La principal restricción de la economía argentina que la mantiene en una inestabilidad permanente es la escasez relativa de dólares en el Banco Central. Si no se coloca en el centro del análisis este condicionante resulta muy frágil cualquier evaluación de la herencia económica de un gobierno a otro.
En el primer día de ejercicio de la presidencia Javier Milei dedicó casi la totalidad del discurso inaugural, de espaldas al Congreso, para señalar la herencia inmediata y la histórica. Es oportuno precisarlas entonces para no caer en la habitual trampa política de la justificación de las falencias propias y del fiasco próximo tirando las culpas al pasado reciente.
El eficaz recurso exculpatorio "Ah… pero Macri" utilizado en los últimos cuatro años puede replicarse a partir de ahora con "Ah… pero los K".
Saber qué pasó, evaluar qué se está haciendo y estimar cuál será el horizonte inmediato es el recorrido recomendado para encarar el análisis económico y gestión de la política económica. Se trata de un ejercicio básico de tres pasos en la tarea de abordar la cuestión económica.
La complicación aparece cuando en este proceso se distorsiona el pasado y, en especial, el presente, como lo hizo Milei en varias oportunidades. Y lo hizo con una sucesión de cifras que no superan la prueba ácida de la rigurosidad. En el barrio se diría "está tirando fruta".
Las cifras del déficit fiscal, el cuasifiscal del Banco Central, la deuda con los importadores, la deuda pública de vencimiento inmediato, la deuda total, y números de otras variables, fueron sobredimensionadas. Son cifras exageradas para justificar un ajuste regresivo y enfatizar su inevitabilidad. "No hay alternativa posible al ajuste ni al shock", repitió Milei.
El ajuste planeado es innecesario y, fundamentalmente, injusto.
En su momento, el poderoso dispositivo mediático y político de derecha decidió ignorar la pesada herencia del gobierno de Macri y, más aún, cuestionar a quienes señalaban los inmensos condicionamientos dejados de esa traumática experiencia. Ahora, en cambio, se activa sin pudor y a toda potencia el motor de la herencia kirchnerista. "La peor de la historia", definición que de tan exagerada impide ser tomada en serio.
No es secreto que cargar las culpas sobre el Estado y las políticas expansionistas con ampliación de derechos habilita la impunidad y el retorno de los responsables de experiencias neoliberales y sus herederos que hundieron al país en crisis de proporciones. De este modo, después de Alfredo Martínez de Hoz (dictadura militar 1976-1983) irrumpió Domingo Cavallo (Menem y De la Rúa 1989-2001) y luego desembarcaron Alfonso Prat-Gay, Federico Sturzenegger, Luis Caputo, Nicolás Dujovne y Guido Sandleris (Cambiemos 2015-2019). Esa impunidad explica que ahora el equipo económico de Milei sea liderado por Luis Caputo junto a la casta de financistas. Son los mismos, con la misma receta y con la elección de las mismas víctimas en la repetición del ajuste conocido.
No será aquí que se encuentre la deliberada estrategia de negación de la derecha. En más de una ocasión se puntualizaron las falencias de la política económica y lo más relevante de lo que sucedió en los últimos cuatro años en la cuestión económica. Ahora bien, es válido precisar cuál es la verdadera herencia y eludir la inventada para justificar la aplicación de un ajuste regresivo sobre los ingresos de los sectores populares, incluyendo las clases medias empobrecidas.
La gestión Fernández deja una crisis y la clave es determinar de qué tipo es para no caer en la trampa de un diagnóstico equivocado. El deficiente manejo de abultados excedentes de dólares comerciales en un contexto internacional complejo (pandemia, suba de la tasa de interés internacional y la guerra Ucrania-Rusia) y un evento local inesperado (la peor sequía de la historia) derivó en un estrangulamiento extremo del stock de reservas del Banco Central.
En este marco global no se supo administrar la puja distributiva arrojando la economía a una crisis de ingresos, o sea de inflación muy elevada con deterioro del poder adquisitivo de la mayoría de la población y el consiguiente aumento de la pobreza.
Ignorar o no comprender la dinámica de esta crisis, al considerar que los aumentos de los precios y la destrucción de la capacidad de compra se deben exclusivamente a la emisión monetaria y el desequilibrio de las cuentas públicas, derivará en acciones que sólo agudizarán la crisis. Sin dólares no hay paraíso por más fuerte que sea el ajuste fiscal y monetario.
El frente cambiario, financiero y fiscal plantea desafíos y el panorama general es complejo, pero esto no significa que no puedan ser encarados con una habilidad política y técnica distinta a la que propone Milei, puesto que no es necesario castigar aún más a la mayoría de la población con un ajuste regresivo e injusto al grito de "¡Viva la libertad, carajo!"