“La Argentina siempre está muy presente, no sólo leyendo los periódicos”, asegura Miguel Ríos (Granada, 1944), el padre del rock español, quien se reencontró con el público local de la mano del espectáculo que lo había traído por última vez al país hace veinte años: El gusto es nuestro, que hizo cuatro funciones en el estadio Lunar Park antes de seguir camino a Rosario y Córdoba. “También tuve la suerte de trabajar con varios argentinos en España, a lo largo de mi carrera. Uno de ellos fue Waldo de los Ríos, cuando hice ‘El himno de la alegría’. Otro fue Roque Narvaja, que me dio la canción ‘Santa Lucía’, y luego compartí con Charly, Fito y Lerner. Además, a través de Ariel Rot y Calamaro estoy muy conectado con el día a día de la música de acá, por lo que tengo un pie emocional en lo que se hace por aquí. Mi impresión física sobre Buenos Aires, porque no me atrevo a aportar una opinión acerca de su realidad actual, es que la veo más próspera. Y a nivel de creación también. El rock es importante en esta parte del mundo”. 

–A diferencia de otras expresiones culturales, el diálogo entre el rock argentino y el español está marcado por los cortocircuitos. Al punto de que, pese a la importancia que usted tuvo para el rock hispanoparlante, vuelve con un espectáculo que poco tiene que ver con su trayectoria. ¿Le frustra ser prácticamente un desconocido entre el público argentino? 

–Haría la pregunta al revés: ¿por qué España le fue tan infiel a Charly García? Si bien no hay una razón científica, tiene que ver mucho con los directores artísticos de las discográficas y con la salud de nuestros mercados. Siendo deudor del rock argentino, pues aparte versioné “Nos siguen pegando abajo”, de Charly, “Todo a pulmón”, de Lerner, y “Parte del aire”, de Fito, siento que en mi país asustó la exuberancia de lo que se creaba aquí. En 1986, fui director de los Encuentros de Rock Iberoamericano y llevé a la máxima cantidad de gente que pude. Ahí me di cuenta de que había una gran semilla al otro lado del Atlántico. Por otra parte, si hubiera venido un poco más cuando hice “El río” y “El himno de la alegría”, hoy quizá sería un artista un poco más familiar. 

–Este año se cumplen cinco décadas de “La balsa”, que para la escena argentina es la canción fundacional del rock en español, aunque España y en otros países de América latina lo consideran a usted el pionero del género en ese idioma. ¿Qué opina de esa apropiación?

–Creo que el rock argentino y el español somos deudores de los Teen Tops. Pero también existe una banda cubana llamada Los Llopis, que grabó su primer disco en el ‘58. Lo que quiero decirte con esto es que no hubo una sola fuente. La suerte que tuvo mi generación es que pudo apuntarse a la liberación que supuso la manera de entender el advenimiento de esa música. Fue el parteaguas de la decepción de un mundo en el que la gente joven no creía en aquel tiempo. Y de pronto comenzamos a tener voz propia, personalidad e influimos en otras capas sociales.

–Considerando que su último disco de estudio es de 2008 y que anunció su jubilación del rock, pero no de la música, ¿cómo fue su carrera desde ese entonces hasta ahora?

–Hice otro disco de despedida, que se llama Bye Bye Ríos (2010), y dejé de cantar el 31 de octubre de 2011 en Guanajuato (México). Ayer estuve leyendo la crónica del concierto de los Rolling Stones en Barcelona y se me afilaron los colmillos. La verdad es que la fuente de la eterna juventud la tienen ellos y no se le dan ni a Dios. Son esos ejemplos que te hacen darte cuenta de que no te equivocaste al elegir esto como forma de vida. Si el rock es creación, digamos entonces que es un país para jóvenes. Pero la repetición es más bien la constante en las nuevas generaciones. Como esto es lo que más placer me da, me dediqué a hacer conciertos con amigos o a participar en sus discos. También me pasé mucho tiempo escribiendo unas memorias que publicó Planeta (Cosas que siempre quise contarte, 2013). Y con El gusto es nuestro, cuando me enteré de que venían a Buenos Aires, me apunté. Trabajar con Joan Manuel Serrat, Ana Belén y Víctor Manuel es fabuloso. Son lo mejor de mi generación. 

–¿El show que vinieron a presentar recrea lo que fue el concepto inicial o tiene variantes?

–La celebración de los veinte años fue una idea de la compañía discográfica, pero viendo que ellos estaban en plena forma y que hicimos canciones nuevas, se decidió hacer un par de shows para recrear un disco determinado, como se suele hacer ahora. Es una fórmula estupenda donde la popularidad es muy pareja en España, México y algunos otros lugares de América latina. A lo mejor en la Argentina es más dispar porque soy el menos conocido de los cuatro.

–Esta es también una época atravesada por el revisionismo. Para muestra tiene a sus compatriotas de Vainica Doble, cuyo pop iconoclasta fue apreciado décadas después. ¿No cree que le pueda pasar lo mismo, tras 55 años de carrera?

–Vainica Doble es un caso de injusta no fama. Pero sus canciones siguen siendo muy actuales, al igual que las de Cecilia, quien murió en la carretera en pleno de renacimiento de su trayectoria, y vamos a cantar unos temas de ella en noviembre. En mi caso, soy uno de estos muertos vivos que dice que se va y no lo hace nunca. Yo sí creo que contribuí a nivel global en el desarrollo de esta música, aunque no soy el ombligo de nada. Tuve la suerte de estar ahí y de resistir. 

–Pero usted no sólo es una figura influyente en el escenario sino también debajo de éste. Su compromiso con el rock fue tan grande que apostó por desarrollar un movimiento iberoamericanista en una época gris para ambos lados del Atlántico. 

–Te doy la razón en eso de mi visión de un solo rock iberoamericano. Lo bueno que tiene este oficio es que vas recibiendo el testigo para cederlo luego. Es una especie de bucle interminable. Ahí está nuestra gloria y miseria. Está claro que si no hubiera existido Clics modernos muchos cantantes españoles de rock no habríamos tenido la comprensión de lo que se podía decir contra la represión. 

–Ahora que habla de represión, ¿cómo ve lo que sucede en Cataluña? Hace unos días, tanto usted como el resto de sus colegas de El gusto es nuestro salieron a defender en Buenos Aires a Serrat, luego de que lo tildaran de fascista por su posición ante el referendo. 

–Los catalanes tienen una palabra para definir el sentido común que es “seny”, y en este caso han actuado como si nunca la hubieran conocido. Hicieron una lectura inesperada de una situación que no es colectiva, sino individual. Cuando mandas a un montón de gente al frente, tienes que plantearlo de forma más seria y rigurosa. Y lo de Joan ha sido terrible. Es el artista más importante que dio Cataluña el siglo pasado, además de que trabajó por la normalización del idioma catalán. Que sus propios paisanos hagan esa lectura suya porque no está conforme con este referendo es terrible. Pero salió con mucha altura espiritual y categoría intelectual.