El magma feminista y de las identidades diversas conquistó el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, salto cuántico si se tiene en cuenta la evolución institucional desde el Programa de Promoción de la Mujer y la Familia con la recuperación de la democracia --transformado en la Subsecretaría de la Mujer-- , pasando por el Consejo Nacional de la Mujer --luego devenido de las Mujeres--, sucedido por el Instituto Nacional de las Mujeres, hasta la creación del Ministerio con el gobierno que cesa su mandato.
Se ha anunciado de diversas maneras por las autoridades electas que no será continuado, aunque no haya habido ninguna presencia de encargados de la transición ante sus autoridades. Una defunción de hecho, ni un mínimo gesto de comedimiento con el significado crucial del organismo.
La amenaza de extinguirlo también estuvo presente en el programa de otras candidaturas. Recuerdo haber manifestado que no se trataba apena de una devaluación jerárquica en la estructura gubernamental, sino de una rebaja de valor referida a los derechos de ciudadanía de mucho más de la mitad de la población.
Durante estos 40 años de vida democrática, si hubo una escalada incontestable en materia de ampliación de derechos, ocurrió especialmente en lo que concierne a la condición de las mujeres y de las disidencias sexo genéricas. El plexo legal que hemos conquistado es abigarrado, extenso y en gran medida ejemplar en el área regional. Las reformas no apenas de denominación de organismos en la mayoría de las 24 jurisdicciones de nuestro país, representan una marca singular de los cambios producidos a raíz de las luchas de los feminismos, de los organismos de los colectivos de la diversidad, de las masivas movilizaciones de los antes denominados Encuentros Nacionales, de los empeños formidables como el movimiento Ni una menos emulado en algunos lugares del planeta.
La acción del Ministerio pudo satisfacer demandas de absoluta emergencia, especialmente a través de programas destinados a paliar la violencia contra las mujeres y las disidencias, a empinar económicamente a las personas afectadas, a fortalecer existencias precarias, y a iniciativas como la Ley integral de cuidados en tratamiento en el Congreso.
¿Está también en vías de extinción la línea 144, que desde hace una década ha sido un dispositivo fundamental para salvar vidas, robustecida en estos años con la posibilidad de comunicar en nuestras lenguas aborígenes y en otros idiomas? Como señala el contundente documento firmado por quienes integran el Consejo Federal (de todas las jurisdicciones con independencia del color político de sus autoridades) y el Consejo Asesor del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad --que funcionó ad honorem y que tuve el privilegio de presidir--, frente a la dolorosa extinción de este último, pedimos a las nuevas autoridades que apenas cumplan con sus inexorables obligaciones, porque “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”.
Y en lo inmediato no cabe, en absoluto, despedir a nuestro Ministerio, salvo con un “hasta pronto”, porque como he dicho en estos días, “las feministas nunca nos despedimos”.