No hay nada más natural que hacer películas con juguetes porque básicamente es lo que lxs niñxs hacen todo el tiempo: Toy Story lo supo capitalizar mejor que nadie pero desde un punto de vista más comercial, desde que por primera vez en los ochentas se inventó un dibujito como He-Man específicamente para promocionar una línea de muñecos, la circularidad entre juguetes y películas no para de entregar más y más productos. De hecho es difícil encontrar una juguetería donde la mayor parte de la mercadería en exhibición no sea, además, merchandising de algo, y en ese sentido la idea de películas de Lego podía parecer el colmo de la megapublicidad disfrazada -pero no demasiado- de cine. Sin embargo The Lego movie (2014), la primera de las tres películas que la marca de ladrillos lleva estrenadas, sorprendió con una historia sólida que aprovechaba de manera inteligente los distintos universos Lego: en una ciudad donde todos eran trabajadores organizados y mecánicamente dóciles con el poder, el hombre más común y corriente (más aburrido y crédulo también) se enteraba de que era el elegido para impedir que el malvado Presidente de Negocios cumpliera su propósito de inmovilizar a todos usando un espantoso pegamento de secado rápido que había inventado. El tipo común se enteraba, de paso, de que había muchos otros mundos además de su pequeña ciudad ordenada y siempre igual. El argumento era demasiado sofisticado, claro, para lxs más chiquitxs, pero la idea de mezclar distintos universos era palpable y reflejaba, después de todo, lo que ellxs hacen todos los días al jugar.

El ritmo vertiginoso de The Lego movie (no recomendable para bebés e infantes) y un tipo de humor irónico, lleno de autoconsciencia y de guiños para padres y madres familiarizados con el cine de superhéroes se repitieron en The Lego Batman movie (2017), estrenada a principios de este año. El eje de esta bromantic comedy (la versión de comedias románticas entre varones) era la relación de amor-odio entre Batman y el Guasón, que estaba dispuesto a perseguir hasta el fin del mundo al enmascarado con tal de que le declarara su odio. Una segunda línea temática tenía que ver con la forma en que Batman se iba convirtiendo, casi sin quererlo, en una especie de padre para Robin; de esa manera, el Batman ideado por Lego reunió en una misma figura esa triple fantasía de ser Batman, ser amigo de Batman y que Batman sea tu papá, y acercó a lxs más pequeñxs un personaje que, cada vez más, el cine se tomó muy seriamente en una serie de películas oscuras destinadas solo al público adulto. 

La novedad de Lego es una versión extendida de Ninjago, la serie sobre una banda de ninjas adolescentes que puede verse en Netflix. Aunque Ninjago Lego tiene poco de película de ninjas y más del tipo de robots gigantes que vienen del animé, a lxs niñxs les importará muy poco. El protagonista es Lloyd, un chico tímido del que todos se burlan. La gran espina de Lloyd es que su padre es el brutal Garmadon, villano que asola la ciudad. Muy desentendido de cualquier deber paternal, Garmadon abandonó a Lloyd y a su mamá cuando él era bebé. Una misión une al padre y al hijo en un viaje en el que, como es de esperarse, se irán acercando hasta que el villano descubra por primera vez la satisfacción de enseñar algo. Debe haber pocas películas que idealicen menos la paternidad, y muestren padre más cargados de defectos, que estas Legos; en Ninjago, además, el protagonista es después de todo un hijo de padres separados y el final feliz no es precisamente la familia unida. Enmarcada en un segmento de acción en vivo donde un nene visita un negocio de antigüedades atendido por Jackie Chan (que, sí, está ahí solo porque es asiático, pero qué adorable), Ninjago Lego hace que cobren vida esos juguetes rotos o gastados por el uso y además tiene, en un gato de tamaño natural, al mejor villano involuntario que se vio en mucho tiempo.