“¿Cuándo es que  un comediante deja de ser gracioso y se vuelve tierno?”, se pregunta Paul Finchey al comienzo de National Treasure (estrena el lunes 23 a las 22 por el canal 201 de DirecTV y la App DirecTV Play). Al final de esa misma escena tendrá que preocuparse por algo peor, ya que ha dejado de ser “gracioso y tierno” para ser considerado un depredador sexual. La miniserie de cuatro episodios, ganadora en la última edición de los premios Bafta, mete el dedo en la llaga en un tópico candente y terriblemente actual como lo es el del abuso vinculado a personalidades mediáticas. Además de la pregunta sobre la inocencia o culpabilidad del acusado (la ambigüedad es una de las claves), su intención es mostrar el cadalso de una celebridad y el lado más repugnante del showbiz.  

Antes de que la noticia llegue a los tabloides y al estrado judicial, Finchey (Robbie Coltrane) es un hombre del espectáculo venerado por sus gags de comedia en programas que se repiten por televisión. Y está su ego, tan grande como el de su propio cuerpo fofo. Herido porque tiene que darle un premio a la trayectoria a su otrora compañero, Mark (Karl Jenkins) y que esperaba se lo concediesen a él. “Nadie le niega aplausos a un viejo, pasaba lo mismo con Stalin”, le dirá a su cónyuge, Marie (Julie Walters). A la vuelta de esa ceremonia, la policía lo recibirá con la denuncia de haber violado a una mujer a mediados de los ‘90. Entonces, el secreto sobre un accionar que circulaba sotto voce ya no podrá taparse. Empezando por los videos pornográficos en su celular, pruebas de infidelidad y más denuncias de otras mujeres, incluyendo una menor. El círculo íntimo sabía que el abuelito querible estaba más cerca de ser un león herbívoro, aunque cerrará filas clamando su inocencia. Su esposa es una creyente confesa, dolida por las noches en las que Paul llegaba con “el olor de las mujeres baratas”. Su hija (Andrea Riseborough) está recluida en una institución mental y tiene varias deudas por saldar con su padre. En la mejor escena del primer episodio Dee le recuerda a su padre una anécdota que éste dice haber olvidado: cuando le partió la cabeza a su yerno con una piedra para demostrar la dureza de la misma. 

El actor señaló que en algunas escenas no tuvo que actuar en absoluto. “La evidencia es tan desgarradora. Quiero decir, si no te conmueve con eso, también podés entregar tus cartas de ser humano”, dijo refiriéndose a sus lágrimas durante las escenas en el juicio. Su personaje es de esos que muestran a un monstruo muy humano. Vanidoso, frágil y capaz de cometer actos espantosos. El drama, en vez de regodearse visualmente con lo que habría hecho, confía en el poder de las palabras. “¿A mí me acusan y él sale por televisión?”, dice dolido porque las cámaras siguen a un colega, la otra mitad del dúo que estelarizó en sus mejores años. Es una actuación refinada que recurre a lo dicho, a los gestos y al cuerpo. En este caso, el de un geronte deteriorado que se toma su tiempo para caminar y del que la cámara no se despega en ninguna secuencia, ni cuando está en la cárcel, con una prostituta o paseando un perro. Se lo siente demasiado cerca. Algunos planos son arriesgados, la lente lo acosa para mostrar sus poros y pensamientos. “Fue como actuar del Monte Rushmore”, graficó Coltrane.

La decisión de poner el foco en el acusado más que en sus víctimas se justifica ya que National Treasure, tal como el nombre de la miniserie lo indica, pretende desentrañar la red de complicidades dentro de la industria audiovisual que pondera, apaña y sirve de trampolín a estos crímenes. En este sentido, la miniserie podría ser vista como la biopic de un personaje que no existe pero que se parece muchísimo a varios. Puede que al espectador local lo asocie con el del productor Harvey  Wainstein, el de los directores Roman Polanski (acusado por cuarta vez de violación) y Bernardo Bertolucci con sus confesiones sobre el padecimiento de Maria Schneider durante la realización de Último Tango en Paris. Pero la resonancia más directa es con la Operación Yewtree. Una investigación policial que hace poco más de un lustro se desplegó en Gran Bretaña (entre sus acusados estuvieron el presentador de Top of the Pops, Jimmy Savile, y el cantante Gary Glitter) y destapó una serie de abusos que incluían la pedofilia. El escándalo fue mayor ya que el modus operandi de algunas de las personalidades contó con anuencia o fue velado por medios como la BBC. Y National Treasure se encarga de borronear los límites de ficción y realidad. “Creen que soy como el cretino de Jimmy Savile”, se queja Finchey al final del primer episodio y puede que los demás tengan razón.