Conocí a Dani Umpi a mis cinco, seis años. Yo vivía en un pueblo pequeño de la costa uruguaya y nunca había visto a un hombre usar dos colitas en el pelo. Él, de Tacuarembó, otro rincón del interior del Uruguay, probablemente tampoco había visto algo así a mi edad. Fue a principios de los 2000 y todavía no tenía ese cráneo pelado que lo caracteriza. 

En ese momento, como personaje incipiente del under montevideano, lucía unas rastas largas recogidas en estas dos colitas que revoleaba, violentas, mientras cantaba a los gritos. Yo había oído hablar de las perfos en las que cantaba cortando verdura, los shows en los que aparecía en escena junto a señoras de Tacuarembó en medio de la pista de baile y esas historias construían en mi mente de niña una suerte de relato mitológico.

Hoy Dani Umpi tiene 48 años, aunque su aspecto de duende no remite a ninguna edad en particular: dice que, si cuando era niño era un niño viejo, ahora es un viejo niño. Como buena criatura mitológica y pícara, nunca se limitó a hacer una sola cosa. Además de sus cuatro discos solistas, (y sus colaboraciones musicales con artistas como Rosario Bléfari o Sofia Oportot), publicó poesía, cuentos y cuatro novelas, historias de chicas melodramaticas al mejor estilo “mujer puto”, obsesionadas con los perfumes, con la cultura pop, con inquietudes espirituales y ataques de pánico. También se desarrolló como artista plástico: collages rojos, amarillos, azules, hechos con recortes de revistas que forman enunciados como poemas infinitos. 

Todo eso, incluyendo sus canciones, parece estar fundido en el líquido del mismo caldero, una sustancia misteriosa que, pese a la distancia generacional, aún hoy obsesiona a los gays y a las chicas queer de mi edad.

Sobre esta vocación interdisciplinaria, tiene una teoría que aún no ha terminado de desarrollar (dice que siempre está inventando cosas y desarrollando teorías pero no llega a conclusiones porque es muy disperso): “Si vos tenés una inquietud, sobre todo artística, y no lo hacés aunque salga mal, si no probás, es muy probable que tengas una crisis existencial a esta edad. Lo mismo cuando mucha gente empieza a explorar otras cosas en la sexualidad, algo más artístico que sexual, también ocurre a la inversa: un momento en que los artistas dejan de producir.”

"Si vos tenés una inquietud, sobre todo artística, y no lo hacés aunque salga mal, si no probás, es muy probable que tengas una crisis existencial a esta edad".

QUE LA YUTA ME VENGA A BUSCAR

“Nunca más regreso al pueblo, nunca me verán llorar” sentenciaba en 2011, en una canción de su disco Mormazo que recuerda a partida desde Tacuarembó, su pueblo natal, hacia la ciudad de Montevideo. Un himno para todas las preadolescentes pseudo rurales que, como yo, estaban desesperadas por descubrir el “pueblo que hay en cada ciudad” del que hablaba en la letra. Algo de ese estado entre simple y curioso permaneció hasta hoy en su forma de ser. Dice que su vida siempre ha sido “como la de un estudiante del interior, una cosa muy austera, que permite movilidad y no quemarse mucho la cabeza porque ya te la vas a quemar igual. Siempre me moví dentro de esa lógica”.

Dani Umpi nos prometía que siempre encontraríamos una ciudad más grande. Y así fue, para él y para mí. Desde los noventa se había acostumbrado a viajar a Argentina, acercándose a la escena del “under” porteño de aquel momento, pero recién en el 2017 se mudó de manera definitiva a esta ciudad que, si hace tiempo lo había adoptado como ícono, ya estaba lista para la devoción. En la misma época grabó y lanzó su disco Lechiguanas y yo, una adolescente ya instalada en Buenos Aires, estaba fundida en esa masa gay que gritaba y se empujaba eufórica a los gritos con sus canciones, letras furiosas y atrevidas en las que invitaba a “la yuta” a que lo fuera a buscar.

En ese momento se veía una simbiosis muy fuerte entre vos y la escena gay…

–Nunca lo había pensado así, eso solo lo puede ver alguien de afuera. Yo siempre estuve muy asociado al under queer de Buenos Aires, canté en todas las fiestas, de alguna manera vengo de ese lugar y manejo la poética y el lirismo de ese universo. Y ahora increíblemente también. Bajó la edad, los que me escuchan son todos chicos, tienen veintipico, hay un link generacional, no sé cómo funcionan las tendencias, el linkeo con los veinteañeros me delira, se reeditan las novelas, el año que viene voy a volver a sacar Aún Soltera, es increíble que todavía tenga vigencia, ¡son estudiosas!

Y vos sos estudioso de ellas, sos como un estudioso de la gente loca.

–Claro, que siempre es medio parecida. Porque sino, ¿cómo empatizás? Es muy raro cómo se da la empatía con alguien. Es la cosa entre las locas. Tengo algo de descubridor, pienso que todos la tenemos, es un deber que tenemos las locas de ir identificándolas. Es algo de juntar, de acollarar, viste cómo se acollaran las vacas, o los carneros, no sé bien qué animales, para que puedan tener onda entre ellos.

¿Cómo te sentís en este lugar, entre madre y tío?

—No me gusta pero me divierte. A mí me genera una especie de responsabilidad, es lindo porque siempre son unas mostras todas las que me siguen, y me encanta. Pero quiero ser más compinche, que en realidad ya lo soy, termino haciendo canciones con todas. No puedo darles mucho consejo, excepto que estén tranquiles y hagan todo.

Dani Umpi se mudó a Buenos Aires en 2017. Luego volvió a Uruguay, donde vive actualmente.

UNA VIDA TRANQUILA

Dani cumplió sus promesas: no regresó al pueblo, pero sí volvió a Uruguay. Ahora está tranquilo. Vive en Punta del Este con su novio y este año lanzó Guazatumba, su último disco, producido por Taba (@dj.taba). En una de sus canciones, el anfitrión de una fiesta observa de lejos a sus invitados y propone “aprovechar que esa gente está loca”. 

Esa parece ser su posición enunciativa actual, sostenida en la calma que habilita la distancia. La poética esotérica que lo caracteriza aparece inmersa en una elegancia y una frescura que poco tiene que ver con las lechiguanas histéricas de su álbum anterior. Entre versos que aluden a ríos ordeñados y nidos de aguiluchos, los sonidos de un electropop sofisticado se encuentran, por momentos, con dejos de melodías uruguayas típicas como el candombe.

¿Hay algo de reconciliación con la identidad uruguaya en Guazatumba?

–El disco es súper uruguayo, no sé si está reconciliado porque son universos que nunca toqué mucho. Ahora, con la distancia, ya no tengo tanto conflicto. Pero es cierto que siempre traté de estar lejos de todo lo que era identidad nacional, y de repente hago un disco de mega cantautor uruguayo pero electrónico. Lo que pasa es que siempre estuve medio peleado con ese tipo de cosas.

Lo asociabas con algo del mundo hetero…

–Algo de lo hetero, asociaba a todas las manifestaciones de cultura popular nacional con algo paki y lo rechazaba por ahí. Yo tenía amigos músicos pero siempre me sentía por fuera, muy under o muy al margen, y este es el primer disco del que dicen “¡Aah! ¡Qué bueno que está!”, que tiene buenas críticas. Canté en el Cosquín Rock con los Eté & Los Problems, abrí el show de los Fabulosos Cadillacs, me invitan a un montón de shows de rock. Ya no siento que estoy tan al margen. Recién ahora se puede ver lo que hago a un nivel artístico o musical, antes los discos míos no eran muy considerados por la música, eso sí ha cambiado un poco.

¿Te sentías una especie de espía en el Cosquín Rock?

–No, en otro momento hubiera sentido que estaba como espía, le hubiera sacado una foto a los celulares cargando en el tacho de basura, lo hubiera filmado todo, re sarcástico, hubiera estado más irónico, ahora no estaba tan mostra, eso indudablemente es la edad. Cuando empecé a cantar, en mis comienzos, yo mismo era muy consciente del lugar en el que estaba o me posicionaba, entonces siempre me manejé entre lo bizarro… Antes no estaba la palabra “cringe”, pero en ese momento era algo escéptico, evidenciando los absurdos, la falla, y eso era muy antipático. Pero claro, siempre en esa postura de mostra.

Fotos: Sebastián Freire.

GENEALOGIA DEL DUENDE

En su libro Juego y teoría del duende (1933), Federico García Lorca hablaba del duende como “un poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica”. Esa idea, con los años, fue retomada por los escritores hasta consolidarse como cliché. Ted Hughes, por ejemplo, escribió que “hay un pequeño duende dentro de cada palabra, que es su vida y su poesía, y a este duende el poeta debe mantenerlo bajo control”.

Tanto la obra de Dani como su persona en sí están cargadas de una fuerte dosis duendil, y puede que Guazatumba sea su entrega que más honor le hace a esta faceta suya hasta el momento: “tiene como una cosa de joyería, es frondoso, con muchas capas, muy duende”, dice.

¿Tu duende tiene algo que ver con ese duende del que hablaba Lorca, por ejemplo?

–Lorca también hace muchas observaciones del duende en la cultura flamenca, como una fuerza que se contrapone a la musa, que es la que susurra la inspiración, el duende como energía o ánima de la tierra que te traspasa, como una creación que viene no necesariamente del impulso de uno pero sí de una confianza, algo de la voluntad. Son todas etapas, clasificaciones: primero los alces, luego los delfines, después los unicornios, sapitos, duendes. Son ritmos que sintonizan de repente con un arquetipo muy específico, como por ejemplo el del duende, algo que va más allá de la moda o la tendencia. Una manera de clasificar a las personas y al tiempo que estamos viviendo.

¿Cuándo empezaste a sentir que tenías al duende adentro?

–Por mucho tiempo cuando pensaba en arquetipos sentía mucha afinidad con el del bufón, que no es exactamente lo mismo pero son parecidos: el bufón, el duende, el mago, el artista… gente que va saltando de un territorio a otro, de un circuito a otro. Ahora en esta especie de vida ermitaña que tengo estoy desgrabando muchas cosas que grabé, como un duendecito ordenando las cosas, dividiendo en carpetas, apuntes que me traje de cuando estaba viviendo en Argentina. Ahí ya estaba lo de los duendes. Antes sólo recolectaba, pero llega un momento en que todo eso tenés que ordenarlo para elaborar mejor lo que querés hacer. Yo estoy todo el tiempo clasificando, mi método es el collage, que parte de algo plástico, pero también tengo todo eso de la compilación de datos. El duende siempre está atento, clasificando y cambiándole el valor a las cosas.

Dani Umpi presenta su disco Guazatumba este jueves 30 a las 20hs en el Ateneo. Entradas: plateanet.com