Como emergente de la confusión en que se debate la dirigencia del justicialismo, luego de los pobres resultados que cosechó en las elecciones primarias de agosto en más de la mitad de los distritos, las principales ofertas de recomposición con miras a 2019 provienen de dirigentes que sufrieron catástrofes en sus propios territorios. Quien pretende representar a los gobernadores justicialistas es Miguel Pichetto, quien en 2015 perdió la gobernación de Rio Negro frente a Alberto Weretilnek por 53 a 34 por ciento, la máxima diferencia ese año en todo el país. Como alternativa o tal vez complemento se propone el ex senador Eduardo Duhalde, quien a principio de siglo quedó unos meses en forma provisoria a cargo del Poder Ejecutivo, por decisión legislativa. En su última exposición a las urnas, en 2011, le fue peor que a Pichetto: con apenas el 5,9 por ciento del voto presidencial quedó a casi 50 puntos de distancia de la fórmula más votada. La vez anterior había sido en 2005, cuando su esposa Hilda González cayó por 46 a 19 por ciento. En ambos casos los Duhalde fueron vencidos por CFK. Es por lo tanto natural que tanto Pichetto como Duhalde se ofrezcan como repelentes de Cristina y como articuladores con el gobierno nacional del presidente Maurizio Macrì, quien desde el comando del grupo SOCMA aprendió a tratar con tales asociados. Lo llamativo es el tremendismo del discurso al que recurren, que contradice sus declarados propósitos de contribuir a la gobernabilidad. Pichetto encomió la decisión chilena de poner la Araucanía bajo jurisdicción del Ejército y sostuvo que la soberanía está amenazada por la inmigración desde países muy pobres, es decir ni Estados Unidos, ni Gran Bretaña ni Italia, de donde provienen los grandes terratenientes de la Patagonia Ted Turner, John Lewis y Luciano Benetton. Aún así, se quedó corto ante la fantasía de Duhalde quien se preguntó “qué pasaría si se cae el avión y desaparece el Presidente”. Agregó que no habría alternativas porque el PJ no está preparado para gobernar, con lo cual desechó de un plumazo la institucionalidad vigente, que prevé mecanismos precisos en caso de acefalía. Sirve como advertencia sobre las hipótesis que bullen en el cerebro del estadista de Lomas de Zamora, con casi medio siglo de experiencia en el desplazamiento de gobiernos electos para que la componenda política substituya a la voluntad popular. Así llegó a la intendencia de Lomas de Zamora en 1974 y a la Casa Rosada en 2002. Las fantasías del avión provocan menos escozor que la del helicóptero, proporcionales al riesgo de su cumplimiento. 

En abril de 2016, Duhalde dijo que el Papa Bergoglio le confesó que “tenía una visión de sangre en Argentina”. Pero en enero de este año reveló a Clarín que quien veía visiones era él. En su alucinación shakespereana no avanza el bosque de Birnam sobre Dunsinane sino un río sobre la residencia de Olivos:

“Una vez estaba con Chiche y salí al parque. 

–¿Chiche, no ves un río?, le pregunté. 

–¿Qué río?, me dice. 

–Ahí, ahí, le dije.

“Claro, no había ningún río. Pero lo veía ahí, en el fondo de la Quinta. Vinieron los médicos y me encontraron bien. Rarísimo”. 

Sí, muy.