Las obras de Jaques Morelenbaum y Diego Schissi pueden pensarse como dos latitudes, dos culturas musicales que, en busca de complementarse, se atraen mutuamente. También como dos pensamientos que se encuentran en la idea de transversalidad estilística y de riesgo estético, pero sobre todo en la convicción de que, al final de cuentas, cualquier rasgo local logra su plenitud a través de su pulsión hacia lo universal. Hoy a las 21 el violonchelista y el pianista tocarán a dúo en la Sala Caras y Caretas de Sarmiento 2037, y mañana actuarán en Córdoba, en Cocina de Culturas. Desde este cruce avanzarán sobre obras propias y también de otros, de los referentes, entre Antonio Carlos Jobim y Astor Piazzolla. 

“Tenemos muchas similitudes de concepto, pero este encuentro empieza antes, en la pasión que compartimos por la música, o por lo que verdaderamente importa en la música, que es la comunicación. Eso hace muy fácil y natural nuestro encuentro”, dice Morelenbaum mientras Schissi se cambia de silla para esquivar el rayo de sol mañanero que entra por la vidriera de un café porteño. “A Jaques lo escucho desde que tengo uso de razón musical”, interviene Schissi. “Lo escuché con Gismonti, con Jobim, con Caetano, con su Cello Sam3a Trío, y siempre me impresionó su economía de medios, cómo logra grandes resultados poniendo en juego lo esencial. Sigue siendo una gran lección. Ahora se juntan nuestros destinos y tengo la esperanza de que sea el primero de muchos encuentros, porque siento que en esa admiración madura la afinidad estética, artística y hasta ética que siento hacia Jaques y su música”.

Bossa, tango, jazz, son apenas rótulos, indicadores básicos de lo que podría sonar en el encuentro entre Morelenbaum y Schissi. “Cuando surgió la idea de hacer algo con Diego acepté inmediatamente y de manera natural”, explica Morelenbaum. “En viajes anteriores a la Argentina, admiradores de Diego me regalaron sus discos, recomendándomelo con gran entusiasmo. No soy un especialista en música argentina pero conozco bien la música de Piazzolla. Cuando escuché por primera vez a Diego relacioné su música con Piazzolla, no solo por la formación de su quinteto, sino por la claridad del concepto que maneja. No es Piazzolla, sino la continuación de ese camino. Una música con sentido de pertenencia, con colores argentinos, muy bien hecha, inspirada y con sentido universal. Tenían razón quienes me lo recomendaban. Es una música muy interesante, que me atrapó. Tengo sus discos en el auto”, halaga.

El de esta noche en Caras y Caretas será el primer concierto de Morelenbaum y Schissi como dúo. Hubo un acercamiento previo hace algunos días en el Blue Note de Río de Janeiro, en una de las tres noches en las que el Cello Sam3a Trío recibió invitados internacionales. “Hacer música con ellos fue maravilloso, de pronto me encontré tocando entre leyendas de la MPB, esa noche estaba Paulinho Braga en batería”, recuerda con entusiasmo Schissi, y asegura que al lado de Morelenbaum disfruta también de una gran anecdotario “de primera mano” acerca de los mitos de la música brasileña. “Es mucho más sencillo de lo que parece”, agrega Morelenbaum. “Nuestra identificación pasa por la naturalidad que buscamos cuando hacemos música, por pensar en una música sin fronteras pero con personalidad, con rasgos propios. Yo soy brasileño y Diego es argentino, pero nuestras músicas buscan más allá. Y en eso nos parecemos”. “La afinidad con Jaques pasa también por el lado de que ambos somos arregladores, es decir trabajamos sobre la escritura musical y ese rasgo está muy marcado en nuestras músicas, aun cuando dejemos espacios para la improvisación. Mucha música que escribí últimamente es para el quinteto, pero logré adaptarla para dúo. Es un desafío que me gusta, me motiva ver de qué manera la música toma otras dinámicas y pensar en el violoncello de Jaques me entusiasma”, agrega Schissi, que hace unas semanas regresó de una gira europea con su quinteto.

El dúo tocará obras de uno y de otro, arregladas para esta situación, pero también temas de los que no dudan en llamar “maestros”, Jobim y Piazzolla. “Y tal vez alguna sorpresita más”, anticipa Schissi, tras asegurar que en materia de referentes, Piazzolla es un camino inevitable. “Es una referencia que de algún modo también elijo, pero planteándolo como un punto de partida para una continuidad posible”, define. 

Para Morelenbaum, a los 63 años, las referencias están más diluidas y si bien recuerda a su padre director de orquesta y profesor de contrapunto y fuga como su primer maestro, y destaca sus encuentros con Jobim, Gismonti y Caetano, entre tantos músicos importantes, a la hora de nombrar maestros se relaja. “Amo muchas músicas y compositores, pero mis grandes maestros siguen siendo la curiosidad y el tiempo. Siempre me atrajo la posibilidad de conocer todo y en 63 años de vida transito ese camino con una ventaja: hoy accedemos a una inmensa cantidad de información a través de internet, aunque es importante no dejarse llevar por ese vértigo. Somos el resultado de vivencias y la tecnología tiende a acelerarlas, por eso es importante volver sobre las cosas, para aprender más, para profundizar,  tratar de hacerlas mejor. Desde muy joven tuve la conciencia de que sería mejor músico en la medida que frecuentase gente mejor que yo. Ponía discos de Miles Davis y tocaba encima con el violonchelo. Intento seguir dando cada paso con el mismo espíritu”.