Antihéroes: así se iba a llamar originalmente el nuevo disco de Turf, el inevitable regreso de una banda que parece tener el tiempo de su lado. 

Si diez años atrás la separación de la banda derivó en múltiples y variados proyectos como Ríspico, Sponsors, Poncho y Trasmundial que demostraban el vuelo propio de cada uno de ellos, este regreso, con Odisea (su sexto disco), los encuentra recargados, con pilas para seguir “haciéndoles cosquillas al rock”.

En “Disconocidos”, el primer tema del disco, Joaquín Levinton arranca cantando sobre estar cuidándose toda la semana, hacer “lo que mi viejo dijo” y ser “más prolijo”; sobre perder muchos amigos y terminar hablando con desconocidos: “Uno que dice ser amigo mío/ Porque me convidó un trago de vino/ Otro que me habla de la dictadura/ pero tiene la mandíbula dura/ Otro que dice tener mucha guita/ y me manguea cuatro moneditas”. Apenas pasó un minuto cuando llega al estribillo en el que acepta que “en la oscuridad somos todos iguales/ pero a la luz del sol somos impresentables”. La entrada es gratis, pero la salida también en un disco que habla de irse, de no poder ni querer cambiar y de escaparse antes de que lleguen las 12, después de comerse el postre y saludar a toda la familia. 

Mientras los Turf (Levinton, Caloia, Lopatín, Ottavianelli y Tapia) degustan unas papas fritas y unas cervezas al sol en la vereda de un bar de Belgrano R, queda claro que hacerles una entrevista en conjunto puede resultar muy divertido, pero también bastante caótico: nunca se sabe cuándo hablan en serio y sus reacciones resultan sorprendentes: justamente en “Disconocidos”, la letra más adelante habla sin eufemismos sobre un tópico sobre el que el rock nacional inventó muchas (demasiadas) metáforas: “Pusimos plata para una vaquita/ para comprarle a Chiche una bolsita”; pero cuando se les pregunta por ese verso de Levinton los Turf se ponen serios, hacen una reverencia y señalan el cielo en silencio. “Que en paz descanse. Ese es el tipo de cosas que te decía que genera Turf: Chiche se murió sin llegar a escuchar el disco”, dice Lopatín con inesperada solemnidad. Levinton agrega: “Acá creo se suma un ritmo nuevo, que es casi hip hopero, aunque capaz que es más un funk o un disco-punk a lo Ian Dury. Creo que está bueno poder reírse de sí mismo. Pero ojo porque después, al final, cuando dice: ‘Ya mostrate sin tu disfraz a mí’ el tema exige o pide la complicidad de la otra persona, no se queda con los fantasmas o los walking dead de la noche, si no que te pide un poco más. A nosotros no nos interesa hacer apología de nada, Turf siempre fue un grupo apolítico que nunca hizo apología de nada. Capaz que en este tema tiene alguna bajada de línea (la alusión, políticamente incorrectísima, en “Quién voto a Scioli quién votó a la Gorda” resulta evidente), pero es más bien descriptivo”.

Por otra parte, quien los haya visto en vivo en esta nueva etapa sabe que los shows de la banda son quizás más impresionantes que antes: divertidos, ajustados y explosivos, Turf parece ser incluso inmune a sus propios excesos y tiene hits para tirar al techo.

Lopatín: “¿Cómo hacemos para cuidarnos? No sé, pero la verdad es que no nos costó mucho poner la máquina en marcha. Tenemos horas y horas de sala de ensayo, de una época en la que el rock posta que no estaba de moda ni era tan mainstream como ahora. Cuando tener un sponsor estaba mal visto, o cuando las bandas no querían tocar sus hits. Ahora todo eso cambió”.

Caloia dice: “Creo que la clave es estar ocupado con proyectos y mantenerte entusiasmado: si estás al pedo es fácil derrapar. Ahora nos lo pensamos bien, vemos que un montón de gente pagó la entrada y sabemos que nos tenemos que cuidar”. Y sigue Lopatín: “La verdad es que hace diez años, en toda la última época éramos un despelote. Y todo nos molestaba. Ahora estamos mucho más centrados y más tranquilos y respetamos más los espacios y los tiempos de cada uno. Y estamos todos bien, no se nos cayeron ni los dientes ni el pelo”, se ríe. 

Tapia analiza: “Tuvimos que retomar la relación, hablamos cosas de convivencia básicas y capaz también algunas cosas que teníamos que hablar cada uno. En ese momento fue muy duro separarnos, aunque ahora al verlo con más distancia nos damos cuenta de que era necesario. Las rupturas de las bandas de rock en general son de manual, y nosotros no escapamos mucho a ese modelo. La banda también fue muy sincera porque también podríamos haber seguido”. Durante esa década, Tapia le dedicó sus servicios como bajista a Juana La Loca, banda en la que también empezó tocando justamente Joaquín Levinton. Según cuenta la leyenda, Levinton se fue de Juana, paradigma de la movida sónica en donde incluso grabó en Revolución en 1995, porque no le permitían tocar un cover de “Enlace” de Los Ratones Paranoicos. 

Aunque en algunas de las notas que dio Levinton admitió haber tenido que pedir algunas disculpas para volver a retomar el proyecto, el clima entre los Turf resulta hilarante y relajado. “¿Qué tuvimos que hablar? Esas cosas son muy internas del grupo”, dice Levinton. “Lo que sí es que tenemos que aprender a no repetir errores y manejar las distancias. Es medio rara esta parte de la nota”, se queja, visiblemente aburrido.

Antihéroes en viaje

Ottavianelli (tecladista de la banda, que formó junto a Fernando Caloia el grupo Ríspico, del que sumaron “Contacto”, un temazo de su segundo disco) insiste con la idea de los Turf como ‘antihéroes’: “Cuando nos juntamos y resolvimos algunas cosas que teníamos que resolver nos dimos cuenta de que del 95 hasta ahora nos pasaron un montón de cosas, buenas, malas, pero siempre estuvimos juntos, ensayando, grabando o de gira. Y realmente fue muy intenso, y esa ‘odisea’ sigue aún ahora, porque somos muy antihéroes. El disco originalmente se iba a llamar así porque siempre nos pasan cosas muy Spinal Tap, cosas que no podemos creer, como por ejemplo el otro día que presentamos el disco para la prensa y justo era el día de la marcha de Santiago Maldonado así que nadie podía ir: ¡ni siquiera podías ir en taxi! Como esas tenemos un montón, realmente fue una odisea estos años”, comenta y empieza a enumerar otras odiseas afines: Odissey and Oracle de The Zombies, Space Oddity de David Bowie y... ¿Odisea Burbujas? Mientras sus compañeros se ríen a carcajadas Levinton levanta el guante: “Como muestra la tapa del disco (una ilustración de  George Manta), Turf tiene un vuelo muy fantasioso, desopilante y también cinematográfico. Dentro del humor que manejamos también hay influencias de Mel Brooks, Spinal Tap, Johnny Tolengo, Odisea Burbujas, Benny Hill o Alberto Olmedo. Hay mucha mezcla en el estilo de Turf. Y sí, Odisea Burbujas también es una influencia. ¡Además de que el Ecoloco es igual a mi viejo!”. Jefe de la Catedra de Arquitectura de la UBA, Carlos Hugo Levinton, “es ecologista y hace barrios con basura. Inventa máquinas para reciclar basura, es un genio”, dice sin disimular su orgullo.

También hay una gran maestría en el arte del collage en Turf así como también una forma despreocupada de reciclar todo tipo de influencias que recuerda un poco a Los Auténticos Decadentes, también amigos de la banda.

Como los Deca, los Turf también comparten la composición y los arreglos entre todos, y también fue heterogénea la producción: cuatro temas fueron producidos por Coti Sorokin (productor de muchos de los hits de la banda, que incluso llegó a proponer unirse a ellos), cuatro fueron producidos por Will Berman (de MGMT) y los cuatro temas restantes por ellos mismos y mezclados por Héctor Castillo, prestigioso ingeniero venezolano que trabajó con músicos como Phillip Glass, Pete Townshend, Björk, David Bowie y Lou Reed, entre otros.

Lopatín cuenta: “Will es fan de Spinetta, Charly García y Litto Nebbia, le copa el rock de acá. Nos enteramos de que estaba en Buenos Aires de vacaciones con la novia por un amigo en común. Y me lo presentó y al final lo convencimos para que se quedara una semana en mi casa. Él estaba muy sorprendido, vino al Loolapalooza y no podía creer como cantaba la gente las canciones. El tipo se toca todo, es muy profesional, toca cualquier instrumento. Y es muy minucioso con la producción, sus temas tienen muchos detalles”.

Es curiosa la no inclusión en el disco de un hitazo como “Kurt Cobain” (tema editado el año pasado junto a “La Canción del Supermercado” cuando se confirmó el regreso de la banda), aunque quizás sea un síntoma de que el regreso realmente va en serio.

“Al principio nos juntamos y aprovechando que las plataformas digitales lo permiten hicimos dos temas. Y para el disco teníamos muchísimos temas, 15 o 16”, dice Levinton y Lopatín se le ríe en la cara: “¡Pero entonces quedaron afuera tres o cuatro, ¡tampoco eran tantos!”. 

Ser o no ser

Pero si las nueve canciones del disco (entre las que también se destacan también “Lo que tomo y lo que doy”, una balada casi metalera de Ottavianelli, la burlona “Los Freaks de la TV” y “Los Colores”, con un riff muy T. Rex y producción ‘sónica’ de Berman) tienen un estilo y desarrollo grupal, lo que hay también es un fuerte filtro grupal. Dice Ottavianelli: “Lo que pasaba es que si alguien traía un tema y a alguno de la banda no le gustaba ya ni terminaba de mostrarlo que se nos desinflaba. Más o menos cada uno sabe que puede funcionar o no en la banda, a todo nivel. Nosotros no somos una banda de género, no somos un grupo de rock, o un grupo de reggae, aunque quizás hagamos un género que Turf se inventó para sí mismo. Capaz que hay una marca que nos identifique. Y en estos años cada uno trabajó en un montón de cosas diferentes”, dice Ottavianelli, que junto a Caloia aprovecharon el parate de la banda para armar Cathedral, estudio de grabación propio de la banda en donde produjeron y grabaron Random, la grabación del último disco de Charly García, un viejo amigo de la banda desde sus inicios.

Cuenta Caloia: “Cuando éramos pendejos yo te confieso que cuando teníamos que tocar o grabar con Charly yo le tenía terror. Pero el tipo una noche después de haber andado por un montón de estudios, se sentó acá con la guitarrita y de repente dijo: ‘este lugar me inspira’. Y se quedó dos años, imaginate la onda que hubo. Jamás hubo un problema, uno tiene la idea de que el tipo capaz va a revolear un vaso o tratar mal a un ingeniero, pero nada que ver: hubo mucho respeto, creo que él encontró algo acá y lo valoró: se sentaba acá grabando ocho horas y ni se levantaba para mear”.

 “Nosotros también nos subimos a esa, pero no es para cualquiera”, sigue Ottavianelli, “él de repente te decía: ‘esta guitarra dividimos la señal, en un canal con un amplificador con Chorus y el otro canal lo quiero en este marshallito pasado por un I-Pad; y al micrófono ponele un Flanger’. Por suerte nos agarró con la nave andando a pleno”.

Levinton agrega: “A nosotros nos gustaba mucho de chicos, pero después capaz le habíamos perdido un poco el rastro. Pero Say No More fue increíble: tenía unas atmosferas que parecía un disco de Primal Scream”.

¿Hay un legado de Turf o son una especie de banda alien, que no tiene una herencia clara o en la que no se referencia los más chicos? Para Caloia, la cosa fue cambiando: “La verdad es que antes nunca nos sentimos referentes de nada”, dice. “Pero ahora vemos bandas nuevas amigas como Simon Poxyran, Superclásicos, o no tan nuevas como Pilotos, y vemos que las nuevas generaciones son más despreocupadas, y capaz que están más cerca de nuestro sentido del humor.”