San Bernardo del Tuyú, popularmente conocido como "La perla de la Costa", es una de las quince localidades que componen el partido de La Costa, uno de los destinos turísticos más elegidos en todo el país. Allí, la concentración popular de turistas de diversos puntos del país ofrece un reflejo de la actualidad económica que atraviesa Argentina, signada por una inflación que oscilará entre el 25 y el 30 por ciento y que generó una estrepitosa caída en el consumo.

El jueves pasado, el ministro de Producción bonaerense Augusto Costa, que se encarga del Turismo, se reunió con todos los representantes de los destinos turísticos de la provincia para poner sobre la mesa las preocupaciones de la actualidad. Sin importar el signo político ni la oferta de los lugares, que varían entre el mar, las sierras, los ríos y las lagunas, los presentes coincidieron en que los números generales son mucho más bajos que el verano pasado, y plantearon estrategias conjuntas para incrementar las visitas a sus distritos y fomentar la producción local.

En San Bernardo, los alquileres aumentaron en promedio casi un cuarenta por ciento con respecto al verano anterior. "Y debería haber aumentado más, pero los tuvimos que estancar un poco porque si no nadie nos alquila", explica Ariel a este diario. Mientras dialoga con BuenosAires/12 entrega las llaves de una casa que alquiló por 200 mil pesos para seis personas, por una estadía de cuatro días. "La tengo a 40 mil por día, pero debería ser de 54 mil. El tema es que yo necesito trabajar y si manejo ese número, la gente busca uno más barato y listo", señala. 

También trabaja en el mantenimiento de un hotel tres estrellas, que está compuesto por diversos departamentos que cuentan con servicio de cama y desayuno seco. Si dos personas desean pasar la noche allí deben pagar 35 mil pesos. Si son cuatro, son 57 mil pesos por noche. Ariel señala que en ése hotel la ocupación de enero "está cubiera un 77 por ciento, cuando a esta altura, el verano pasado, llegaba al 95 por ciento", mientras que "febrero apenas alcanza el 10 por ciento de ocupación". Hace hincapié en que, durante la temporada actual, "es moneda corriente la cancelación de reservas".

Un elemento común

Hace exactamente un año, el gobernador Axel Kicillof visitaba Claromecó y celebraba el primer hito de la temporada de verano pasada, que rompió todos los récords con una visita total de 17 millones de personas. Doce meses atrás, el gobernador festejaba que Buenos Aires había recibido casi 6 millones de turistas en once días. Las cifras brindadas por el gobierno provincial hablaban de 5.970.000 turistas desde el comienzo de enero, que sólo en la primera semana contó con la presencia de 1.315.000. En diciembre de 2022, además, más de 4.400.000 de visitantes habían visitado los destinos bonaerenses.

En lo que va de la temporada de verano actual el gobierno provincial aún no brindó números oficiales, ya que lo hará el propio Kicillof el 17 de enero en Mar Chiquita, durante la primera conferencia de verano. A pesar de ello, BuenosAires/12 pudo saber que los números de visitantes actuales "son similares comparativamente, pero se estima una temporada menor en general", ya que que enero 2024 arrancó con un fin de semana largo, cosa que el año pasado no ocurrió. Según las estimaciones, en las plazas de mayor poder adquisitivo la temporada marcha bien, pero en aquellas que abarcan otros estratos sociales, "los números son bastante más bajos". Además, hay algo que es transversal para todos los destinos: "el gasto es mucho menor".

Gran parte de los gastos de vacaciones se dan en la arena. De hecho, una histórica postal de las playas bonaerenses son los vendedores y sus carritos coloridos, embanderados y con frases graciosas que gritan cada cuatro pasos. En San Bernardo, tanto la docena de churros como la de bolas de fraile valen 4500 pesos. "Estamos trabajando, pero no como años anteriores. Se nota cuando la gente esquiva al gasto en la playa, prefieren traerse un paquete de galletitas antes que comer aca", explica Facundo, que empuja el carro de los churros. "Se nota más si se compara con la temporada pasada, cuando yo tenía que ir a recargar el carro bastante seguido. Este verano si voy dos veces es mucho", detalla.

Choclos y panchos

El choclo, una delicia que parece creada a propósito para comer a la salida del mar, alcanza los dos mil pesos. El super pancho vale lo mismo y Agustín, que tiene puesta la remera del club Laferrere de La Matanza, lo cuenta así: "Yo tengo suerte porque las familias que pueden almuerzan esto y listo, es más cómodo que volver a tu casa y cocinar. El tema es aquellos vendedores que trabajan otros productos. Se les hace más dificil. Tengo colegas que están hinchados de caminarse toda la playa y vender dos boludeces", dice enojado. "Y qué queres, como para no enojarse, ¿no? La gente labura todo el año y si llegás a un alquiler te tenés que sentir privilegiado", explaya. 

Los licuados vienen en dos medidas. El vaso chico cuesta 2500 pesos, el grande 3 mil. Matías, que lleva el pesado carro con frutillas, bananas, duraznos, peras, manzanas, melones y sandías, es consultado por este diario acerca de la temporada actual y hace silencio. Su respuesta es una cara fruncida, como aquel que le avisa a su compañero de truco que 'no tiene nada'. "Viene re pálido el verano, mucha inversión para poca venta. Hace cuatro años estoy con los licuados, y como el verano anterior no vi nada, estaba todo explotado. Hace mal acostumbrarse al éxito", bromea. 

Sol, que vende agua caliente, también apela a la risa. "Llenar un termo cuesta 500 pesos... decí que el mate es argentino, si no cagué".

Entrar sólo a mirar

Por fuera de la playa, San Bernardo cuenta con una variada oferta comercial. Sobre calle Chiozza, cientos de negocios ofrecen productos relacionados a todos los rubros de venta. Babacar es senegalés, trabaja en Liniers durante el año y abre su local en una galería durante el verano. "No se vende nada", cuenta mientras mueve los brazos a modo de lamento. "Milei dice que no hay plata y parece que es verdad", dice. Él vende relojes, viseras, musculosas, cadenas y aritos. "La gente sólo entra a mirar", lamenta. 

Los baldes de juguetes para la arena rondan, según su tamaño, entre los 10 y 20 mil pesos. Las pelotas de plástico, de la peor calidad, alcanzan los cinco mil pesos. Muchos locales, ante la falta de ventas, pintan sus vidrieras y ofrecen dos por uno en diversos productos. "La gente está, la peatonal se llena, pero todos miran y muy pocos compran", dice Mariel, que vende sahumerios sobre una manta". "Esto es como cuando vas ganando uno a cero y te tirás a defender el resultado. Aquel que pudo alquilar antes de que todo termine de explotar viene a la costa, pero de ahí a comprar algo, salir a comer o darse un gusto es otra cosa", señala Ricardo, que atiende una rockería. 

Gan parte de la oferta gastronómica se encuentra en Avenida San Bernardo. Los precios son variados, pero se observa un denominador común: los lugares no están llenos. Son contados con los dedos de una mano los restaurantes que tienen fila sobre la vereda. Un tenedor libre que incluye parrilla y excluye bebidas y postres ofrece el cubierto a 9500 pesos. La moza del lugar, que viene desde Tucumán para trabajar en temporada, señala el salón, que está lleno en tres cuartas partes, y dice que "así como lo ves hoy, en esta temporada puede catalogarse como un buen día de trabajo". "Es mi primer verano en este lugar, pero los compañeros que están hace mucho dicen que nada que ver el trabajo de ahora con el verano anterior. A veces me estreso un poco y ellos me dicen 'si estabas hace un año te morías'", cuenta.

Sobre la calle Querini, un restaurante lleno ofrece diversas entradas. Una empanada de lomo está 1300 pesos, las rabas a la romana 8600 pesos (9100 con provenzal), una provoleta a 6000 pesos y la tabla de pescados y mariscos a 17 mil pesos. En cuanto a los bichos marinos, ésa es la parte más cara de la carta. La paella individual alcanza los 12 mil pesos. Son 18 mil para dos. La cazuela de mariscos para una pareja cuesta casi 23 mil pesos, mientras que la individual supera los 14 mil. También ofrecen filet de merluza con diversas guarniciones y demás pescados, cuyos precios parten de 7 mil para arriba.

La noche

Avenida San Bernardo, partiendo desde la costanera, contiene toda la oferta la relacionada a la comida. Pero al llegar a la plaza principal, de camino hacia la entrada de ruta 11, aparecen los comercios ligados a la nocturnidad. San Bernardo es uno de los destinos que más jóvenes recibe, y los boliches del lugar ocupan un rol fundamental en el consumo de los turistas. 

En diálogo con un promotor de boliches, BuenosAires/12 alertó un detalle que grafica la falta de ventas. Privilege y San Bernardo Chico, los dos boliches más conocidos del lugar, no abren en simultáneo, sino que se turnan una noche cada uno. "Si no abren los dos es porque no hay gente", advierte el joven tarjetero. Históricamente, éstas discotecas se posaron como el River-Boca de la noche sanbernardense y años atrás, la guerra de promotores invadía cada esquina de la avenida, donde los chicos y las chicas se lanzaban sobre los grupos de turistas para ofrecerles el combo nocturno. 

Si bien hoy en día pertenecen al mismo dueño, en veranos como el anterior abrían sus puertas en paralelo y posaban largas filas en sus ingresos. Al ser manejados por la misma persona, los precios de la bebida es igual para ambos. La entrada pelada, sin consumo en el interior, cuesta 7 mil pesos. La cabida que ofrecen los vendedores a los grandes grupos es una entrada VIP de 12 mil pesos, de los cuales 10 mil son volcados a un fondo común de consumición. En la barra, el agua mineral y el energizante cuestan 2 mil pesos, y las cervezas van de 3500 a 5 mil. Los tragos oscilan entre los 3 mil y los 5 mil, pero los números más grandes se ven en las botellas. Un champagne Barón B alcanza los 40 mil pesos, y el Chandon cuesta 25 mil. El vodka, según la marca, cuesta entre 30 y 40 mil pesos. La botella de whisky de menor calidad sube a 30 mil pesos, y las más caras van de 55 mil a 70 mil.

"Para salir al baile tranquilo y darte los gustos tenés que llevar por lo menos 40 mil pesos", dice a este diario un joven de Capital Federal, que está en la puerta de Privilege con sus amigos. "Durante el día comemos arroz y fideos con agua, nos guardamos todo para la noche", dice entre risas su compañero, que además de hacer hincapié en el alcohol, se anima a describir los datos de un mercado más oculto: "Yo prendo la tele y hay algo de lo que nadie habla. Ahí estuvo la inflación más grande".  Y detalla: "El gramo de marihuana, según la genética, sale entre cinco mil y siete mil pesos, lo cual es una locura."

Un lujo

A la salida de los boliches, los puestos de comida rápida levantan sus persianas y ofrecen diversos combos. Dos hamburguesas con papas fritas por 5 mil pesos, tres super panchos por seis mil. "Yo vivo hace veinticinco años acá. Hubo veranos buenos y malos, pero este pinta feo. Vos pensá que estamos en la primera quincena de enero y hay gente, pero no compran. ¿Qué tenemos que esperar para febrero?", se pregunta Juan, que atiende uno de los locales. "Lo que me pregunto es cuándo cambiaremos la vara del disfrute. No puede ser que alquilar en San Bernardo sea un lujo, y salir a comer un doble lujo. Una persona, con un trabajo, debería dar por descontado que tendrá unas vacaciones dignas. Pero bueno, es esta Argentina", sentencia.