Página/12 en España

Desde Sevilla

Pedro Sánchez inicia esta semana un nuevo mandato como presidente del Gobierno de España con frentes abiertos en todos los flancos. Por un lado, la oposición de derecha avisó que recurrirá a todos los mecanismos posibles para evitar que cumpla con el compromiso de aprobar una ley de amnistía en favor de los separatistas catalanes. Y por el otro, los catalanes advirtieron que la continuidad de su apoyo en la legislatura depende del cumplimiento de los acuerdos firmados, y que si no es así podrían dejar sólo a Sánchez y obligarlo a disolver el Congreso y llamar a elecciones. A esto se ha sumado el enésimo conflicto en el espacio de la izquierda: el fantasma del cisma vuelve a amenazar.

El secretario general socialista, investido presidente por el Congreso el pasado jueves, dejó pasar el fin de semana, antes de anunciar la composición de su nuevo gobierno, que volverá a estar integrado por 22 ministros y que está caracterizado por la continuidad. O casi, porque en el nuevo gobierno no habrá ministros de Podemos.

Los nuevos ministros

Al igual que cuando hace cuatro años Pedro Sánchez y Pablo Iglesias negociaron la conformación del primer gobierno de coalición desde la recuperación de la democracia española en 1977, en el Consejo de Ministros volverán a sentarse junto al presidente, 17 miembros del PSOE y cinco de la izquierda alternativa. En aquella ocasión, Iglesias llenó su cupo con tres ministros de Podemos, una independiente (Yolanda Díaz) y uno de Izquierda Unida. Cuando Iglesias decidió irse para acudir a las elecciones autonómicas en Madrid, en las que fracasaría rotundamente, designó a Díaz para sucederlo en la vicepresidencia del Gobierno y también como candidata de ese espacio, cuando llegaran las elecciones.

Para entonces la formación fundada por Iglesias era ya una sombra de la que había conseguido convertirse en la representación política de los indignados. Las purgas internas encabezadas por la dupla Pablo Iglesias-Irene Montero había provocado primero, la salida de la mayoría de los referentes del núcleo fundador y después una sangría electoral que lo acabó reduciendo a la insignificancia en la mayoría de los parlamentos regionales . En Cataluña, Valencia o Andalucía, hubo además escisiones de fuerzas que se habían sumado al proyecto original, pero que al ver del declive prefirieron volver a probar suerte como formaciones independientes.

Desde entonces Yolanda Díaz fue ganando terreno en el espacio de la izquierda con el objetivo de reconstruirlo y contó para ello con el sustento del aparato del Partido Comunista, con la creación de Sumar y con la promoción de alianzas con Izquierda Unida y otras fuerzas progresistas. Al mismo tiempo, Podemos se iba aislando y reclamaba la preservación de su alicaída marca y espacios en las listas electorales, más acordes con su pasado como fuerza impulsora de la izquierda que con la realidad a la que había quedado reducido.

Los errores de Irene Montero

A ello se sumaron dos errores garrafales de Irene Montero, compañera de Pablo Iglesias y ministra de Igualdad. Primero, el enfrentamiento con las feministas históricas del PSOE durante la tramitación de la ley Trans, que salió adelante aunque con un profundo y doloroso cisma interno en las filas socialistas. Y segundo, la aprobación de la ley del ‘Sólo sí es sí’, que buscaba igualar al alza la gravedad de los delitos sexuales de cualquier tipo, pero cuya aplicación provocó la reducción de condena y la salida en libertad de cientos de delincuentes sexuales.

Con estos antecedentes, era un secreto a voces que Pedro Sánchez no querría contar con Montero para que repitiera como ministra y que además recuperaría para el PSOE el Ministerio de Igualdad con el objetivo de recomponer las filas internas socialistas.

Podemos se empeñó en preservar a Montero como su principal capital político, presentándola como la mayor referente del feminismo en España, a pesar del fracaso de su ley estrella, e intentando que ocupara un lugar preferente en las listas de Sumar por Madrid. Podemos fracasó en este empeño y en la operación que perseguía que la ministra repitiera en la cartera de Igualdad, algo en lo que Sánchez no estaba dispuesto a ceder.

Durante el pasado fin de semana, cuando se supo que a Sumar le corresponderían cinco carteras en el reparto de ministerios, Yolanda Díaz propuso que una fuera para el dirigente de Podemos Nacho Álvarez, una de sus pocas figuras en ascenso. Pero la formación de Pablo Iglesias se negó. Era Montero o nada y fue nada. Tras ser vetado por su propio partido, Álvarez anunció que abandonaba Podemos, dejaba la primera línea política y volvía a su plaza de profesor universitario.

El internismo de la izquierda

Díaz acabó colocando como ministros a Ernesto Urtasun en Cultura (partido En Comú) ,Mónica García en Sanidad (partido Más Madrid) , Pablo Bustinduy en Derechos Sociales (independiente, ex Podemos y próximo a Iñigo Errejón) y Sira Rego en Juventud e Infancia (Izquierda Unida), mientras que Díaz repetirá como vicepresidenta segunda del Gobierno.

La secretaria general de Podemos, Ione Belarra, reaccionó con dureza. En una carta a la militancia, aseguró que había sido difícil votar a favor de la investidura de Sánchez, a quien acusó de operar para favorecer a Sumar por encima de Podemos para contar con una fuerza dócil a su izquierda. En el texto, calificó de «proyecto unipersonal» a la coalición Sumar y de «treta burda» el ofrecimiento de un ministerio para Nacho Álvarez.

Con las elecciones europeas como próxima cita electoral y con sus estructuras aún en estado embrionario, Sumar se prepara para organizar su primer congreso en enero. Ahí espera sentar las bases para convertirse en la nueva fuerza hegemónica de la izquierda.

Mientras tanto, Podemos ya baraja ir en solitario a esos comicios y medita cómo hacerle sentir a Sánchez que sus cinco diputados son tan importantes para la estabilidad del gobierno como los 26 que controla Yolanda Díaz.