PáginaI12 En Francia

Desde París

La batalla de las urnas que en abril y mayo de 2017 llevó a Emmanuel Macron a la presidencia de la República parece lejana. Pero otra nueva comienza: la cruzada de las ideas entre economistas e intelectuales que defienden o refutan al mandatario se ha desatado en Francia con esa exquisita virulencia de la que sólo Francia detenta el secreto. No se trata de uno de esos antagonismos metafóricos sino de una auténtica controversia que se alimenta con las discutidas medidas que tomó el Ejecutivo. Una de ellas ha desatado la furia de economistas tan eminentes como Thomas Piketty, el autor de El Capital en el Siglo XXI. La confrontación se plasmó directamente en torno a la reforma del impuesto sobre las grandes fortunas, ISF, ahora llamado IFI, impuesto sobre la fortuna inmobiliaria. Esta política fiscal ha tenido la muy generosa idea de “absolver” del impuesto a los llamados “valores mobiliarios” en cuya lista entran: los jets privados, los autos de lujo, los caballos de carrera, los yachts y los lingotes de oro. También se han hecho cambios en el impuesto sobre el capital con los cuales los contribuyentes con más poder adquisitivo pagarán 5 mil millones de euros menos de impuestos. Paralelamente se recortaron los subsidios a la vivienda y, entre otros sacrificios que asumirá sólo el pueblo, los jubilados verán incrementarse sus impuestos. El Ejecutivo salió con matafuegos a intentar sofocar la sensación de que Macron gobernaba para los ricos. Demasiado tarde. La querella se amplificó en torno a dos ejes: uno, Thomas Piketty, para quien estas medidas son “un error histórico”. Dos, el profesor y economista Philippe Aghion, principal arquitecto del programa de Emmanuel Macron. Aghion es un tórrido defensor del modelo sueco y su espina dorsal: el crecimiento mediante “la innovación” como motor de la “movilidad social”. 

Las oposiciones al macronismo triunfante son múltiples y los libros que tratan de descifrarlo empiezan a ser legión (en septiembre, no menos de una docena de libros intentan descifrar el relámpago Macron), pero, por su legitimidad mundial, la columna crítica publicada por Piketty en el diario Le Monde ha tenido el efecto de una erupción volcánica. En dicho texto, el autor de El Capital en el Siglo XXI escribe:”la supresión del impuesto sobre la fortuna (ISF) constituye una pesada falta moral, económica e histórica”. Según Piketty, “esta decisión muestra una profunda incomprensión de los desafíos de la desigualdad planteados por la globalización. No tiene ningún sentido hacerle regalos fiscales a los grupos de más edad y acaudalados que ya prosperaron mucho en los últimos años”. El modelo Macron encaja perfectamente con lo que el mismo Piketty denuncia en su famoso libro, a saber, la ausencia de un reparto equitativo de las riquezas en las sociedades modernas es un factor permanente de desigualdad demostrado por el incremento de las riquezas de los más afortunados. Piketty lo prueba una vez más en Le Monde cuando se apoya en la red de investigadores World Wealth & Income Database y afirma que, en los últimos 36 años, el 1% de la gente con más recursos vio su capital multiplicarse por tres mientras que el capital del 0,1 % de los más ricos se multiplicó por 5. El economista francés piensa que “antes de ocuparse de los más ricos existen otras prioridades” y que esos 5 mil millones de euros que los ricos se ahorrarán en impuestos “es todo menos simbólico” por cuanto la suma representa el “40 % del presupuesto total acordado a las universidades y a la enseñanza superior”. En suma, para Piketty, recortar impuestos es el camino equivocado. El teórico del modelo macronista, Philippe Aghion, hace la demostración contraria. Para este profesor del Collège de France “cuanto más gravámenes se le cobra al capital, más se reduce el crecimiento por innovación”. 

En esta batalla intelectual el presidente tiene pocos pensantes que lo defiendan abiertamente. Ya no están, como pudo ocurrir antaño, los llamados “intelectuales orgánicos”. El macronismo es demasiado nuevo y, muchas veces, aún incomprensible. Su postura de extremo centro con la que ganó las presidenciales se mueve en un escenario de confrontaciones que la presidencia busca evitar, aunque suele provocarlas, tanto con la reforma fiscal como con el vocabulario subido de tono que ha utilizado el presidente últimamente y que le ha valido el apodo de “El hijo de Sarkozy” (diario Libération). Pasado el terremoto de las presidenciales, los intelectuales se avocaron a intentar descifrar esta fase inédita. Lo hace el historiador Jean-Noël Jeanneney en su libro El Momento Macron. Otro libro, Macron o el gran trastorno Político, escrito por tres autores, Laurent Bigorgne, Alice Baudry y Olivier Duhamel, sustenta una tesis contraria a la más usual: el presidente no surgió de la nada sino que su victoria es el resultado de un diseño perfectamente “meditado” a partir de 2008 y de un acto de lucidez tan decisivo como anticipado: entendió antes que nada que todo estaba bloqueado, que las elites políticas habían quebrado y que, por consiguiente, la sociedad estaba preparada para oír nuevas propuestas. En el libro Las Revoluciones francesas, 1962-2017, el historiador Jean-François Sirinelli ve en el macronismo pujante una “revolución generacional”. En Macron, milagro o espejismo, el autores, Pierre André Taguieff, sostiene también que Macron es el fruto de la “descomposición” del sistema político francés”. Otros libros asocian al presidente con el filósofo Paul Ricoeur, de quien Macron fue colaborador y cuyo credo era todo menos la confrontación. Francia busca aún entender a su presidente y al proceso histórico que lo llevó a dejar en el camino a los partidos de la transición -socialistas y conservadores–. En esa selva de libros y análisis se cruzan las confrontaciones como las que, ahora, destapó Piketty y su denuncia frontal de la política fiscal. Eso le valió al presidente la misma corona de flores que le pusieron al ex jefe del Estado Nicolas Sarkozy (2007-2012): el presidente de los ricos. Espantado por los efectos de los regalos fiscales, la mayoría y el Ejecutivo intentan corregir un poco el rumbo. Pero, al menos en lo retórico y en la imagen del hombre de “centro”, Macron está digiriendo su primera gran derrota. El liberalismo macronista se mordió la cola.

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