Una canción atrás de otra. Alumbradas en plena madrugada, de un tirón. Entre los últimos días de 2015 y los primeros del año siguiente, Gastón Le atravesó una especie de fiebre compositiva de varias noches de verano. Después de la salida del elogiado Refugio, la agenda de Un Planeta se había cargado de fechas y sus integrantes no encontraban el momento y el lugar indicados para trabajar sobre la materia prima del sucesor. Fue así como el guitarrista se puso manos a la obra en soledad, mientras a su alrededor los vecinos de City Bell se entregaban a los brazos de Morfeo. El resultado quedó registrado en Des, un octeto de piezas oscuras, minimalistas, etéreas y certeras que orbitan entre la reflexión más pura y una pulsión que empuja a pista de baile y parecen destinadas a marcar un antes y un después en la trayectoria de la banda platense.

“El disco fue compuesto con la compu. No hubo guitarras. Fue como encontrar un lugar nuevo de composición. Salir de la armonía, de la viola y pensar más a través del groove”, dice Le. “Por ahí tenía en la cabeza un beat de batería y lo armaba. Después laburaba encima con las voces o un teclado que me había comprado, un Yamaha viejo de los 80 que está buenísimo. Y a partir de esos soniditos empezaba a jugar con el bajo. Como venía de un tiempo sin componer, me agarró la cosa esa de meterle a full. Fue algo súper nocturno, de empezar un tema y quedarme despierto hasta terminarlo”, cuenta el cantante y guitarrista. Tal vez sin buscarla, encontró una fórmula personal a la hora de la creación. “Todo el mundo tiene ideas, pero lo más difícil es terminarlas. Con el tiempo fui tratando de laburar eso: la resolución de las cosas. Es tener más confianza en lo que hacés, en tu oficio”.

Fue también en pleno verano, en el más reciente, que la banda –que completan Nicolás Carlino en bajo, Agustín Volder en teclados y sintetizadores y Germán Galarza en batería– comenzó a darle forma a esos raptos de inspiración en su sala de ensayo de Villa Elisa. “La grabación fue súper casera, pero después la mandamos a mezclar con Juan Armani. Y el mastering lo hicimos afuera, con Dave McNair, un ingeniero muy grosso que laburó con David Bowie y muchos otros. Estuvo buenísimo, fue un aprendizaje. No lo habíamos hecho con ninguno de los discos anteriores, lo nuestro siempre había sido muy hermético: nos costaba mucho laburar con otros”, dice. “Nuestro primer disco fue como un experimento, en el segundo intentamos hacer un disco y en el tercero realmente lo logramos, en el sentido de que tiene un sonido, una estética, un aura que rodea a todos los temas”, concluye.

De alguna manera, Des se puede escuchar como una síntesis entre las vetas pospunk que recorrían Un Planeta (2012) y las burbujas de electropop que descorcharon en Refugio (2014). El universo sonoro que supieron conseguir filtrado por la filosofía del menos es más. “Sí, a pleno. Habíamos hecho un disco muy cargado, como Refugio. Y queríamos que Des fuera lo más minimalista posible”, coincide Le. “Una de las cosas que buscábamos era que los temas suenen sin poner un plug-in, una ecualización, un compresor. Queríamos que la música ensamble sin ningún proceso”, agrega. El resultado alcanza un equilibrio natural entre su arquitectura cerebral y sus impulsos pisteros, entre una sensibilidad pop forjada en la escuela de Virus y Gustavo Cerati y una capacidad para lanzar agudezas bajo los destellos de una bola espejada imaginaria que sintoniza con bandas como Of Montreal o The Rapture. 

Negro sobre blanco, la tapa del álbum expone la silueta de un hombre cayendo al vacío. Las lecturas posibles se multiplican. Y lo mismo ocurre con el título. “No quería que tuviera mucha significancia o que fuera muy figurativo. En algún momento, hasta pensé en una sigla. Hasta que surgió lo de Des, que es un prefijo de ‘quitar’: deshacer, despegar. Y me gustó la idea de la banda saliendo del lugar común y haciendo la música de otra manera. Entrar a otro espacio de creación, plantear un quiebre. Veníamos de una etapa súper colorida y pasamos a otra en blanco y negro”, describe.  “Y, a la vez, había una cosa particular mía, un cambio más personal. El contexto social del país también estaba ahí: el disco habla de los límites, de llegar a un lugar y volver. Era como encontrar un paralelo entre la cuestión social y otra más romántica, de una relación. Los ciclos”, completa.

“Cuando el agua llega hasta el cuello/ todos vuelven hasta la orilla”, canta en “El agua hasta el cuello”, el tema que abre el álbum. “Afuera todos están perdidos/ pero quieren lo mismo”, plantea más adelante, en “Sincro”. “Con las letras me pasa que cobran sentido mucho después”, confiesa ahora Le. Así como el título del álbum se reduce a un núcleo de tres letras, hay en su forma de interpretar lo que escribe un rasgo de estilo que se percibe desde los inicios de la banda: por momentos canta como si estuviera separando en sílabas las palabras, fracturándolas y paladeándolas en un ejercicio vocal que no es fruto de la casualidad. “Siempre escuché hip-hop, soul, r&b. La música negra es súper rítmica a la hora de cantar: la melodía no está alargada, la palabra no está estirada”, sintetiza. Y menciona a referentes como Frank Ocean, Kendrick Lamar, Thundercat y Flying Lotus. “Son la vanguardia de hoy”, define.

No son los nombres que se suelen asociar a Un Planeta, está claro. ¿Y por el lado de la canción argenta? “En este disco me volví a encontrar con Charly García”, dice. “Sonaba mucho en mi casa, de pendejo. Y ahora me volvió a pegar, re zarpado. Charly logró ser vanguardista y súper pop, ser trash y fino a la vez. En la música tal vez estamos encerrados en círculos muy chiquitos. Y él cruzó todas las fronteras, no le importó nada. ¿Por qué la música no puede ser popular y al mismo tiempo tener profundidad?”, plantea. “Hoy nos pusimos un poco esquemáticos: cuando algo se vuelve popular, le bajan el pulgar. Están el under, el indie y no sé qué. Y la música argentina quedó desperdigada. Hay un montón de bandas que están muy buenas y que pueden ser populares. Son grupos de ahora, pibes de mi edad que están haciendo música y que tienen una intensidad, una capacidad y una calidad muy grossas: deberían ser el nuevo rock nacional, posta”.

Un Planeta presenta Des el sábado 7 en La Tangente (Honduras 5317). El sábado 28 tocan en Club Belle Epoque (Córdoba) y el sábado 4 de noviembre en el Festival Otro Río (Rosario).