La revista se llamó Ultramundo, duró siete números, entre 2007 y 2014. La periodicidad se manejó como pudo, a partir de un contexto donde la historieta debió reinventarse y sobrevivir. Ultramundo fue editada por Niños, sello bonaerense integrado por Darío Fantacci, Pedro Mancini y Santiago Fredes. De ese emprendimiento se desprendió la edición integral de Niños de la basura (Panxa), de Darío Fantacci: premio a la Mejor Edición Nacional de Nueva Historieta Argentina en Comicópolis 2014.

El paso de tiempo ha vuelto a Ultramundo inencontrable y proyecto ejemplar. Entre lo mucho que provocaron sus páginas, figura la narrativa sinuosa, de réplicas góticas, que es Hermano.

 

"Lo que hacemos es siempre under. Más de una vez pensé que un historietista, acá, no puede vivir de esto".

 

Hermano tiene guión de Fantacci y dibujo de Pedro Mancini. Ha sido publicado en Italia, y ahora lo rescata Panxa Comics junto con Festival Editorial, el sello de José Sainz (responsable de esa obra liminar que es Informe: historieta argentina del siglo XXI, EMR, 2015).

Hubo presentación en Buenos Aires, pero no en Rosario. Tampoco en Crack Bang Boom, una pena. Hay que buscar el librito y tenerlo, porque es buenísimo, porque indaga en un ánimo de bruma, es en blanco y negro, deforma/reforma figuras, hace de los sueños pesadilla, y porque aporta narrativa al mundo simbionte de su dibujante: Pedro Mancini (Ituzaingó, 1983). También por devolver visibilidad a un proyecto de época, cuando la edad era otra y con ella las historietas: fanzines de fotocopias donde hacer lo que se quisiera. Algunos fueron claramente notables, Ultramundo ha sido uno de ellos.

"Lo que hacemos nosotros es siempre under. Más de una vez pensé que un historietista, acá, no puede vivir de esto. Son laburitos. Con más razón, uno debería abocarse a hacer las historietas que se le cantan", le dice Mancini a Rosario/12. Sainz, editor perspicaz, capta al vuelo la referencia: "Creo que eso tiene una ganancia: te da una libertad total".

De hecho, y como se refería, Hermano se publicó en Italia, ahora tiene este libro. Y la intención al momento de hacerla no tuvo previsto nada parecido. Por otra parte, y según el dibujante, "el mercado europeo está atento al cómic de autor, se valora la impronta de cada artista, y eso es algo que no pasa en otros ámbitos".

‑ Vale recordar también que el legado de los '90 obligó a una supervivencia, o la historieta desaparecía.

- José Sainz: En ese sentido, es importante Ultramundo.

- Pedro Mancini: Claro, esto es material que fue saliendo ahí. Lo que hicimos en principio fue armar un mono, un ejemplo de cómo sería la publicación, y empezamos a recorrer editoriales que eran cinco o seis, hace ocho o nueve años...

- J.S.: ¿Qué editoriales eran?

- P.M.: Javier Doeyo, Tomás Sanz, Sudamérica, Fierro... Eramos autores desconocidos, valoraban el material pero no lo publicaban, algo que en otras épocas sí sucedía: agarrabas la Skorpio y le daba lugar a autores nuevos. Lo que nos quedaba era el fanzine, la autoedición, ya que en la espera profesional no había un lugar para empezar o desarrollarse. Cada uno ya tenía fanzines hechos, sencillos, juntamos fuerza entre los tres y armamos la antología.

El prólogo de Pablo Turnes para Hermano recupera esa época, esa gesta de dibujantes devenidos editores de sí mismos. Allí se alumbraron experiencias que oxigenaron la historieta y eliminaron posibles estertores. Recuperar el proyecto Ultramundo a través de Hermano, es uno de los cometidos del editor rosarino: "El proyecto es originalmente de Panxa, yo me metí a colaborar, pero en lo que coincidíamos es en que esta obra circulara como libro integral, ya que se había publicado seriada, en pocos ejemplares que llegaron a lugares puntuales. Además, es importante volver a traer a la discusión el proyecto Ultramundo, uno de los procesos más audaces del under de la historieta argentina de los últimos años, para entender un poco el presente, que no sabemos dónde va".

 

"El mercado europeo está más atento que nunca al cómic de autor, se valora la impronta de cada artista".

 

"La historia salió durante tres números de Ultramundo, donde hacíamos lo que podíamos, sacábamos uno o dos números por año. Perdías el hilo de la historia, algo que recupera sentido recién ahora", agrega Mancini.

‑ Me gustan esas instancias muy puras, esos momentos germinales. Permiten, como dice José, pensar más claramente el presente del medio y sus artífices.

- P.M.: Son cosas que uno hace sin mucha conciencia de lo que podría pasar.

- J.S.: Claramente, cuando ustedes hacían esto, esta situación era impensada, el contexto era muy diferente.

- P.M.: Había también planes delirantes. Darío (Fantacci) siempre planteaba que llegados a tantos números se haría un reseteo o parate. El hilo conductor de la revista era Niños de la basura, la única serie que se publicó en todos los números. La idea era recuperar el material en ediciones un poco más importantes. Había alguna intención y mucho delirio de pibes arrogantes, una mezcla inocente de timidez con la soberbia desmedida de decir "ahora nos comemos el mundo". Hacíamos tiradas ridículas, súper chicas, todo era artesanal, fines de semana en una casa en Tigre, tres días seguidos imprimiendo, sin dormir, y pensábamos que la estábamos rompiendo porque vendíamos cien revistas. Ibamos a la feria del libro independiente, y nos creíamos importantes.

‑ ¿El guión de Hermano estuvo premeditado o se dio de manera gradual?

‑ P.M.: Yo venía haciendo historias cortitas, de tres o cuatro páginas, muy surrealistas, deformes, a veces mudas, con mínimos guión y diálogo. Con Darío Fantacci asistíamos a un taller de Juan Bobillo, fue él quien me presionó a jugármela un poco más con el guión. Me dijo: "Mirá, eso ya lo sabés, está bien, ahora creá un guión que te exija que un tipo vaya a comprar puchos a la esquina y tengas que dibujar un escenario real". Me puso en un aprieto. Le pregunté a Darío si no se animaba a pensar algo y me escribe unas páginas, que ni siquiera fueron el comienzo de la historia. Estaba buena la química que se dio entre los dos, así que continuamos y completamos la historia.

‑ En Hermano hay un concepto de montaje que produce sensaciones extrañas, que se sale de lo normativo o meramente convencional.

- P.M.: Supongo que también teníamos influencias del cine, de la música, entre los tres llegamos a una simbiosis donde nos pasábamos material, flasheábamos con el clima, la atmósfera, todo eso iba a parar a lo que hacíamos. Pensábamos que estábamos contando algo clásico, pero hay gente que nos dice lo contrario. Pero esa forma de narrar tiene que ver con las influencias del momento.

‑ Entre ellas, evidentemente, la del doppelgänger.

- P.M.: Ni hablar, habíamos leído los dos, en ese momento, El Golem de Gustav Meyrink, y nos pegó muchísimo.

Leer Hermano no es una propuesta usual. Provoca de manera similar a la de Bang(kok), de Renzo Podestá, ésta sin guión previo, con el afán puesto en el riesgo. A Bang(kok), lejano librito fanzinero de Podestá, lo recuperó el sello rosarino Rabdomantes, también responsable de recopilar al primer Lucas Varela de Los Hermanos Segelin ‑-con guión de Roberto Barreiro‑-, una de las luminarias de ese otro fanzine extraordinario que fuera Kapop. "Lo que sucede cada tanto es que hay un bache atroz que barre con todo. Ahora, creo, hay muchas cosas que cambiaron para mal", dice Mancini de cara a un tiempo político que ha cerrado Comicópolis así como alterado, de manera preocupante, los costes de impresión.

Habrá que resistir y pensar también que "antes había menos posibilidades que ahora. La salida de este libro recupera aquella experiencia, impide que se olvide ese proyecto autogestivo, de cierta libertad, que fuera Ultramundo. Lo que me pasa con Hermano es que ha quedado un poco desfasado, porque por suerte hubo un avance en todo el contexto de la historieta argentina: festivales, tiendas, editoriales, autores, fanzines, etc. Eso es saludable", concluye Sainz.