Cuando Javier Milei ganó las elecciones, Elon Musk lo felicitó por la red social X con un mensaje digno de oráculo antiguo: “La prosperidad está por llegar a la Argentina”. De hecho, hubo varios guiños previos entre el libertario y el magnate, que afila los colmillos y se acomoda la servilleta para aterrizar de manera agresiva al territorio local. En el DNU extra large que modifica puntos sensibles en la vida de los argentinos, hay un artículo de los más de 300 que directamente le abre las puertas del cielo, al desregular los servicios de internet "para permitir la competencia de empresas extranjeras" y garantizar que la “provisión de facilidades de los sistemas satelitales de comunicación sea libre”.
Starlink, la compañía de internet satelital que el propio presidente nombró en su cadena nacional, llegará en el segundo semestre de 2024 y ya brinda promociones para acceder a su servicio. La decisión del mandatario perjudica de manera directa a Arsat, la perla local que desde hace 17 años brinda soluciones en el mismo sector a partir de satélites geoestacionarios y que, según parece, podría ser privatizada.
Starlink ofrece conectividad global, a través de una constelación de miles de satélites de órbita baja (a unos 550 kilómetros, a diferencia de otros del rubro que se encuentran a más de 30 mil km) que poco a poco, a partir de su desplazamiento, cubre una mayor cantidad de superficie terrestre. Bajo esta premisa, la información que viaja a través de ondas electromagnéticas lo hace mucho más rápido.
Para el usuario, por su parte, demanda una infraestructura muy sencilla que prescinde de cableado e instalaciones complejas. El proyecto marcha a todo vapor: a través de lanzamientos continuos, busca minar el cielo; a la fecha, ya lanzó 4 mil para proporcionar internet de alta velocidad a millones de usuarios en todo el planeta.
Según la propia firma, se vende como una buena opción para ofrecer conexión a internet en áreas rurales o más despobladas (minas, zonas pesqueras) a las que no suele llegar el servicio. Garantizar el acceso, algo que en este momento es tarea de Arsat. “El desembarco de Starlink coloca a la empresa en un rubro en el que hay muy pocos jugadores. Me refiero a la provisión de servicios de internet satelital de alta calidad en zonas rurales. No va a competir con las grandes compañías de telecomunicaciones, sino en un sector bastante acotado”, explica Agustín Espada, investigador del Conicet en el Centro de Industrias Culturales y Espacio Público (Universidad Nacional de Quilmes).
Luego continúa: “Sus satélites de órbita baja representan un avance tecnológico en materia de provisión. Ofrecerá un servicio más orientado a los actores que se encargan de la producción agropecuaria, que a la población en general. Es un negocio, por lo tanto, que se monta en el rubro del agro principalmente”. Y advierte: “Esta decisión, sin condicionantes, puede ser bastante ruinosa para las empresas pequeñas que ya brindan el servicio en áreas alejadas”.
Para ser parte de la familia Starlink, las personas deben realizar un depósito inicial de 9 dólares que después se incrementará en una tarifa fija que en otras partes del mundo ronda los 90 dólares (entre otras ofertas, hay una membresía que sale 52). A ello, debe sumarse un costo de instalación que va entre 500 y 600 dólares. Con un dólar a mil, cada usuario que contrate el servicio debería desembolsar la módica suma de 90 mil pesos al mes.
Enamorados de Musk
Milei invitó a Musk en reiteradas ocasiones a Argentina y, previo a las generales de octubre, el millonario devolvió el gesto al describir a La Libertad Avanza como “un gran cambio”. La devoción por el dueño de otras firmas gigantes como Tesla y Space X no es privativa del presidente, sino también de Diana Mondino. Ante una consulta en la red X: “Me vuelvo loco, llega Starlink a la Argentina?”, la canciller respondió: “Estamos en eso”.
Más allá de la fiebre actual por la llegada de Starlink, lo cierto es que ya venía explorando la posibilidad de desembarcar en Argentina. El multimillonario (cuya fortuna, según Forbes, está calculada en 240 mil millones de dólares), en 2021 obtuvo el permiso de parte de Enacom para poder operar y un año más tarde se registró en el país como Starlink Argentina SRL.
Sin embargo, no es que Argentina tenga algo especial para Musk: simplemente se trata de un mercado extra para explorar y explotar. En el continente, ya tiene presencia desde Canadá hasta Chile, y refuerza la voracidad de su estrategia comercial, aprovechando los vientos políticos favorables en cada nación. A excepción de Venezuela, hacia fines del año que viene el servicio de internet satelital estará en toda Sudamérica.
Vale destacar que aunque Starlink sea la preferida, el gobierno de Milei apoya todo cuyo sello de origen provenga del sector privado. Así lo refiere Espada: “De todas maneras, el DNU no solo trabaja sobre la posibilidad de ingreso con mayores facilidades para Elon Musk, sino que también favorece la apertura del mercado satelital a otras empresas para el público general, como Claro y Telefónica que podrán brindar el servicio de internet y televisión por la vía satelital, cosa que antes no podían”.
Arsat, con los días contados
Con el DNU, la empresa argentina que brinda soluciones digitales no solo tendrá competencia en un rubro que en el que prestaba servicios, sino que también, vía su privatización, podría ser absorbida. El empresario mexicano Carlos Slim (dueño de América Móvil) y hasta el propio Musk ya colocaron un ojo en Arsat.
En los últimos cuatro años, amplió sus servicios de conectividad terrestre (red federal de fibra óptica) y satelital (Arsat I y II) a escuelas y hospitales de todo el territorio nacional (a menudo de difícil acceso), y fue clave para sostener la conectividad en pandemia. Así, a pesar de que sus ingresos crecieron un 800 por ciento, nada cambia la ecuación para el libertario que está decidido a agilizar su venta. De hecho, la empresa de bandera ya tiene precio estimado y todo: 930 millones de dólares.
Si se concreta la venta, quedará en el recuerdo el emotivo lanzamiento de Arsat I en la primavera de 2014, desde Guayana Francesa. Aún resuenan los comentarios de Víctor Hugo Morales y Adrián Paenza que con un relato mítico inmortalizaron la concreción de un proyecto de conocimiento científico y tecnológico ligado a la soberanía nacional. También quedarán a un lado las palabras de la entonces presidenta Cristina Fernández que aseguraba: “Todo esto no es un milagro ni suerte ni tampoco viento de cola”, sino “voluntad política, decisión de Gobierno y política de Estado”.
Se truncarán, asimismo, los proyectos Arsat Segunda Generación I y II, que tenían el propósito de brindar banda ancha satelital confiable y de calidad a todo el territorio argentino, incluyendo a las Islas Malvinas y Antártida en la próxima década. El pasado piasado y el futuro imposible.