Los intendentes aumentan la asistencia social dentro de sus escuetas posibilidades y esperan la reacción de la Nación, que no aporta nada desde hace 40 días, a pesar del contundente “caputazo” y su consecuencia en los bolsillos de los sectores de menores recursos.

Los diferentes distritos del conurbano empiezan a tomar medidas de contingencia para la crisis social que se profundiza semana a semana, en colaboración con la Provincia y ante la total retirada del gobierno nacional.  

El agravante es que, tras ocho años consecutivos de caída de los ingresos, el margen de los gobiernos locales se redujo drásticamente. En muchos casos, sufren el dilema de la frazada corta, con sueldos de trabajadores municipales rezagados y reservas en plazos fijos que pierden valor cada día frente a la inflación. 

En las próximas semanas, el aumento del transporte público le echará un chorro más de nafta al combo, de por sí bastante inestable. Los dirigentes consultados se debaten entre el impulso por mitigar la tragedia social que se avecina y el de confrontar al Presidente con las consecuencias de sus decisiones.

Por los distritos

“Nosotros vamos a reforzar la asistencia social, dentro de nuestras posibilidades”, explica a Buenos Aires/12 el intendente de Tigre, Julio Zamora. “Pero no nos sobra nada y tampoco podemos hacerlo al costo de descuidar las otras funciones del municipio, como levantar la basura”, agrega, serio.

Zamora confirma que desde el 10 de diciembre no aparece nadie de Desarrollo Social de la Nación, que provincia y municipio están más activos, pero que ni pueden cubrir esa ausencia ni tampoco les corresponde. “El temporal de diciembre acá rompió mucho, muchísimo. Nación no aportó ni una chapa.”

“La cosa está mal, pero recién empieza. Nos preocupa qué vamos a encontrar en marzo, cuando empiecen las clases”, confiesa un miembro del Consejo de Niñez de Quilmes. Allí, el municipio interactúa permanentemente con las organizaciones comunitarias, aun a sabiendas de que eso tiene un límite.

En ese distrito destacan la decisión provincial de mantener activo durante todo el verano el Servicio Alimentario Escolar, dependiente del Ministerio de Desarrollo de la Comunidad, que encabeza Andrés Larroque, con su programa “Mesa bonaerense”.

“Marzo va a ser clave. Ahí vamos a saber cuántos pibes no vienen a clase porque no tienen zapatillas y cuántos tienen deficiencias alimentarias. En la Argentina se mantiene la cultura de que primero comen los chicos, y entonces cuando un pibe viene mal comido, significa que detrás hay padres o abuelos que están en peores condiciones”, explica alguien que atravesó el 2001 y 2002 en un comedor barrial.

"El otro drama va a ser cuando desaparezca del todo la changa, que desde el mes pasado se viene reduciendo, porque el que tiene un mango prevé que el futuro va a ser peor y por eso frena cualquier decisión de inversión como hacer una pieza más o pintar la casa. Entonces los albañiles y los pintores tienen mucho menos laburo", sintetiza.

Los más veteranos ríen amargamente de la comparación de Milei con Menem. Recuerdan que “Menem golpeaba a los trabajadores y a la clase media, pero en los barrios pobres llenaba los ranchos de hidratos, porque entendía que el hambre es un límite. Acá están haciendo exactamente lo contrario. La verdad, no se entiende qué buscan”.

La pregunta que se hacen en los territorios es si la ministra de Capital Humano Sandra Petovello se demora en aprender el manejo de la botonera, y Nación reaparecerá tarde o temprano con sus recursos, o si la ausencia y la indiferencia serán la política social del gobierno de Milei.

Hasta la ministra de Mauricio Macri para esa misma cartera, Carolina Stanley, supo tejer en su momento una buena relación con los movimientos sociales, aspecto vital para la gobernabilidad de las administraciones neoliberales.

Pero, además del drama alimentario, las políticas neoliberales generan en los barrios populares un plus de tensión en las relaciones. Son situaciones donde aflora lo mejor y lo peor de los seres humanos, desde el impulso de organizarse para sobrevivir al de aprovecharse del de al lado.

Históricamente, en esas zonas,  de acuerdo a un código no escrito, las parroquias y las escuelas se respetan. En un barrio del conurbano oeste recientemente se robaron la pileta de lona en torno a la cual funcionaba la colonia de vacaciones que el cura organizaba para los pibes del barrio. Ya fue repuesta, pero es un hecho absolutamente infrecuente, una suerte de luz anaranjada que preanuncia más problemas y más complejos.

En La Matanza, el municipio extendió la ayuda alimentaria, de un universo de 800 comedores a un nuevo total de mil, a través de los cuales asisten a 150 mil familias, ya que la demanda aumentó 30 por ciento durante el último mes. Esas mismas instituciones ofrecen además actividades deportivas y artísticas a niños y adolescentes, que completan el círculo de la contención.

En simultáneo, el intendente Fernando Espinoza convocó a la Mesa del Encuentro de La Matanza. Se trata de un espacio conformado por múltiples sectores del distrito para conformar un ámbito de unidad y diálogo, donde se diagramarán acciones en conjunto, de contención, de acompañamiento y de búsqueda de soluciones, ante las medidas de ajuste del Gobierno nacional.

También los del Pro

La preocupación es generalizada, atraviesa zonas geográficas y también fuerzas políticas. Es el caso de Vicente López, donde el Pro transita su cuarto mandato consecutivo, antes con Jorge Macri, ahora con Soledad Martínez. 

Es el distrito de la provincia con menor índice de necesidades insatisfechas, tanto en porcentaje como en cantidad de gente. Aun así, hay tres barrios donde tienen puesta la mirada: La Flores, Borges y Sívori.

Fuentes allegadas al gobierno local cuentan que en pandemia realizaron un censo exhaustivo para conocer las situaciones de vulnerabilidad existentes e intentar resolverlas. Aunque no habían abandonado del todo esa práctica, durante los últimos dos años realizaron monitoreos esporádicos, pero ahora volvieron al “modo pandemia”, con visitas más frecuentes y más recursos, con la idea de anticiparse y contener.

“Por ahora, podemos”, señala un funcionario visiblemente preocupado. La responsabilidad de gestión es el parteaguas en la posición frente al nuevo gobierno nacional en el partido amarillo. “Los que gestionamos no podemos avalar esto.”