Savanna Chasco, una joven de 20 años, sacó las entradas para el festival de música country Ruta 91 Harvest para terminar sus vacaciones junto con un grupo de amigas en Las Vegas. Marie Langer, de 16, llegó al lugar temprano para poder disfrutar del concierto lo más cerca del escenario posible. Al igual que las otras 20 mil personas que el domingo a la noche escuchaban la música de Jason Aldean, nunca imaginaron que, desde el piso 32 del Hotel Casino Mandalay Bay, un hombre de 64 iba a abrir fuego con un rifle semi automático, matar a 59 personas y dejar heridas a más de 500. Chasco y Langer sobrevivieron al ataque, y contaron su experiencia.  

“En medio del recital empezamos a escuchar ruidos fuertes. Al principio pensamos que eran los parlantes que estaban fallando o algo así. Pero después los mismos ruidos se repitieron y nos dimos cuenta que eran disparos”, contó Chasco a la cadena estadounidense ABC. Según describió, las reacciones entre el público fueron dos: algunas personas se tiraron al piso; otras empezaron a correr. Chasco y sus amigas optaron por escapar: “Yo corría adelante, atras me seguían mis amigas, hasta que sentí que un tiro me dio en la espalda y caí al piso”, recordó. Sus amigas reaccionaron rápido, la ayudaron a levantarse y la sacaron del campo, luego de pasar por arriba del vallado que rodeaba el predio. A pesar de la herida, explicó la joven, pudo seguir. “Una vez afuera corrimos hasta el (hotel) MGM para resguadarnos, pero como seguimos escuchando tiros volvimos a salir”, relató. 

Recién entonces, alejada de la zona de peligro, recibió asistencia de los médicos que habían llegado en ambulancias. “Me revisaron la herida de la espalda, me aseguraron que no estaba en peligro, pero me dijeron que entrara en la ambulancia”, continuó. En la ambulancia la situación era crítica. “había otras tres personas: un hombre con una herida de bala en la mejilla y su esposa que tenía un disparo en el pie, además de un hombre a quien estaban intentando reanimar. No reaccionaba. Finalmente no llegó vivo al hospital”, recordó. 

En el sanatorio el movimiento era constante. Las ambulancias llegaban, dejaban gente y volvían a salir. Según le dijeron allí, “había muchas enfermeras y enfermeros que no trabajaban en ese hospital pero se habían acercado para dar una mano”. Pasó cinco horas en observación, luego de que volvieron a revisarla los médicos y confirmaron que la herida no era grave. Pero no todas las personas que estaban allí, según contó la joven, habían tenido suerte como ella. “Había gente cuyo estado era muy severo. Recuerdo una mujer con un tiro en el ojo y otra con las manos totalmente destrozadas, toda cubierta de sangre. La gente estaba desesperada, fuera de sí; se escuchaban llantos y gritos. Yo traté de mantener la calma, no quería entrar en pánico”, señaló. “Tengo una bala en la espalda pero puedo caminar y hablar; eso es algo de lo que siempre voy a estar profundamente agradecida”, concluyó.

Cuando Langer escuchó la primera ráfaga de balas, en un primer momento creyó que eran fuegos artificiales. Según su propio relato, la joven terminó de entender lo que ocurría cuando los músicos dejaron de tocar. “Unos segundo después se fueron corriendo del escenario y todos nos dimos cuenta de lo que pasaba. Se empezaron a escuchar los gritos: ¡Todos al suelo!”, recordó Langer. “Como con mis amigos estábamos al lado del escenario, fuimos de los últimos en salir del predio. Escuchamos todo el tiroteo y los gritos de la gente”, contó. La joven no terminó con heridas graves, más allá de golpes y raspones.