Al otro lado del zoom, en un set especial preparado para esta entrevista, Enrique Bunbury deja que aflore su sonrisa cuando repasa sus desembarcos por la Argentina. “Cada vez que fui a Buenos Aires, Rosario o Córdoba, el cariño que recibí ha sido siempre inmenso. Y yo he intentado corresponderlo en la medida de lo posible. Aunque siempre menos de lo que debería”, confiesa el cantautor español antes de subirse al escenario del Movistar Arena (está sold out), este martes 5 de diciembre a las 20. “Me trataron excepcionalmente bien y eso lo recuerdo son sumo cariño. El público de Buenos Aires es tan único que es difícil de describir para alguien no haya presenciado un show allá. Supongo que ustedes están acostumbrados a que la gente sea así. Pero cuando viajas por todo el mundo y ves las diferencias entre los públicos, los porteños están en un lugar muy alto en el Olimpo. Si bien con esto no quiero desestimar a los públicos de otras partes, nunca experimenté algo así”.
-¿Y qué es lo que más te llamó la atención del público argentino?
-Intento racionalizar su idiosincrasia, porque se me mezcla con esa pasión a flor de piel. Te podría decir que es un público conocedor. Tiene una historia del rock patrio y del rock internacional. También suele reflexionar y filosofar sobre el rock.
-Tu correspondencia y constancia para con la Argentina ya se tornó en influencia. Hoy hay artistas nacionales que al momento de cantar o de encarar el rock suenan a vos.
-Me cuesta horrores ver mi influencia en algún lado. No sé si existe, pero me alegra mucho cuando me lo dicen. Me hace ilusión que alguien se haya montado una banda a partir de haberme escuchado. Es un honor. Pero no soy capaz de pensar en esa dirección.
A Quique (tal como lo llama su séquito) se lo ve bastante bien. Y pensar que hace un año anunció su retiro de los escenarios por problemas de salud. “He escuchado diferentes nombres y diagnósticos. La realidad es que mi garganta se cierra e irrita, y mis vías respiratorias dificultan el más leve ejercicio y la ejecución de mi trabajo”, explicó entonces el zaragozano a través de un comunicado de prensa. “Lo que normalmente era un placer y deleite, se ha convertido en fuente de inmenso sufrimiento”. En mayo de 2022, antes de celebrar un show en Chicago, el artista determinó: “Tenemos que anunciar que no vamos a poder continuar con la gira. Mis problemas con la garganta y la respiración se acrecentaron y volvieron con agudeza, y, lo que pensaba que iba a estar controlado, está totalmente fuera de mis manos y deseos. Con todo el dolor de mi corazón, me toca adelantar lo que ya veía inminente. Me es imposible hacer más conciertos”.
Esa gira no sólo coincidía con el final del periodo de restricciones por la pandemia, sino también con los 35 años de la publicación de su primer disco: el EP homónimo de Héroes del Silencio, grupo que lideró y que supo escribir uno de los capítulos más insulares y beneméritos del rock español. Es por eso que había preparado una lista de temas en la que repasaba desde las canciones de ese trabajo hasta sus últimos álbumes en calidad de solista. Luego de enterarse de que su condición fue una reacción a una sustancia química contenida en el humo utilizado en los recitales, el músico de 56 años reconsideró su decisión y volvió a salir a la ruta. Aunque en esta ocasión la motivación era doble, porque en ese abrumador hiato preparó su nuevo álbum de estudio, inspirado en el trauma sufrido en ese periodo. Entonces lo tituló Greta Garbo, en honor a la actriz sueca que, en pleno cénit de su carrera, a los 36 años, abandonó la actuación.
En la última entrevista que dio Greta Garbo, el periodista comenzó diciendo: “Yo me pregunto…”. Ella lo interrumpió, y le retrucó: “¿Para qué preguntarse?”. Y se marchó, para después convertirse en la “reclusa más famosa del mundo”. Sin embargo, Bunbury, desde Los Angeles, ciudad que eligió como hogar hace ya 12 años, responde a todas las preguntas con la soltura de un tenista del top 10 en un partido de Grand Slam. “Sinceramente, no quería enfrentarme a más complicaciones. Ya era un problema darle de baja al tour”, explica el cantante, compositor y guitarrista frente a la consulta de cómo fue el día siguiente de su anuncio. “En aquel momento, lo que tenía claro era que no podía enfrentarme a los conciertos. De hecho, sigo un poco con la idea de no hacer más giras. Por eso estos shows quiero tratarlos como algo único. Pero sí iba a continuar haciendo canciones y componiendo álbumes. Y en eso creo que hice énfasis”.
-¿Cómo quedó tu cabeza luego de atravesar ese proceso?
-Por un lado, soy muy cauto con los conciertos. Y estamos en trato con compañías que trabajan el humo de una forma muy natural, con elementos que no me hagan daño. Por otra parte, en el aspecto psicológico no puedo darte una respuesta clara. Sé que quiero ser muy cauto y por eso mi planteo es de pocos shows. Enfrentarme al compromiso de una gira larga, ahora mismo me resulta un tanto extremo. Considero que la música y el público van a ayudar a cerrar esas heridas. Confío mucho en la emoción que va a suponer para mí el subirme de nuevo a un escenario de Buenos Aires y tener al público argentino adelante acompañándome. Todo eso va a ser de gran ayuda.
-¿Por qué elegiste a una actriz como símbolo para afrontar lo que te estaba pasando?
-En el momento en el que abandonó la actuación, Greta Garbo no lo hizo como un acto de debilidad sino de fortaleza. Fue en contra de lo que dicta un momento. Ella había transicionado del cine mudo al hablado con éxito, todo lo contrario a lo que le sucedió a muchos compañeros suyos. Estaba en un momento glorioso y podía haber continuado durante años en la actuación. Yo pensé en que debía enfrentarme a un periodo tan complicado como el que pasé, por eso ella se volvió en un símbolo para mí. Buscaba a alguien o algo que pudiera representar una situación similar, y que tuviera la fuerza que yo necesitaba.
-Pese a que seguramente apelaste antes por la canción para hacer catarsis, ¿alguna vez llegaste a componer desde la angustia?
-Siempre hablamos de la canción como herramienta para la sanación y como lugar de libertad. Ahí podemos expresarnos y, a la vez, es una revolución interna que nos sirve de terapia. O lo que es mejor: nos ahorra un poco de dinero al reemplazar al psicoanalista. Pero en esta ocasión me tocó hacerlo sin tener que reflexionar sobre ello. De alguna forma, era el vehículo natural para expresar todo lo que sentía en un momento en el que no me resultaba fácil comunicarme con la gente que me rodeaba. Lo que me corrió salpicó a muchas personas. Tras cancelar la gira, debía despedir a un montón de gente: desde músicos hasta técnicos, pasando por mánager y otros etcéteras. Eso provocó una situación complicada en las conversaciones.
-¿El repertorio de Greta Garbo partió desde ese lugar o ya tenías otras canciones dando vueltas antes de que te pasara lo que sucedió?
-Las primeras canciones que hice para este disco hablaban más del acto creativo. No me había ocurrido nada todavía. Cuando el castillo de naipes fue derrumbándose, el disco tomó otra dirección. Y, de pronto, Greta Garbo se convirtió en símbolo de lo que me estaba ocurriendo: ella como actriz que abandona los escenarios. Pensé que podía tener cierto paralelismo y entonces aparecieron las canciones más personales.
-¿Cómo hilvanaste todas esas canciones en una misma narrativa?
-La dinámica del álbum es un tema complicado que me fascina: cómo llevar al oyente a lo largo de estas 10 canciones para que comprenda una narrativa que abarca lo textual y lo musical. Tenía bien claro cuáles eran la primera y la última canción del disco. Ambas son metacanciones porque hablan del hecho de escribir canciones. Canciones que se refieren más al acto creativo. Y en el medio de ese sándwich había canciones más personales. Tratan sobre todo lo que me ocurrió el año pasado, la crisis y el vaivén emocional. De todas formas, el álbum cierra con un componente más social. Esas son las canciones que miran hacia afuera.
-En el disco cantás diferente. ¿Eso es una secuela de tu padecimiento?
-Ya me lo dijeron. Pero no es algo premeditado, no sé a qué se debe. Es posible que sea por la mezcla, el contexto, la experiencia, la edad. También es posible que muchos de estos componentes juntos hayan contribuido. Espero que ese cambio en la manera de cantar sea atractivo o interesante.
-Por más que el dolor fue el motor de estas canciones, no inhibió tu capacidad para sorprender. En lo musical, diste un giro camaleónico a lo David Bowie. Hurgaste en el rock, de la misma forma que en el soul, la balada y hasta en el krautrock, lo que habla de tu confianza.
-En ese sentido, me ayudó mucho el trabajo del productor del álbum, Adán Jodorowsky (en la Argentina se dio a conocer por su proyecto musical solista, al igual que por su rol de productor musical de Bandalos Chinos). Al liberarme de la producción, que era lo que venía haciendo en los últimos discos, creo que le dio una frescura y rejuvenecimiento a mi sonido. Puso mi música y mis canciones en un nuevo contexto.
-¿Por qué lo elegiste a él?
-Cuando escuché el disco que le produjo a León Larregui (cantante de la banda mexicana rock Zoé), quedé encantado. Desde entonces, seguí su carrera como productor con mucha admiración. Sobre todo por ciertos toques que me parecen únicos, a partir de su sonido afrancesado. Me fascina esa manera suya de tocar el bajo, porque me evoca a (Serge) Gainsbourg. También me cautiva ese sonido de caja tan cool que logra al producir las baterías. Tiene que ver con algunos discos de los '70, me llevan a Fleetwood Mac o J.J. Cale.
-¿Cómo se conocieron?
-En unos Latin Grammy, en Las Vegas. Una noche, estaba en una fiesta en la que sonaba una música atroz. Creo que lo que querían era matarnos a todos o como mínimo desangrarnos los oídos. Estaba Adán al lado mío y le dije en ese instante que teníamos que hacer un disco juntos en algún momento. Seis o siete meses después, me llamó de la nada justo cuando estaba con los demos de este disco. Entonces pensé que era una señal.
-¿Qué tan lejos se ve la realidad española desde Los Angeles?
-Como decía mi abuela, “en la mesa no se habla de política”. Pienso que la política es una búsqueda de un enfrentamiento horizontal entre la misma sociedad. Mis enemigos no están ni a la izquierda ni a la derecha. El enemigo del ser humano está arriba: son las élites. Están normalmente en los gobiernos, en las organizaciones supranacionales y en las grandes empresas. Hay una intención, de parte de los medios de comunicación y de los propios gobiernos, para que veamos que el de al lado es tu enemigo porque vota a otra cosa distinta. A mí me cuesta mucho entrar en ese juego. En mi casa recibí a demócratas y republicanos, puedo hablar con todo el mundo.
-Antes de sacar Greta Garbo, fuiste noticia al opinar que no sabías si en el reggaetón existía un Bob Marley o un John Lennon. Pero no volvió a haber otras figuras similares ni en el reggae ni tampoco en el rock. ¿Cómo ves la música en general en esta época?
-Las declaraciones siempre las sacan de contexto. Pienso que un género no es malo en sí mismo, todo depende de lo que hagas con él. El reggaetón en sí mismo no es más que un ritmo. “¿Qué haces con eso?”, ésa es la pregunta. No escucho música urbana porque en general no me transmite muchas emociones. Eso no significa que sus artistas no hagan cosas interesantes. En este momento, puede que se amplifique menos lo que hacen las bandas de rock. Lo que no quiere decir que no se hagan discos de rock. Creo que lo de que el rock ha muerto es más un titular que una realidad. Es como decir que el jazz murió porque no está en las listas de ventas. Es un absurdo. Yo atiendo a esa música que me toca el corazón.