Argylle: agente secreto - 6 puntos

(Argylle / Estados Unidos-Reino Unido, 2024)

Dirección: Matthew Vaughn

Guion: Jason Fuchs

Duración: 139 minutos

Intérpretes: Henry Cavill, Sam Rockwell, Bryce Dallas Howard, Bryan Cranston, Catherine O'Hara, John Cena y Samuel L. Jackson

Estreno en salas

El cine da para todo. Un gato raza fold escocés es uno de los “protagonistas” de Argylle: agente secreto, el nuevo trabajo del realizador británico Matthew Vaughn, que se ve que sabe bastante de mezclar elementos del cine de espías con la comedia y la acción –tal es la fórmula que aplicó en la trilogía Kingsman y ahora aquí–, pero no de cuidados animales. Dado que el felino pasa gran parte de las dos horas y monedas de metraje en la mochila con forma de cápsula de su dueña, diversas asociaciones animalistas –con una tal “Cats Protection” a la cabeza– aseguraron que "el movimiento en la espalda de una persona es impredecible y la mayoría de las mochilas carecen de ventilación y espacio adecuados para el gato” y que, al no poder esconderse, “puede sentirse expuesto y vulnerable”. 

“Es extremadamente preocupante verlo expuesto a un ambiente tan estresante”, escribieron desde la asociación en la red social X luego de la avant première, a la que el michi fue, obviamente, en la misma mochilita que se ve en los posters promocionales.

La situación es tan inverosímil y absurda que tranquilamente podría formar parte del guion escrito por Jason Fuchs, en tanto propone una película que satiriza los tópicos más habituales de los muy cosmopolitas relatos de espías de traje impecable adosándole una pizca de metadiscursividad, una de las grandes recurrencias del humor contemporáneo. Producida por Apple Original Films y con un presupuesto de 200 millones –cifra similar a la invertida por la empresa de la manzana mordida en Los asesinos de la Luna y Napoleón–, Argylle evidencia su dispositivo entrelazando las situaciones narradas en la saga literaria escrita por la reputada autora Elly Conway (Bryce Dallas Howard) con las que irá viviendo a medida que se materialice lo que imaginó a lo largo de centenares de páginas. Imposible para Elly entender dónde termina la realidad y dónde comienza la ficción, una ausencia de límites a la que Argylle le exprime hasta su última gota.

La primera escena encuentra al espía Argylle (Henry Cavill) en plena acción, luchando y persiguiendo a una villana (cameo de Dua Lipa) por los serpenteantes caminos de una isla griega. Que el muchachote la alcance luego de manejar su jeep por los techos de las casas es sintomático de una película regida por la lógica ilógica de Rápidos y furiosos antes que por el espíritu señorial de las aventuras de James Bond o las misiones imposibles de Ethan Hunt. 

Corte a una librería donde se descubre que esa persecución corresponde al cierre del cuarto libro sobre ese personaje, un best seller que más pronto que tarde tendrá su continuación. Claro que Elly primero tiene que terminarlo. Luego de una devolución un tanto negativa de su madre (Catherine O'Hara), ella hace las valijas –y la mochila para el gato, desde ya– para visitarla. Pero en el viaje en tren las cosas se complican cuando un tipo desaliñado y algo desagradable (Sam Rockwell) se siente frente a ella y, para su sorpresa, le diga que es un espía, que ella está en peligro y que confíe en él. No lo hace, pero cambia de opinión por la sencilla razón de que todos los pasajeros del vagón quieren agujerearla a balazos.

¿Qué ha ocurrido? Parece que sus libros son, en realidad, mucho más que ficción, al punto de que preludian el esqueleto del enfrentamiento entre los espías “buenos” y los “malos”, aquellos que integran una división que aspira a hacerse de un pendrive con información valiosa. No conviene adelantar más acerca de los mil y un periplos que a partir de allí vivirá la dupla. Sí puede decirse que a medida que vayan acumulándose, la película redobla su apuesta por un exceso de múltiples variantes. Si bien espirala hasta más allá de lo recomendable la trillada idea de infiltrados en ambos bandos, a la par va aumentando su desparpajo e inventiva visual y coreográfica, que alcanza su punto máximo en una matanza con “el baile del helicóptero”. Todo culmina, como suele pasar, con las puertas abiertas para una continuación.