Cuando se va hacia los '60 musicales y profundos del Uruguay, emerge su nombre. Diane Denoir fue la musa que generó en Eduardo Mateo –sin dudas, el músico más volado, enigmático y creativo de la era- la necesidad de componer preciosas canciones como “Esa tristeza” o “Mejor me voy”. Ella estaba ahí, no solo como fuente de inspiración sino poniéndole el cuerpo y la voz a semejante poesía. No solo fue su ladera en Los Malditos –grupo iniciático de Mateo-, sino también en El Kinto, banda de la que también formaba parte Rubén Rada, y en sus primeros arrebatos solistas.

Mateo, fallecido en 1990, volverá entonces a renacer en Buenos Aires a través de la voz, el cuerpo y el recuerdo de Denoir. “Me sigue impresionando la vigencia que aún hoy tiene la obra de Mateo, tanto las músicas como sus letras”, dice ella a Página/12, antes de concretar “in situ” su nueva presentación en Buenos Aires, este miércoles 6 de diciembre a las 22.45, en Bebop Club (Uriarte 1658). “Por supuesto que cantaré temas suyos. No siempre canto los mismos, pero en cada show hago al menos una o dos versiones cambiadas. Esto quiere decir que las enfoco de otra manera, pero nunca me desprendo de él”, promete la sutil cantora, sin dar detalle de cuáles canciones de aquel viejo idilio recreará esta vez.

El plan en vivo de “Canciones Urbanas” –tal el nombre del espectáculo- se concretará mediante un trío integrado por el tecladista Andrés Arnicho; el baterista de Rubén Rada, Nelson Cedréz; y otro personaje bien caro en la vida de Denoir, y en la música popular uruguaya en general: el arreglador, bajista, guitarrista y fundador del grupo Tótem, Daniel “Lobito” Lagarde, a quien Denoir conoce desde las épocas de Mateo. “Lo conozco desde que tocaba el bajo Tótem, y ahora es quien no solo hace los arreglos y la dirección musical de las canciones que canto sino quien también toca guitarra en algunos temas. Tremendo trío pues, el que verán”, presagia la cantante de 76 años. “Y le puse 'Canciones urbanas' a lo que hacemos, porque se trata en realidad del género de canciones que siempre he cantado, aunque antes no se las denominaba así. Es más, cuando en los Premios Morosoli de Uruguay se instauró la categoría 'Música urbana' tuve el honor de ser la primer premiada en ese género”.

Además del lado Mateo de la vida, Denoir promete entonces un repertorio plagado de canciones urbanas “no folklóricas”, propias de América latina. “En general, lo poco que se conoce o se difunde de música latinoamericana es del palo del folklore, pero hay también otras músicas hermosas y en ellas es en donde ponemos el foco. Por supuesto, las versionamos a mi manera”. La 'manera Denoir' incluye por supuesto lo producido por ella entre 1967 y 1974, período en el que alternó días y canciones entre Montevideo (donde la llamaban “Lady Beat”, justamente por su aparición durante el boom del candombe-beat), París y Suiza, país en que vivió entre 1968 y 1971. A ese período  pertenece un bellísimo disco grabado en la Argentina con arreglos de Gustavo Beytelmann y Alberto Núñez Palacio, en el que la cantante recreó en todo su esplendor las gemas de Mateo.

Tras un período confuso, caótico, en que la cantante abandonó primero el Uruguay y luego la Argentina -donde se había instalado preventivamente, tras el golpe cívico militar en su país- emergió otro momento constitutivo de “la manera Denoir”. El que abarcó su larga estancia en Venezuela, donde moró hasta 1992, y la sorprendió la muerte de Mateo. A ese momento corresponden la composición junto a Adela Gleijer de “Como un pájaro libre”, canción que volaría por el mundo en la voz de Mercedes Sosa, y la aparición en su vida amorosa y musical del “Lobito” Lagarde, factótum central para que Denoir volviera a cantar tras un prolongado ostracismo.

Fuerte en este sentido fue el trío de jazz y bossa que armó con su pareja y Jorge “Negro” Trasante, percusionista y compositor emblema de la música oriental, en Mallorca. Fue entonces (2006) cuando llamativamente cantó por primera vez en la Argentina, donde volvió en 2009 para presentar el disco Quién te viera, en Notorious. “Aquella fecha coincidió con mi regreso al Uruguay y este disco porta canciones que tenía ganas de cantar, sin condicionarme a criterios comerciales, con músicos uruguayos y argentinos. Eso me provocó una gran satisfacción. Además, volví a los escenarios uruguayos y falleció Mario Benedetti, de quien fui amiga durante muchos años”.

El fallecimiento del escritor viene a cuento porque, además de la actividad musical, Diane, es parte de la Fundación que dejó Benedetti para la custodia de su obra y la lucha por los Derechos Humanos. “Mario incluyó una lista de personas cercanas que quería integraran el Consejo Directivo de Administración. Entre ellas estaba mi nombre, así que tengo además de la música otra gran responsabilidad, que por cierto me ocupa bastante tiempo”.

Una tercera dimensión que completa “la manera Denoir” ancla en la gravitación de su voz en películas. Entre ellas, La uruguaya, adaptación al cine de la obra escrita por el músico y escritor argentino Pedro Mairal, y dirigida por la argentina Ana García Blaya. “Desde que volví al Uruguay, cada día en mi vida varía bastante… No soy muy rutinaria”, apunta la cantante respecto a sus varias actividades. “Tengo un montón de cosas que hacer según el día, que van desde ocuparme del jardín de mi casa o de organizar actividades en la Fundación Benedetti, a resolver cosas domésticas, o simplemente meterme a preparar repertorio o escuchar músicas de otr@s compositores o intérpretes”.

-A propósito de compositoras e intérpretes, ¿qué opinás de Ana Prada, Rossana Taddei, Laura Canoura, Mariana Ingold, cantoras compatriotas tuyas, de distintas generaciones?

-A Canoura y a Inglod las conocí cuando volví del exilio. Tienen como diez años menos que yo, aunque antes había escuchado a Laura cantando en un disco con el grupo Rumbo "Como un pájaro libre", la canción que compuse con Gleijer. Prada es la más joven y es de la que soy amiga, por linda gente y porque me gusta mucho como compositora. Ella tiene una propuesta propia y eso es muy importante.