“¿Cuántos organismos de derechos humanos les mandarán sus adhesiones? ¿Cuántas figuras públicas acompañarán al Pueblo Pilagá? ¿Cuántos medios de comunicación destinarán amplias coberturas a esta masacre impune? ¿En cuántas escuelas recordarán este hecho histórico? ¿Y por qué hay dolores que conmueven más que otros?”, escribió Luciana Mignoli, de la Red de Investigadores en Genocidio y Política Indígena, grupo de académicos con decenas de estudios sobre cómo el Estado argentino se construyó sobre un genocidio. En su artículo “Gendarmería, muerte y silencio”, Mignoli cita la voz de los sobrevivientes pilagá. “Falta seguir, porque muchos no saben. Y porque todavía duele”, explicaba el abuelo Pedro Pavalecino (su nombre indígena era Salqoe). Solano Cabalero (su nombre pilagá era Ni´daciye), también víctima de la masacre, dejó testimonio pocos días antes de morir: “Tengo 97 años y no olvido. Yo no olvido esta causa. ¿Por qué? Porque ahí está la sangre, ahí están los huesos, ahí en la tierra. Este es mi dolor. No es chiquito. Es grande, está arriba este dolor para mí. Pero la justicia tiene que ser grande, porque pasaron muchos años”.