Desde Marrakesh

Tilda Swinton tiene más de cien películas bajo el mando de realizadores tan distintos como Guillermo del Toro, George Miller, el oscarizado Bong Joon-ho, Pedro Almodóvar, Apichatpong Weerasethakul, Wes Anderson, Jim Jarmusch, y los hermanos Joel y Ethan Coen. Es capaz de saltar de una superproducción de Hollywood a proyectos de corte autoral con una ductilidad admirable. Lo suyo es ponerse en la piel de criaturas a veces de corte fantástico, otras más cercanas a lo terrenal, pero siempre revestidas del misterio inherente a su figura andrógina, casi extraterrestre, de 1,80 metros de altura. Quizá por eso no cuesta imaginarla como una artista fría, seria y distante, de esas que hablan del Arte -así, con mayúsculas- con frases encriptadas. Pero no: esta mujer nacida en Londres hace 63 años es afable y cálida, poco adepta al divismo asociado a las grandes estrellas del cine internacional, incluso cuando sea uno de los cuerpos celestes más brillosos de ese firmamento.

Como la de casi todas las actrices y actores nacidos en el Reino Unido, la carrera de Swinton empezó en los escenarios teatrales haciendo obras de Shakespeare. Recién a mediados de la década de 1980 incursionó en el cine de la mano del director, escenógrafo y artista plástico Derek Jarman, puntapié para una filmografía que construyó peldaño a peldaño y haciendo de la variedad un norte curatorial innegociable. De allí, entonces, que en último par de años haya pasado de Memoria, del tailandés Apichatpong Weerasethakul, a ponerle la voz a uno de los personajes de la relectura de Pinocho propuesta por Guillermo del Toro y a colaborar nuevamente con Wes Anderson en Asteroid City, no sin antes ponerse al servicio de Pedro Almodóvar en el mediometraje La voz humana, de su íntima amiga –se conocieron en el colegio primario, cuando tenían once años– Joanna Hogg en La hija eterna y de David Fincher en El asesino.

Pero Swinton, madre de dos gemelos de 26 años, Xavier y la también actriz Honor, sabe que su trabajo va mucho más allá de los sets: hasta las elecciones de vestuario para sus apariciones públicas, afirma, comunican algo. ¿Hay algún vínculo entre su estilo y sus actuaciones? “Están conectados porque aplica el mismo principio de mostrar una relación”, dice durante una entrevista con medios internacionales –incluyendo Página/12– realizada en el Hotel Mamounia de Marrakech, a donde llegó para dar una charla pública en el marco de la 20º edición del Festival Internacional de Cine de esta ciudad marroquí. Sigue la actriz: “Entonces, cuando uso una prenda de Chanel, es por mi relación con Chanel. Cuando llevo puesto algo Haider Ackermann, uno de mis amigos más cercanos, es porque trabajamos juntos de una manera muy conceptual y atractiva. Además, no puedo fingir que soy una persona tímida. Salir en público mostrando estas relaciones es una manera de estar en compañía”.

-¿Le das importancia a lo que se dice sobre tu ropa y tus trabajos?

-Soy un dinosaurio que no tiene relación con las redes sociales. Nunca tuve, de hecho, así que no sé mucho qué dicen sobre mi apariencia. Sí me gusta leer reseñas. Siempre tengo curiosidad por las críticas cinematográficas y por cómo reciben mis películas los críticos. Pero aprendí que no puede impactarme mucho lo que escriban sobre mí porque no se trata de ellos sino de la audiencia. Las devoluciones del público sí son importantes, esa es la relación principal.

-Suele decirse que Hollywood no ofrece muchos papeles para mujeres mayores a 50 años. ¿Te enfrentás a eso?

-No estoy en Hollywood, así que no sé nada de eso. Estoy en otro planeta, trabajando y desarrollando proyectos con cineastas. En todo caso, me importa que los papeles que acepto sean cada vez más enriquecedores para mí. Mis hijos tienen 26 años, por lo que tengo más tiempo. De hecho, en los últimos años he podido involucrarme en cosas que requieren más tiempo y que no hubiera podido hacer si ellos eran más chicos.

La actriz en "La voz humana", de Pedro Almodóvar.

-Has dirigido una película ensayística y un corto. ¿Te interesaría profundizar tu faceta de directora, ahora que tenés más tiempo?

-Las cosas que hice fueron a modo de testeo. Para ser honesta, por ahora estoy tratando de no dirigir, pero no sé qué puede pasar más adelante, nunca digo nunca. Por lo pronto, hoy disfruto ayudando a los directores con los que elijo trabajar a llevar sus proyectos adelante.

-Tu hija Honor te definió como “una verdadera estrella de rock”. ¿Te reconocés en ella?

-¿En serio dijo eso? Esa es la desventaja de no leer nada. En ella veo más a otros miembros de mi familia, como mi madre. Para ser honesta, me veo más en mi hijo, pero a Honor la amo muchísimo y somos muy cercanas, aunque cada tanto nos enfrentamos. Honor y Xavier son gemelos, pero son muy diferentes. Diría que porque me veo tan poco en ella es que la admiro. Realmente la admiro mucho. Ella es ella misma.

-Ella dijo lo mismo sobre vos: que sos fiel a vos misma y que no obedeces a nada que no sea lo que dice tu voz interior…

-Ella tiene eso desde muy joven, por lo que estoy muy feliz. Si voy a atribuirme algún crédito, puede ser el hecho de quitar los obstáculos de sus caminos para que ellos crezcan. La tarea principal de un padre es apartarse para que los hijos sean libres y fieles a sí mismos.

-¿Tiene un costo para vos el trabajar en un arte tan diverso como el cine?

-El costo es la emoción. Va a sonar muy mundano, pero para mí la parte más costosa es que vivo en un lugar muy hermoso en Escocia y suelo trabajar lejos de allí. Ese es el viaje emocional más importante que tengo que hacer. Después, durante los rodajes se arman dinámicas parecidas a las de una familia. Trabajo con directores muy distintos, pero de alguna manera todas esas “familias” van de la mano: mi familia con Bong Joon-ho, con Wes Anderson, con Jim Jarmusch, con Joanna Hogg... todas coexisten y son muy diferentes, pero se conocen.

-Solés elegir trabajos en historias fantásticas que no parecen transcurrir en este mundo. ¿Es uno de tus criterios a la hora de aceptar un guion?

-Es una pregunta interesante, pero no sé la respuesta, aunque también noto eso. Creo que es una cuestión de sensibilidad compartida con muchos de mis colegas y directores con los que trabajo. Me interesa un tipo de fantasía que no necesariamente signifique una película fantástica, pero sí una especie de transporte. Por ejemplo, el trabajo que hago con Jarmusch siempre se siente como una fantasía: aunque esté en un set en Detroit, sé que soy un vampiro de tres mil años de edad. Con Bong Joon-ho me pasa lo mismo. Sí creo que las películas que hice con Joanna, especialmente La hija eterna, existen en un mundo más cercano al que podríamos llamar real porque ahí entró en juego la memoria y no tanto la fantasía.

-Da la sensación que, incluso en las películas más comerciales, vos hacés que los directores se pongan a tu servicio y no al revés.

-He tenido mucha suerte, pero mi vínculo con esos proyectos siempre es por la gente. Los directores no preguntarían por mí si no me quisieran. Dudo que pidan por mí y después digan: “No, bueno, en realidad queremos a otra persona”. Ellos saben qué están consiguiendo y me hacen un lugar para llevarme en sus viajes. Eso no significa que quiera repetirme. Siempre me he sentido afortunada de poder trabajar en películas como El asesino, de David Fincher, que fue algo casi experimental porque él tiene una manera muy particular de filmar que lo lleva a repetir escenas una y otra vez. Más allá de que pueda estar en la industria, todavía tiene un corazón absolutamente experimental.

-¿Alguna vez te arrepentiste de haberle dicho que no a algún cineasta?

-Mi respuesta inmediata es no, porque ahora no me viene ningún nombre a la cabeza. Hay personas que quiero mucho y con las que espero poder hacer algo en algún momento. A veces conozco a alguien durante mucho tiempo antes de trabajar juntos, como por ejemplo Apichatpong Weerasethakul, con quien siempre dijimos que íbamos a trabajar juntos. Y ahora que empezamos, seguimos, y se siente como si hubiéramos hecho cinco o seis películas juntos.

-Pedro Almodóvar recibió muchas ofertas para rodar en inglés en Estados Unidos, pero siempre que no se sentía preparado, hasta que en 2020 años filmó contigo La voz humana. ¿Cómo fue esa experiencia?

-Fue maravilloso. Pedro es uno de los ejemplos de un director que conocía muy bien sus trabajos incluso antes de haberlo tratado. Es una piedra angular no sólo del cine moderno. Tiene una relación con el cine de Hollywood de los años '40 y '50 más cercana que muchos directores norteamericanos contemporáneos. Al principio me pareció extraño que se acercara a mí porque ninguna de las mujeres de sus películas se parece a mí. Cuando lo conocí, le dije que me encantaría trabajar con él y que, como no sabía español, podría hacer de muda. No quería sugerirle que hiciera algo en inglés, así que me sorprendió cuando me pidió que hiciera La voz humana.

Proyectos

De Almodóvar a Oppeheimer

Tilda Swinton suele decir que se “enamora” de los directores con los que trabaja. El último flechazo ocurrió con Pedro Almodóvar, con quien volverá a reunirse para The Room Next Door, su debut en la realización de largometrajes en inglés luego de los mediometrajes La voz humana y Extraña forma de vida. “Me pone muy contenta estar trabajando con él otra vez”, dice sobre sus sensaciones ante un rodaje que se realizará desde marzo en Nueva York y España. Pero esa actividad no es la única que figura en la agenda cercana de la británica. En próximos meses comenzará con las giras promocionales de The End, un “musical apocalíptico” a cargo de Joshua Oppenheimer, el mismo del díptico documental sobre el genocidio indonesio integrado por The Act of Killing (2012) y The Look of Silence (2014), y con Michael Shannon, George MacKay, Lennie James y Tim McInnern completando el elenco. “Esta es su primera película no documental, y trata sobre una familia y un grupo de personas que han vivido en un búnker subterráneo durante 25 años a raíz de un desastre ecológico provocado en gran parte por el padre. Fue muy interesante porque para Joshua es su primera ficción y, por lo tanto, nunca había trabajado con actores profesionales. Él tuvo que asumir muchos desafíos para estar a la altura de una película tan ambiciosa y con tantos riesgos como The End”, cuenta.