Los más de cinco años transcurridos desde la sanción de la ley de identidad de género no impidieron que en las últimas semanas el periodismo argentino sacara a relucir su transfobia estructural. Esta vez, algo tironeada entre dos puntas: de un lado, lo que se supone que es la corrección política y, del otro, el morbo como combustible del rating, peaje obligado de lo televisable. “Quimey, la conmovedora historia de la maestra trans” fue el “caso” explotado por radio y TV, en un rally al que la propia protagonista –Quimey Ramos, platense, 22 años, profesora de inglés– le redobló la apuesta con información y verborragia. 

El pasado que vuelve

En Canal 9 parten de la frase: “Se hace llamar X pero nació como X”. En A24 la presentan con su identidad anterior y confunden “cambio de sexo” con “cambio de género”. Quimey tuvo que recordar nociones generales de la ley de identidad de género como la obligación de los periodistas de nombrarla de acuerdo a su identidad autopercibida. Hubo un programa del cual le retiraron la invitación mientras trataba de dar estas mismas explicaciones: Morfi de Telefé. “La productora me contactó y me preguntó si podía darles una foto anterior a la transición. Le expliqué con paciencia por qué no se la iba a dar. Al rato me dijo que habían decidido posponer mi entrevista porque había otro invitado más importante”. Sin morbo, no habría nota.

Sí se puede

Las preguntas en torno al mérito de superar dificultades individualmente no faltaron en casi ninguno de los programas. Quimey, paseada por los sets o recibiendo movileros en La Plata, buscó despegarse de la meritocracia, del tono embelesado con el que los presentadores contaban su “derrotero”. “Somos interesantes para los medios mientras hablemos de nuestras vivencias personales o de cuestiones relacionadas estereotípicamente, como las operaciones. Es propio de la época. La vicepresidenta Michetti nunca se construyó como representante de un colectivo de personas con discapacidad. Es más un ‘yo sí pude’, una historia de voluntad”. Una alternativa para que historias como éstas puedan despegarse del abanico que va de lo heroico y lo tétrico a la hora ser narradas puede ser ganar presencia en los medios en primera persona: “tenemos que conseguir que nos contacten para saber nuestras opinión sobre distintos temas, salud -con vistas a desbiologizar la sociedad-, economía, arte. Soy docente y activista independiente, podrían consultarme por muchas cosas. Un ejemplo: con esta movida de la marihuana medicinal, ¿por qué nadie convoca voces trans para hablar de marihuana y hormonas?”

¿Quieren pensar en los niños?

Lo que parecía no cerrarle a la gran mayoría de los presentadores de Canal 13, de TN, a Roberto Pettinato en “La hormiga imperial” (C5N), por nombrar sólo algunos, era que la transición se hubiera hecho durante la cursada y no en vacaciones: “No hubo ‘impacto’. Los chicos lo tomaron con alegría. La pregunta por ‘el impacto en los chicos’ es partir de una óptica patologizante, del trauma”. Una fachada de preocupación sobreactuada por la infancia que oculta los pánicos morales de los adultos. ¿Por qué a nadie se le ocurre pensar en lo que representa Quimey como referencia para las infancias trans o los modos más libres de vivir la identidad de género en los primeros años? “Había armado un vínculo con los chicos todo el año y de pronto al año siguiente volver de otra forma iba a ser más confuso. Tenía más sentido poder presentarme en el momento. Y a juzgar por las respuestas de los chicos, no me equivoqué”. 

Si querés llorar…

El informe de Canal 9 se encargó de remarcar con voz en off el “dolor”, y el momento apoteótico en el que la maestra puedo encontrarse con “su esencia de mujer”, que siempre estuvo allí, pero que no queda muy claro en qué consistiría. “Si realmente todas estas personas pensaran realmente todo aquello en lo que me daban la razón frente a la cámara -repasa Quimey-, si estuvieran conmovidos con la desigualdad que sufrimos las personas trans, eso se tendría que poder ver en los modos en que trabajan. Mariana Fabbiani me entrevistó asintiendo a todo. Si es tan así, ella se podría preguntar cuántas personas trans hay en su programa. ¿Alguna vez hubo alguna maquilladora trans en la historia de Canal13?”

Sensacional

En casi todas las notas la historia de Quimey fue presentada como una primicia. Sin embargo su transición fue el año pasado. Todo empezó hace un mes cuando un periodista de El Día, diario platense denunciador serial del llamado “narcotravestismo”, se contactó con Quimey. Antes hubo que negociar: al periodista le interesaba la historia personal, y ella quería hablar del colectivo TTT como sujeto político. “Le pedí que me garantizara que iba a poder revisar la nota, y así lo hicimos”. Mucho trabajo de ambos para que después se titule “La docente que cambió de sexo”, con una volanta que decía “Profe, ¿por qué viniste vestido de mujer”. Pero si la transición fue hace un año, ¿por qué tanta pantalla ahora? “Fui noticia (tardía) porque cumplo con ciertas características: joven, de clase media, ‘femenina’. Llamé la atención porque me despego de lo que para ellos es una travesti”.

“¡No se te nota!”

¿Siempre te sentiste mujer?, le pregunta la periodista de TN a Quimey. Le elogian la voz “tan femenina” y el cutis. Quimey busca llevar la conversación hacia otros frentes: dice que si una se dedica a la prostitución desde la pubertad, si el mercado sexual es casi el único lugar posible al que quedan recluidas las travestis, “eso te lleva a un montón de cuestiones que van a hacer que difícilmente logres un cutis reluciente”. Sigue Quimey: “La integración de las personas lgbti al capitalismo, aunque paulatina, es un hecho. Hay que disputar cómo es esa integración. La propuesta ‘integradora’ es un embudo que acepta a quienes tienen ciertas características como para pasar por él. Mi voz ‘tan femenina’ es una. Las corporalmente aptas pasan. El resto, seguirá siendo ‘narcotravesti’.”

Veto a Beto

“Las vedettes se han vuelto tan grotescas que parecen transexuales”, lanzó Beto Casella por estos días en su programa en la radio. Un comentario que no se apagó allí sino que fue retomado por Santiago del Moro en Intratables con Quimey en el piso. Del Moro no entendía por qué no se podía considerar como un halago hacia la comunidad trans. “¿Decir que una señora muy operada se parece a una trava qué imaginario genera? Hay una intención de estereotipar, de relacionarnos directamente con intervenciones quirúrgicas”. Y con el original y la copia, con la transexualidad como farsa. El único modo en el que los Del Moro, los Pettinato, los Casella “son capaces de pensar la transexualidad es como el trayecto de un binomio de la M a la F sin más. Por eso preguntan lo que preguntan”.

La verdad del género

Después de minutos, hasta horas, de ver a Quimey televisada se puede pensar en éste como un momento en el que las buenas voluntades se combinan con desinformación y antiguos lastres. La justificación de por qué casi todos dieron a conocer el nombre anterior de Quimey aparece como “un compromiso del periodismo con la verdad”, que toma la forma de una búsqueda de la verdad del género (del otro). “Con ningún periodista tuve un diálogo previo. Salía al aire de sopetón y me encontraba con mucha ignorancia. Una panelista de Mariana Fabbiani de repente empezó a citar a Lohana Berkins. Juro que me sorprendió...”. Rebobinando: Quimey volvió a ver la entrevista en El diario de Mariana desde su casa: “Ahí entendí. Googlié las frases. La columnista había estado citando cosas de Wikipedia que se ve que alcanzó a leer a último minuto como para hacer algún comentario inteligente de una realidad de la cual no tiene idea. Ni le importa demasiado tenerla”.