Ayer se llevó a cabo en el Teatro San Martín la primera de las charlas dentro del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) destinadas a pensar aquello que bordea al hecho teatral, que lo marca, que lo condiciona. Coordinada por la crítica e investigadora Mónica Berman, la mesa giró en torno a cómo “Programar y gestionar salas independientes” y contó con referentes y programadores de El Método Kairós, Vera Vera, El Trompo, y Pan y Arte, cuatro salas y espacios autogesivos de distintas experiencias, que se destacan por alguna particularidad. Además del hecho político en sí mismo que significó que hubiera una actividad de esa temática en el hall del teatro público de texto más importante del país, en general las participaciones de los invitados hicieron especial hincapié en la coyuntura política, sobre todo en lo que tiene que ver con cómo lo económico determina y limita un proyecto estético y la voluntad que puede tener un programador.

Algunas palabras se repitieron en todos los discursos. Militancia fue una de ellas y no tardó en aparecer en el debate, traída a colación por la primera de las oradoras, la artista Natividad Martone, una de las gestoras y programadoras del teatro El Trompo, de Boedo. Es una militancia diaria y un trabajo que requiere de mucho esfuerzo, dijo a propósito de las 

dificultades que tienen los teatristas independientes a la hora de visibilizar su trabajo y de la imposibilidad de pagar por un servicio de prensa, porque a veces ni siquiera alcanza para el alquiler. Es una militancia porque hay que poner plata de otro lado, de otros trabajos, para poder mantener la sala, sobre todo en este momento difícil, completó Gustavo Garabito, su compañero y co-director de la sala, que está dedicada al teatro de títeres y objetos.

En lo que va de 2017, El Trompo presentó 110 funciones de 53 espectáculos, una cifra que en un teatro independiente sólo se alcanza por la modalidad particular de programación que tiene esta sala: allí, las obras no duran más de dos funciones, porque cambia la programación cada quince días. Pero pese a la cantidad, sólo hubo tres estrenos, mientras que todas las otras obras fueron reposición. Algo similar sucede con Pan y Arte, también en Boedo y también casi en su totalidad dedicada a los títeres, luego de que la programadora Daniela Florentino creara el espacio “Casa de títeres”: de las que presentaron este año, sólo una obra fue estreno 2017. “Eso también tiene que ver con lo económico, con pensarlo dos veces antes de producir y apostar”, señaló la titiritera, que realiza esa labor de programación desde hace casi diez años.

Claro que no es problema de los títeres. Los programadores invitados de salas de teatro ?de personas –los también teatristas Rubén Sabadini de Vera Vera y Matías Puricelli, de El método Kairós– también coincidieron en que el consumo de arte queda relegado en un contexto económico desfavorable y en que en una ciudad con tanta competencia se torna fundamental pensar estrategias distintivas y particulares para atraer al público. “Aunque suene a mala palabra hablar de emprendimiento cuando se trata de teatro independiente, creo que todos coincidimos en querer que este sea un oficio que nos permita vivir”, expresó Puricelli, que habló de la importancia que para él tiene la construcción de vínculos entre las salas y las cooperativas o los elencos para pensar y defender estrategias conjuntas en pos de ese objetivo.

A su turno al micrófono, Sabadini contó su experiencia al frente de Vera Vera desde hace casi quince años y planteó uno de los problemas que enfrenta su sala, que es similar al de otras: el espacio físico es tan chico y con capacidad para tan pocas butacas, que a veces la propia sala expulsa espectadores que no pueden entrar. También hizo un llamado de atención a las autoridades del FIBA, que estaban presentes, señalando la poca articulación qué hay entre las instituciones y los festivales (mencionó, además de al FIBA, a la Bienal Arte Joven, que acaba de terminar) y las salas que programaron en un principio a las obras que allí se exhiben. “Al final, la sala se arriesga en programar experiencias que se corren de lo estandarizado, pero cuando trascienden y llegan a un festival no hay comunicación o retroalimentación con esa sala”, manifestó, y se propuso para pensar acciones conjuntas para aceitar esa cuestión. 

Hacia el final del encuentro matutino, los referentes hablaron de sus estrategias de recaudación y cómo también eso es afectado por el factor económico. “El año pasado todos los espectáculos fueron a la gorra y la sala estaba llena todas las semanas. Pero juntábamos muy poco, y a los elencos no les servía y a nosotros tampoco, así que este año tenemos entrada. Es toda una decisión porque tenemos una recaudación superior pero menos público”, planteó Garabito. Y Puricelli opinó: “Nosotros tratamos de que la decisión de hacer gorra sea ideológica, por la convicción de que mucha gente pueda ver ese espectáculo, pero a veces lo económico no te deja decidir”, sentenció a tono con lo que fue el espíritu de la charla.

Hoy a las 11, también en el San Martín, el espacio “Encuentros” en el que se enmarcan estas charlas tendrá una segunda edición. Será con la mesa “Teatro, poder e igualdad: reflexiones acerca de las disparidades de género”, que por el título y las invitadas (todas mujeres teatristas con una posición muy clara en torno a ese debate) seguramente también dará que hablar.