Un asombro de esta vida es que una empresa, un grupo de inversores, gente supuestamente seria, confíe todavía en las garantías que les dan los funcionarios de la ciudad. Sean honestas o sean interesadas, estas garantías son muchas veces fantasías, asunciones, carentes de toda solidez técnica o lectura política de la realidad. De esto se deben estar arrepintiendo amargamente los que pensaron que podrían construir dos torrezotas, feas y mediocres, en la Villa Roccatagliata de Balbín y Roosevelt. A fin de mes, el juez Osvaldo Otheguy, a cargo del octavo tribunal contencioso, administrativo y tributario  de la ciudad le hizo lugar a un pedido de cautelar del diputado porteño Gustavo Vera. El abogado del legislador, Jonatan Baldiviezo, pidió la nulidad del permiso de obra que permite una torre de trece pisos y otra de 27, creando frente a la pobre quinta un muro de 83,80 metros de altura para quedarse con alguito más de 43.200 metros cuadrados de departamentos para vender.

El juez Otheguy no suspendió la obra simplemente para tomarse su tiempo y ver la cuestión, lo hizo porque encontró irregularidades en la documentación. Para empezar, los funcionarios macristas le quisieron cumplir a los inversores con una Interpretación Oficial del código que se excede de sus poderes y podría “redundar en incumplimientos”. La disposición 1718/11 que resultó de esto “se encuentra viciada” por sus débiles fundamentos y además en apariencia se opone a un acuerdo con el Concejo del Plan Urbano Ambiental. Para más, resulta que en una obra de este calado, que requiere normas especiales, hay que hacer una evaluación de impacto ambiental en audiencia pública, cosa que no hay el menor rastro de que haya ocurrido. 

Pero el corazón del asunto es que el horror de la Villa Roccatagliata debería ser autorizado especialmente por la Legislatura, cosa que los “garantes” macristas ni sabían, con lo que hay un conflicto de poderes de los que toman su tiempo resolver. Los inversores no tienen más que agradecerle a sus socios oficiales los servicios prestados: la obra otra vez paralizada, lucro cesante, dinero inmovilizado, completa falta de información sobre cuándo, mi alma, se terminará algo, ni siquiera si se podrá terminar lo planeado.

Como para inspirar confianza en los inversores, ¿no?