La segunda vez que Laura Marling tocó en Buenos Aires, fue en abril de 2016. Esa noche subió al escenario de La Trastienda acompañada de su guitarra y apenas abrió el show quedó claro que debajo de la piel traslúcida de esa chica rubia ardía un fuego potente. Si a los 21 había resultado una revelación del folk británico no fue sólo por el tono limpio de su voz, que la acerca a Joni Mitchell. Es también porque sus canciones no se elevan en busca del aplauso sino que indagan en lo profundo: cavan allí donde el alma se dobla, en esa cicatriz que puede doler. Así Marling es capaz de decir “Recordá que sos salvaje/ perseguís la dureza de las rocas/ ¿Nadie te entiende?/ Cambiá lo que esté en tus manos”.

Se crió en una granja de Hampshire, hija de una profesora de música y de un hombre que pertenecía a una dinastía de barones; lxs dos le enseñaron a tocar la guitarra. Se mudó a Londres a los 16, ganó algunos premios y acaba de publicar su sexto álbum: Semper Femina, a los 27 años. El título es una subversión de frase de La Eneida “varium et mutabile semper femina”: “la mujer es siempre voluble y cambiante”. Marling resquebraja esa afirmación milenaria con su voz leve pero también profunda;  de a ratos, oscura como un pozo de niebla. Además, según ha dicho, no busca sólo explorar el universo femenino: desea averiguar qué ocurre cuando los binarismos estallan.

Para escribir estas nueve canciones, ella recupera su interés por artistas tan diversos como Max Ernst, Leonora Carrington o Camille Claudel. También se fascinó con esa anécdota de la madre del poeta Rainer Maria Rilke, que comenzó a vestirlo como una niña cuando su hermana falleció. La psicoanalista Lou Andreas-Salomé tomó este caso y recién iniciado el siglo XX empezó a preguntarse sobre las construcciones en torno a la masculinidad y la feminidad. “Me fasciné por conocer todo sobre Salomé. Además, estas historias me hicieron preguntas sobre cuáles son nuestros deseos. Por ejemplo, por cómo tuve que ‘masculinizarme’ para abrirme paso en la sociedad o cómo mis canciones se consideran lo suficientemente dulces como para ser ‘femeninas’”, comentó Marling.

Frente a tantos nombres sofisticados en los que buscó inspiración, se podría pensar en canciones complejas. Pero no. Estamos hablando de una artista formada en el folk, un género popular que ella exploró especialmente a partir del 2000 junto con sus amigos de Mumford and Sons and Noah and the Whale. Si en discos como I speak because I can, decidió armar una banda para grabar en vivo y emerger con un puñado de temas bellísimos pero urgentes, en Semper Femina hubo un proceso distinto. Marling cuenta que junto a su productor Blake Mills abrió los sonidos lentamente para que el country o el blues dejaran también su huella rítmica. 

En las letras, no siempre queda claro quién dice lo que se dice ni a quién. Así, en “The Valley”, alguien susurra: “Te amo en la mañana/ te amo a lo largo del día/ te amo al atardecer/ si ella pudiera quedarse”. En “Nouel” además hay algún indicio de su búsqueda poética: “Ella dice sus palabras/ que se transforman en metáfora perfecta/ A ella le gusta decir que hace música/ cuando sabe para qué”.

El disco fue grabado por un sello que ella ayudó a crear: More Alarming Records. Incluso dirigió los videos de Semper Femina como “Next time” o “The Valley”, con chicas que se abrazan en la soledad de paisajes ventosos.

De manera paralela, en Internet están los podcasts de su proyecto Reversal of the muse (es decir, el reverso de la musa) donde entrevista a mujeres de la industria discográfica: leyendas como Dolly Parton pero también ingenieras de sonido y productoras. “Es que a lo largo de mi carrera me he cruzado apenas con dos chicas haciendo trabajos que siguen pareciendo patrimonio de varones”, dijo Marling, que lleva Semper Femina tatuado en su muslo, una forma de no olvidar esa zona salvaje de la que todas venimos. 

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