertenecía a la familia Jobs, donde los dos Steve fundaron –dice la leyenda- la archifamosa Apple. Los Altos también afirma que es un Monumento Histórico y aunque Wozniak insiste en reiterar, bastante inútilmente, que la Apple I no se hizo allí sino en un taller de Cupertino, es uno de los puntos clave del paseo por Silicon Valley. Que dicho sea de paso debe ser autoprogramado por cada viajero, ya que no hay indicaciones sobre los diferentes lugares: lo mejor es tomar nota de cada dirección que se desee visitar y armarse un mapa con el itinerario en Google Maps o en Waze.

OTROS GIGANTES Del garaje se pasó a la era de las start-ups y las incubadoras que tan bien satiriza la serie Silicon Valley (de culto para los geeks, es muy seguida en toda la zona del Silicon Valley, donde todos saben bien de quién se habla en realidad con cada personaje de ficción). Aunque no hace falta tener mucha imaginación para adivinar que el gigante Hooli de la serie es el Google de la vida real, que tiene su sede central –el Googleplex– en Mountain View, justamente cerca del Museo de la Computación. En realidad –inevitable con semejante tamaño de compañía– Google tiene varias sedes también en localidades vecinas, palo Alto incluida. Pero para llegar al Googleplex de Mountain View se puede entrar por el Amphitheatre Parkway y dejar el auto en el estacionamiento, para luego acercarse a pie hasta el edificio central, coronado por los gigantescos y coloridos logos de Google. Los fines de semana, son varios los visitantes que se animan a subirse a las bicicletas de Google para dar un paseo por el lugar y sacarse fotos con el muñeco verde de Android, el sistema operativo móvil creado por la compañía.

Y hablando de gigantes, Facebook tiene su cuartel general en Menlo Park (donde hasta hace un tiempo estuvo también Instagram, que ahora tiene nuevas y radiantes oficinas que lucen como “una versión 3D de la app”). Hasta hace unos años la red social tenía su sede en el Stanford Research Park de Palo Alto, pero luego se mudó al que fuera el antiguo campus de Sun Microsystems... en el sugestivo número 1 Hacker Way. Hasta allí llegan también los peregrinos tecnológicos en busca de una foto, pero lo más raro del asunto es pensar que una compañía de semejante tamaño ni siquiera haya renovado el cartel: basta dar la vuelta por detrás del pulgar levantado de Facebook para descubrir detrás el oxidado logo de Sun Microsystems.

Graciela Cutuli
El muñeco de Android, en la entrada del complejo de Google, en Mountain View.