La Puerta 8 es uno de los accesos a la guarnición militar de Campo de Mayo. A pocos metros de esa entrada y frente a la Ruta 8, existió durante los años de la dictadura una edificación blanca, con tejas rojas y persianas verdes que, hacia finales de la década de 1990, fue demolida. Después de haber recibido una declaración anónima –aportada por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación (SDH)–, la jueza federal de San Martín Alicia Vence dictó una medida de no innovar en la zona porque considera que hay elementos suficientes para considerar que ese lugar podría haberse usado como centro clandestino de detención, tortura y exterminio durante el terrorismo de Estado –como otros espacios que también funcionaron dentro del predio de Campo de Mayo.

Hace dos años, la auxiliar fiscal Gabriela Sosti definió a Campo de Mayo como un infierno a cielo abierto. En sus más de 5000 hectáreas, hubo distintos lugares que funcionaron como centros clandestinos: el Campito, Las Casitas, la Prisión de Encausados y el Hospital Militar, entre otros. Ese infierno –a 40 años de recuperada la democracia–, sigue siendo, en buena parte, un misterio por descifrar.

En julio pasado, el Archivo Nacional de la Memoria (ANM) –que depende de la SDH y entonces estaba a cargo de Marcelo Castillo– recibió una declaración anónima de una persona que arrojó luz sobre uno de los espacios de los que se hablaba y había poca información: la Puerta 8 de Campo de Mayo.

La denuncia indicaba que, ingresando por esa entrada y a unos 50 metros de una garita que controlaba la Gendarmería, existía un bloque de edificios que habrían funcionado como el Destacamento de Comunicaciones Puerta 8 o la Estación de Radio Puerta 8. El edificio principal tenía pisos amarillos y rojos. Los edificios laterales se usaban para alojar al personal militar. Había un galpón para guardar vehículos y una cancha de fútbol. La denuncia indicaba, además, que en ese lugar se habría torturado y que se habrían sacado cuerpos para ser escondidos en otros lugares.

El edificio, según la persona que denunció, habría funcionado bajo las órdenes del teniente coronel Herman Antonio Tetzlaff, el militar que se robó a Victoria Montenegro y Horacio Pietragalla Corti –quienes recuperaron su identidad gracias a la búsqueda de Abuelas de Plaza de Mayo. Tetzlaff se apropió de Victoria, a quien anotó como su segunda hija, mientras que entregó a Horacio a una mujer que trabajaba en su propia casa.

El edificio como tal no existe ahora. Una investigación realizada por el ANM con imágenes aéreas permitió reconstruir que efectivamente existió entre 1972 y 1997. Después fue demolido y solo quedaron los escombros. No es la primera vez que en Campo de Mayo se destruían edificios para borrar evidencias: ya lo habían hecho --en plena dictadura-- con el Campito. En diciembre de 1997, curiosamente, Tetzlaff fue detenido por la apropiación de Victoria.

Para la jueza Vence, hay elementos para avanzar con una investigación más profunda sobre el lugar. “Existen elementos que me hacen pensar que ese lugar demolido podría haber funcionado como centro clandestino de detención y que allí podrían haberse llevado a cabo enterramientos”, escribió la magistrada en la resolución a la que tuvo acceso Página/12. Vence le ordenó al Ministerio de Defensa –a cargo de Luis Petri– no modificar, mudar, alterar o introducir cambios en la zona.

"Siempre han existido presunciones de que en Campo de Mayo existieron otros lugares de cautiverio además de El campito, Las Casitas, el Hospital Militar, la Cárcel de Encausados, entre los más conocidos. Por eso es necesario que se investigue a fondo la existencia de este probable sitio”, reclama el abogado querellante Pablo Llonto. “En estos 20 años se avanzó mucho en la determinación de hechos ocurridos dentro de todo Campo de Mayo, pero quedan centenares de casos sin determinación de lo que ocurrió y de sus responsables, y por ello es necesario acelerar todas estas investigaciones".

Una foto aérea de la edificación en 1972. Fuente: ARBA- ANM-SDH.


Una foto aérea de 1999 muestra que fue demolida la edificación. Fuente: ARBA-ANM-SDH.


Un hombre de la inteligencia militar

Tetzlaff nació el 28 de junio de 1939 y murió el 17 de mayo de 2003. En el Ejército se especializó en el arma de Comunicaciones. Se casó con María del Carmen Eduartes antes de que lo destinaran a Mendoza. Allí empezó su lucha contra “elementos subversivos”. En un reclamo administrativo consignó que entre 1960 y 1962 estuvo abocado al combate de la Unión Guerrillera Andina (UGA).

En 1974, hizo el curso básico de comando. En 1975, lo mandaron a combatir al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) cuando copó el Batallón de Arsenales 121 Fray Luis Beltrán de Rosario. El 9 de enero de 1976, Tetzlaff ya estaba en Campo de Mayo, donde fue destinado a la sección de Inteligencia. El 13 de febrero de ese año, una patota al mando de Tetzlaff entró en la casita de William Morris en la que vivían Hilda Ramona Torres y Roque Orlando Montenegro con su beba de trece días. Los tres fueron secuestrados. Tetzlaff se quedó con la beba, la inscribió como si hubiera nacido el 28 de mayo de 1976 –un día antes del Día del Ejército– y la llamó María Sol.

En diciembre de 1976, Tetzlaff fue destinado al Batallón Logístico 10 con asiento en Villa Martelli. Allí fue el oficial de Operaciones (S3) y el oficial de Inteligencia (S2). En Martelli mantuvo cautivos a dos grupos de secuestrados que venían del centro clandestino El Vesubio. Por su rol en la represión, Tetzlaff –a quien los sobrevivientes recuerdan como un hombre corpulento y muy violento– le dieron un diploma de honor.

Herman Antonio Tetzlaff. Foto de su legajo.

En 1979, el Ejército le dio una nueva misión: poner en funcionamiento la Agrupación de Operaciones Electrónicas, que tuvo asiento en City Bell. En 1980, volvió a Campo de Mayo como jefe del Centro Fijo de Comunicaciones de esa guarnición. Entre 1980 y 1983, Tetzlaff se dedicó a hacer tareas de inteligencia y operaciones electrónicas contra las “bandas de delincuentes terroristas”. En un descargo administrativo, contabilizó 1017 operativos “sin perjuicio de sus funciones”. Una hipótesis probable es que el destacamento de Puerta 8 haya estado activo como centro clandestino durante ese período.

En democracia, Tetzlaff estuvo al frente de una unidad militar en San Martín y pidió el retiro voluntario en 1992. Al tiempo montó una agencia de seguridad con otros integrantes de su patota. Cuando Tetzlaff cayó en desgracia y fue detenido por la apropiación de Victoria, sus compinches empezaron a presionarlo para que vendiera su parte. Lo hizo. Después puso un locutorio en Campo de Mayo.

Tetzlaff trabajaba también para la empresa Mercedes Benz y posiblemente estuvo vinculado a la intervención de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL) durante la dictadura. En su casa guardaba distintos teléfonos de esa compañía. También tenía, entre sus "tesoros", grabaciones con interrogatorios y una manopla, según cuenta Montenegro en su libro Hasta ser Victoria.

El vínculo de Tetzlaff con Campo de Mayo parece innegable. La casaquinta que tenía la familia en la zona de Cañuelas se llamaba “El Campito”. Los perros que habitaban la vivienda eran dos ovejeros que venían de la guarnición militar. En su libro, Montenegro recuerda que uno de ellos mascaba alambres de púa. Eran tan hermosos como asesinos, los describe.

Cuando Victoria declaró en el juicio por el plan sistemático de robo de niños y niñas, la justicia ordenó allanar la quinta “El Campito”. No se encontraron elementos, pero la sospecha es que ese lugar posiblemente haya guardado algunos de los secretos de Tetzlaff. Hoy, la quinta no existe más. El terreno se usó para montar un country.