Por Néstor Restivo

Curiosa Argentina: ahora que “volvió al mundo” exporta 30 por ciento menos que cuando estaba “aislada del mundo”. En 2011 llegó a exportar 84 mil millones de dólares, pico del ciclo alcista durante los gobiernos kirchneristas, que arrancó con exportaciones por 30 mil millones en 2003 y fue escalando a esa cima de casi el triple para doblarla y girar a la baja en 2012.

Hoy las exportaciones anuales rondan 57 mil millones. Debe haber muy pocos países que, salvo hecatombe interna o de precios mundiales –no fue el caso desde que asumió Mauricio Macri–, hayan sufrido tal veloz derrape de la forma más genuina de obtener divisas: exportar y tener un saldo comercial positivo; vía que, en cambio, la actual administración transita endeudándose.

Como además del bajón exportador suben las importaciones (a casi 20 por ciento anual, y no porque se observe una industrialización que demande comprar insumos para alimentar ese proceso fabril, sino mayormente por compras de vehículos, productos de consumo o que aquí se fabrican), se produce un rojo comercial que también bate records. 

Mal momento para la crónica enfermedad nacional de su sector externo. Y un escenario de deuda para cubrirlo (también para tapar el otro déficit, el presupuestario) que todos consideran insostenible. Todos, menos el ministro Luis Caputo, sus ex y posibles futuros jefes banqueros extranjeros y el gobierno al que pertenece.

Con Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, el saldo comercial promedio fue de 10 mil millones superavitario, salvo al final cuando se cayó (en 2015 tuvo el único, aunque pequeño, rojo en doce años). Se buscó que las exportaciones fueran el principal recurso de obtención de divisas, aunque desde 2012 bajaron y llegaron al cambio de gobierno en el rango de 57 mil, que no pudo recuperarse.

El gobierno anterior fue consciente del problema. El año de la curva descendente del ciclo (2012) CFK buscó alternativas a los mercados tradicionales. Una, no la más importante pero se cita para ver la doble vara con que todo se mide, fue Angola, y tanto a ella como a su secretario de Comercio, Guillermo Moreno, le llovieron críticas, ignorando u ocultando que ese mismo año viajó al país africano y por el mismo motivo Angela Merkel, la jefa de Gobierno de la poderosa Alemania, a quien tampoco nadie le dice nada por su perpetuación en el gobierno alemán. En esos mismos años viajaron a Angola líderes como Lula Da Silva de Brasil, François Hollande de Francia, Jacob Zuma de Sudáfrica o Li Keqiang, primer ministro de China. Pero claro, aquí lo de Cristina y Moreno se mostró como algo insólito. 

De Macri, en cambio, no se observan, salvo intentar hasta ahora sin éxito acuerdos de libre comercio de corte neoliberal, como el pretendido con la Unión Europea, políticas para torcer el rumbo de un intercambio comercial deficitario. Que tiene otra curiosidad, se da con todos y cada uno de los grandes socios: Brasil, China, Unión Europea y Estados Unidos. Hasta un país que no pasa por su mejor momento económico, ni político–institucional, como Brasil, aun exportándole básicamente productos primarios como Argentina a China, tiene con el país asiático un fuerte superávit.

En el reciente Coloquio de IDEA, el experto en comercio exterior Marcelo Elizondo, en un panel que se llamaba “Subirnos al mundo”. mostró cifras del Ministerio de Producción: si cuando asumió el kirchnerismo había 13 mil empresas argentinas exportadoras, el pico del ciclo llegó a más de 15 mil en 2006, luego se mantuvo pero en tendencia a la baja y llegó a 10 mil al cierre del gobierno de Cristina. Hoy hay, apenas, 5900.

Expertos

¿Qué pasó y qué pasa para explicar el derrumbe exportador? Y sobre todo, ¿cómo puede recuperarse ese indicador, cuyas pérdidas agregan tensión a una balanza de pagos que, de conjunto, proyecta déficits a varios años vista?

Cash consultó a tres expertos. El ex subsecretario de Comercio, Raúl Ochoa, dijo que la caída de las exportaciones “nos retrotrae a cifras pre–crisis mundial 2008-2009. Un 55 por ciento es por pérdida de precios y 45 por ciento, por volumen. El problema es de competitividad. Estamos caros en dólares por el tipo de cambio apreciado, por enfrentar el grave problema inflacionario con deuda externa, aprovechando tasas de interés bajas del mercado financiero mundial. Esto acrecienta la cantidad de dólares y presiona monetariamente la tasa de inflación a la baja. Como el déficit fiscal se reduce gradualmente, el proceso lleva tiempo y así la apreciación de nuestra moneda tiene todavía un largo camino a recorrer”.

El ex secretario de Relaciones Económicas Internacionales, Carlos Bianco cree que “pese a las promesas respecto del incremento exportador a partir de la devaluación de 2016 y la quita de retenciones, los valores siguen en 38.500 millones de dólares en enero–agosto de este año. Hay varias causas. Por un lado, nuestros principales socios crecen menos (el PIB global, de un promedio 8 por ciento en 2004–2007 a 5 por ciento desde 2011), incluidos nuestros principales socios como Brasil, que redujo las compras de autos desde Argentina”. Actual profesor en la Universidad Nacional de Quilmes, agrega: “También influye la caída de precios de las commodities en general y de las argentinas en particular, afectando nuestros términos de intercambio. El precio de la soja cayó 30 por ciento desde su pico en 2012 hasta 2015 y se mantuvo así. En promedio general, los valores de nuestras exportaciones de 2011 a 2016 se redujeron 21 por ciento, y las cantidades, 12 por ciento”.

Guillermo Santa Cruz, experto en Comercio Exterior e integrante del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales, señaló que en el hundimiento del saldo comercial hay “causas externas e internas”. Entre las primeras, coincidió con Bianco en apuntar al precio de la soja. “Además Brasil –agregó–, nuestro principal socio comercial, en aquellos años tenía una economía pujante, pero sus importaciones cayeron en tanto cayeron todos los índices económicos. En suma, las excelentes condiciones que gozábamos desaparecieron. Frente a este complicado frente externo, las medidas del gobierno nacional no promovieron, sino que perjudicaron, las exportaciones. La inflación de costos y el tipo de cambio atrasado nos quitó competitividad. Los permisos para exportar, plazos para liquidar divisas, demoras en la devolución de impuestos, encarecieron el proceso exportador. Se llegaron a prohibir exportaciones de ciertos productos con el argumento de ‘cuidar la mesa de los argentinos’. Hasta hubo una misión que se enteró de que se prohibía exportar carne justo cuando estaba en Rusia negociando ese mercado”.

¿Cómo seguir?

Para Ochoa, que enfatiza los problemas de competitividad, éstos son de tipo “estructural: elevados impuestos, cargas laborales en exceso, transporte 93 por ciento por rutas, ausencia de competencia en algunos sectores y deficiencias en infraestructura, todo lo cual plantea como muy probable déficit comerciales por un extenso período”. Para él, el tema podría resolverse “si se ataca parte de los problemas estructurales y aparecen nuevas fuentes de recursos que sustituyan importaciones y/o aumenten exportaciones, por ejemplo shale petróleo y gas en Vaca Muerte, litio en el NOA y por qué no –antes exportábamos inclusive locomotoras– la fabricación de vagones de carga y de pasajeros, además de energías renovables. Es un proceso largo y requiere de un plan estratégico de desarrollo propio para llevarlo a cabo”.

Bianco considera que otro factor del deterioro es “el proteccionismo que imponen los países desarrollados (limones y biodiesel en Estados Unidos y la Unión Europea, por ejemplo) y el gobierno de Macri, en vez de usar las herramientas que ofrece la Organización Mundial del Comercio (OMC) para la solución de diferencias comerciales entre países, opta por negociaciones bilaterales que a la fecha resultaron un total fracaso, puesto que no se ha podido conseguir el ingreso de nuestros productos a dichos mercados”. Además, “el gobierno de Macri tuvo una política errática en promoción de exportaciones. Entre 2014 y 2015, ante el escenario de caída de las exportaciones, desde la Cancillería y la Fundación Exportar se avanzó en implementar el Programa para el Aumento y la Diversificación de las Exportaciones para incrementar los envíos externos a mediano plazo con planificación de actividades (ferias y misiones) y financiera (créditos del Fondear para proyectos de exportación). Hoy, los conflictos que ha tenido la Cancillería con la nueva Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional resultaron en una brutal caída de las acciones de promoción comercial en el exterior”.

En tanto, Cruz cree que deberán bajar costos para ganar competitividad y “promover la marca país. Se está haciendo, pero lleva tiempo”, señala. Y en especial enfatiza la necesidad de acordar Tratados de Libre Comercio. “El mundo ofrece grandes oportunidades para comercializar nuestros productos, pero la competencia es feroz, y le damos mucha ventaja a nuestros competidores si nosotros pagamos, por ejemplo, aranceles de 15 por ciento y ellos no. Veamos el TLC China–Australia. Si era difícil competir con Australia antes, una vez que entre en plena vigencia no tenemos chances”. Para avanzar en esos acuerdos, Argentina, concluyó, debe “resignar aquellos sectores menos competitivos, pero la respuesta política no es tan simple”. Y también apuntó al sector privado que “no se tiene que quedar de brazos cruzados esperando que el gobierno haga todo. Hay una diferencia muy grande entre que nos vengan a comprar y salir a vender. Tenemos que desarrollar una cultura exportadora”.

Puerta de salida

Exportaciones totales argentinas en millones de dólares

Fuente: Indec.