Hubo ciertos hechos antes, pero el año real en términos de música popular argentina empezó por donde siempre desde 1961: Cosquín. Su 63ª edición, además de destacarse por un maltrato inédito a los trabajadores de prensa, omitió su hecho “colateral” más trascendente, la Caminata por el Agua, la Tierra y la Vida que ocupó con más de 3.000 personas las calles de la ciudad. Atento a sus eternas luces y sombras, empero, el festival señero rindió merecidísimo homenaje en vida a la cantora Nacha Roldán; conjugó lo popular con lo clásico a través del ensamble Falú-Lavandera-Jairo, y centralmente visibilizó un aniversario que terminó siendo “el” suceso cultural, emotivo y musical del año: el cumpleaños número 100 de don Hamlet Lima Quintana, el poeta. Charlas, recitales en su honor y la proyección de un documental alusivo trajeron al presente la acción artística del vate de Morón, que repercutió en estelas de igual tenor durante todo el año. Principalmente durante el día de su natalicio (15 de septiembre), cuando se estrenó en la Argentina la Cantata del Regreso, obra que el poeta había concebido junto a Oscar Cardozo Ocampo en 1999, y que fue recreada esta vez por Juan Iñaki, la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto” y el Coro Nacional de Música Argentina. 

A la altura de Hamlet estuvo también la edición de Canciones para no morir, disco doble musicalizado y versionado por diversos artistas. Entre ellos, Teresa Parodi, Víctor Heredia y Litto Nebbia, quien –dicho sea al paso- festejó sus 75 años con la edición remasterizada del maravilloso Muerte en la Catedral. Otro grande en cumplir un centenario fue Eduardo Falú y a él también se le rindió tributo, aunque tal vez con menos densidad que a Hamlet. Se volvió sobre él en Cosquín, charlas y conciertos mediante, y meses después en el Centro Cultural Borges, donde su sobrino Juan, más Liliana Herrero, Silvia Iriondo, Carlos Moscardini y Carlos Martínez, entre otros y otras, se rindieron a sus pies al evocarlo.

Víctor Heredia (Imagen: Enrique García Medina).

De igual intensidad fueron los homenajes en vida. Al igual que el de Nacha Roldán en Cosquín, tuvieron los suyos León Gieco, Gustavo Santaolalla, Hilda Herrera, Chacho Echenique, Víctor Heredia y Rolando Goldman. Al primus inter pares de la música popular argentina se le rindió tributo en Cañada Rosquín, su tierra, donde, además de pintarle un mural, se danzó por él con músicas suyas, y se cantó por él. Año muy movido el de León, porque también fue protagonista hacia fines de marzo, cuando compartió una noche inolvidable en el Teatro Colón junto al gaitero Carlos Núñez, en el marco del Festival Únicos. Porque dos meses después volvió sobre el seminal De Ushuaia a La Quiaca, junto a Santaolalla como parte del ciclo Discos esenciales de la democracia, llevado a cabo en el Centro Cultural Kirchner. Porque en junio compartió con la artista plástica Laura Kornblihtt la muestra Donde caen los sueños, en el Museo Malvinas. Porque con Ricardo Mollo y –otra vez- con Santaolalla, estrenó “Tu razón de ser”, canción pensando en Conduciendo a Conciencia, causa que, como cada año, tuvo su concierto el 8 de octubre, Día del Estudiante Solidario. Y porque el santafesino de 72 años fue parte también de la evocación de Hamlet, al grabar un tema en su honor: “Séptimo vuelo”, junto a Luis Gurevich, y una versión de “Solo le pido a Dios”, con músicos que cantaron en hebreo y árabe por la paz en Medio Oriente, a propósito del conflicto bélico en la región.

Otro músico histórico que recibió un cálido homenaje en vida fue el “Chacho” Echenique, que a la sazón reflotó el Dúo Salteño con el guitarrista, cantor y compositor rosarino Martín Neri. La gesta empezó en uno de los mejores y más cuidados encuentros musicales que existen en el país: el de Música Popular de Rosario. En su vigésima edición, llevada a cabo en mayo y con otro tributo de alto impacto emotivo como la presentación de la pianista Hilda Herrera, Echenique –de 83 años- recreó gemas de antaño y actuales para beneplácito de un público tan sorprendido como feliz.
En el caso del charanguista Rolando Goldman, el reconocimiento le llegó vía Personalidad Destacada de la Cultura Argentina, lauro que recibió durante un acto en el auditorio de Radio Nacional, con la presencia de Adolfo Pérez Esquivel, mientras que lo de Santaolalla fue mediante un Doctorado Honoris Causa entregado por el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Atlántida Argentina “en reconocimiento a su trabajo y su historia de resistencia desde el arte durante la última dictadura cívico-militar”.

Mercedes Sosa, homenajeada en un gran disco (Imagen: Télam).

Hubo recordatorios también en forma de disco. De lo más significativo en este costal resultó Palabra que anda, cuádruple álbum póstumo de Jorge Marziali, poblado por 44 obras inéditas del músico mendocino fallecido en julio de 2017, grabadas de entrecasa, entre 2003 y 2016. Mercedes Sosa también tuvo su disco tributo, bajo el nombre de Mercedes Florecida. Con la dirección de Gustavo “Popi” Spatocco, músicos y músicas de toda laya recrearon a la “Negra” –que también tuvo su festival en noviembre, en el Centro Cultural Borges- el año en que hubiese cumplido 88. Hugo Díaz, otro héroe del panteón MPA, sonó fuerte al completarse su Antología con el único volumen que faltaba de los cinco: el tres, que incluyó entre sus perlas, un hallazgo: una versión de "La cumparsita" que el padre de Mavi Díaz –gestora de los rescates junto a Germán Dominicé- grabó en 1955.

 

Elipsis festivalera

Cosquín –con todo lo dicho al principio- fue un oasis respecto de la mayoría de los festivales estivales que poco y nada ofrecen, más allá que entretenimiento, previsibilidad y repetición de artistas mainstream . El jugo a las juntadas colectivas hay que extraerlo más bien en otros lados. En peñas como la que trashuma el Dúo Coplanacu por todo el país; en un festival como el No Convencional , que ya va por su tercer capítulo en su búsqueda de músicas que se demarquen de las zonas de confort;  en el Festival Guitarras del Mundo, con 29 años ya haciendo sonar al país en una guitarra –en él se dio otro de los homenajes a Eduardo Falú-; en el Festival de Arte Sonoro Indígena de Misiones, provincia que también provocó otro de los novedosos encuentros del año: el Festival de las Culturas del Norte Grande, encuentro regional de mirada amplia y diversa, con epicentro en el Parque de las Naciones de Oberá, y organizado por otro luchador de mil batallas: Joselo Schuap.

 

La cosa festivalera fue asimismo profusa en la vertiente tanguera. Desde Tango x la Identidad, milonga callejera en defensa de Abuelas de Plaza de Mayo que se llevó a cabo a principios de octubre en Corrientes y Talcahuano, bajo la consigna de “El tango te espera, las abuelas también” hasta el formalito Tango BA, el género refrendó una vez más la épica festivalera que lo identifica desde hace ya un par de décadas. Cumplieron su misión, ordenado en forma cronológica, el de Electrotango; la Milonga Federal; el Festival de Tango del ECuNHi; el de Boedo; el histórico de La Falda; la semana de las milongas; el FA CAFF; el festival porteño de fado y tango; y el señero de la República de la Boca, entre otros. Data extra para destacar requiere en este hilo, el concierto que Susana Rinaldi y Osvaldo Piro dieron juntos en el Teatro Coliseo, el último día de noviembre.

 

Los discos

Los discos de tango también estuvieron a flor de piel en 2023. Pese a la proliferación de singles y la dispersión que generan ellos en el inasible submundo virtual, la insistencia en el viejo y querido formato tuvo su concreción en obras de alto impacto. Entre ellas, Crash , a cargo del grupo SiniestraMi ciudad y mi gente, de otras de las grandes voces femeninas del género (Inés Cuello), al igual que la más experimentada Viviana Scarlassa, cuyo trabajo en vigencia lleva por nombre Contemporánea. Mujer también tenía que ser Julieta Laso para concebir Pata de perra, disco orientado hacia sonidos latinoamericanos, aunque con indisimulable voz de tango.

 

Julieta Laso.

De interés para la secular vida del género resultaron también las publicaciones de Argentinxs, trabajo con que la agrupación Tanghetto festejó sus décadas de existencia con León Gieco, Fito Páez, Peteco Carabajal y Lidia Borda como invitados. De La guerra es afuera, excelente trabajo solista -en vivo- de Alejandro Guyot, al igual que Vozaneón, que no es en vivo pero sí solista, en este caso con Pablo Bernaba como protagonista.
El mismo que reapareció hacia fin de año y con su Quinteto Negro La Boca, para estrenar tal vez el mejor disco tanguero del año: Cicatrices. Prevaleció también una contemporánea guardia de hierro piazzollera que tuvo sus –disímiles- expresiones en Operación Tango (Quinteto Astor Piazzolla); Astor (Quinteto La Grela) y Cantar Piazzolla, por cuenta del cantor Oscar Mangione, fundador del Café Homero junto a Rubén Juárez.

Respecto de todas las ediciones de discos bañados de músicas populares argentinas que no son necesariamente tango, se destacan tres de la vieja guardia. Eiké, concebido por el Chango Spasiuk; Souvenirs Latinoamericanos, fruto del dúo que Raúl Barboza configuró con el contrabajista Daniel Díaz, en favor de milongas, vidalas, zambas, chamarritas y por supuesto, chamamé. Y Retrato de familia, de Teresa Parodi.

Teresa Parodi.

Entre la saga de jóvenes compositores e intérpretes que siguen la huella de los grandes, varios entran en la categoría de destacados. Por caso, Eli Fernández, ganadora del premio Mercedes Sosa por Alas sin Pena, su segundo trabajo solista; el dúo entre Luciana Jury y Milagros Caliva, que dio origen al catártico y bellísimo Material Urgente, de lo mejor del año sin dudas, al igual que Suelto, del cordobés José Luis Aguirre; Hojas y rutas nuevas, horneado al libre albedrío de Quique y Augusto Sinesi -padre e hijo- se ubica en el rubro del alto disco. Al igual que una tríada que unió sendas regiones del país, con renovados bríos: Eucalipto, del mesopotámico Yacaré Manso; Ecléctica, del tucumano Manu Sija; y Patagón, del sureño Ariel Arroyo.

Otro “Dúo” que se las trajo este año fue en realidad un trío, el Dos Más Uno, que integran los hermanos Hugo y Marcelo Dellamea –este también publicó Vida como solista- más Ariel Sánchez. El brazo musical del programa de TV La Peña de Morfi se despachó con el formidable Las canciones más lindas del mundo.

Franco Luciani.

 

Mujeres tenían que ser por su parte, Paola Bernal, para crear Aguas y Flores, trabajo que por precioso la hizo acreedora de un Gardel; Laura Albarracín, por su sólido encare sobre Carlos Guastavino (Guastavino Ahora) y Vero Bellini, directora del grupo de tango China Cruel, quien se latinoamericanizó a través de La canción de las poetas, donde musicalizó poemas de variopintos vates del continente, para dejar a merced de las voces de Mavi Díaz –atención con Malamba, de las Folkies- y Marian Farías Gómez, entre otras experimentadas cantoras. Muy festejadas también resultan las vigencias de los Arbolito, con disco nuevo incluido –En este barco-, y de Franco Luciani, el implacable e imparable armoniquista rosarino, cuya criollísima cosecha anual llevó por nombre Frutos del país.

Postales de historia

Muchos de los destacados en este anuario se han beneficiado por otra de las buenas noticias de 2023, en este caso provocada por el Instituto Nacional de la Música: la Agregadora de Música Argentina, que facilita a los músicos subir sin costo sus canciones a todas las plataformas, y tener un sistema claro para cobrar por las reproducciones. El INAMU llevó a cabo un sinfín de importantes realizaciones, además, como la Casa de la Música que se abrió en Avellaneda para cobijar músicos en situación de vulnerabilidad, y la edición de libros fundamentales para mantener en alto la lucha por el acervo musical, nacional y popular, que ningún recorte podrá cortar.

 

Lujito volver por caso sobre Marcelo Berbel no solo escuchando sus profundas músicas patagónicas, sino leyéndolo a través de El cantar arisco de la Patagonia. Y sobre Hugo Giménez Agüero, que igual trato recibió, Alma sureña mediante. Suma en la saga librera Sebastián Piana en Tinta Roja, trabajo publicado por el nieto del maestro, el baterista “Nacho” Piana, y su mujer nipona y pianista Shino Onaga, bajo el fin de aprender los temas directos del maestro, gracias a la ardua transcripción que encaró la pareja.

Gustavo Santaolalla.

El brazo audiovisual cumplió una función similar en su cuidado por el acervo. Documentales como Salidos de la Salamanca, de Josefina Abalos, preocupado en rastrear los orígenes de la chacarera; Pulsando la vida, obra que rescata el valor –bemoles incluidos- de la cultura cuyana dirigido por Laura Piastrellini; Ricardo Vilca, quebrada, música y silencio, de Javier García; Roberto Goyeneche, las formas de la noche, de su sobrino nieto Marcelo, y Quiero volverme tiempo, merecido homenaje en vida a Víctor Heredia, realizado por Maximiliano González, bajo el propósito de recorrer vida y obra del cantautor, a través de un profuso material de archivo, más entrevistas a artistas como Silvio Rodríguez, León Gieco, Joan Manuel Serrat e Isabel Parra, coadyuvaron con la fuerza de sus relatos, sonidos e imágenes, a mantener viva la memoria en el año en que se les dio por partir al enorme Ramón Ayala, a Chico Novarro, a Martín Paz, a Daniel Toro, a Ricardo Iorio, a Horacio Malvicino, y al gran maestro y guía Marcelo Simón.

Arbolito.