Una aserción no menor, que confundió al pueblo argentino y fue aviesamente mal analizada y publicitada, dice desde hace casi dos meses que Javier Milei fue votado por la gran mayoría del pueblo argentino. Lo que no es verdad ni es un error inocente.
El ahora Presidente fue votado por solamente el 40,31% del padrón habilitado para votar, que no es lo mismo. O sea que casi el 60% —esto es: bastante más de la mitad de la población— no lo votó para presidir esta república.
Afirmar y propagandizar lo contrario fue una maniobra —un cuento— mal intencionado y nada inocente.
Lo cierto es que, coordinadamente y aprovechando el desconcierto de la población y el rápido exitismo desatado por cierta barbarie dizque "libertaria" y por la prensa interesada, desde el vamos todos los mentimedios se dedicaron a manipular los guarismos y los porcentajes, esquivando conteos claros y precisos que estaban a la mano pero casi todos los mentimedios ocultaban al afirmar, apresuradamente y mintiendo, que Milei había sido "votado por más del 50% del electorado", lo cual en ningún momento fue cierto.
Y no lo fue porque como candidato recibió exactamente 14.476.462 votos que, aunque no fueron pocos y sirvieron para consagrarlo, la verdad es que representaron sólo la voluntad de ese 40,31% de los 35.912.841 ciudadanos que estuvieron habilitados para votar.
Y no sólo eso: tampoco se informó que en ese balotage solamente votó el 76% del padrón, siendo así uno de los registros más bajos de toda nuestra vida democrática.
Sergio Massa, por su parte, recibió ese domingo de noviembre sólo 11.516.142 votos (el 32,6% del total), mientras que el 1,55% (372.496 votos) fueron en blanco y el 1,62% (390.113) fueron anulados. Ambos guarismos suman más de otro 3% que tampoco fue reconocido, y números estos a los que cuando se les suma algo más del 23% de abstención dejan claro que por lo menos el 58,77% de los votos emitidos no fueron para el candidato Milei.
Tanto fue así que los medios interesados, apenas terminado el comicio, publicitaron apresuradamente y mintiendo, que Milei había sido "votado por más del 50% del electorado", lo cual en ningún momento fue cierto.
En la segunda vuelta (o sea el balotage), de los 35.912.841 ciudadanos habilitados para votar lo hicieron solamente 27.021.600 ciudadanos/as, de los cuales Milei recibió sólo los mencionados 14.476.462 de votos efectivos, o sea poco más de la mitad (el 55,69 % de los votantes efectivos), pero ése NO FUE el porcentaje del padrón. O sea que el triunfo electoral de LLA de ninguna manera equivalió al cacareado porcentaje de votantes.
Al contrario, más bien representó mucho menos de lo que dijeron los mentimedios, que no hablaron de números sino precisamente de porcentajes y –fieles a su comportamiento y estilo– dibujaron así un triunfo que sí fue tal, pero para nada tan contundente.
Por cierto, en la primera vuelta habían votado 27.623.920 ciudadan@s efectivos. Lo que indicaba que entonces no habían votado otros 8.288.921 ciudadanos registrados, a quienes no se tuvo en cuenta —se los ninguneó absolutamente— en los sucesivos resultados dibujados por los mentimedios.
Así las cosas, esta columna entiende que el indudable triunfo de Milei fue electoralmente incuestionable, en efecto, pero ni tan holgado ni tan contundente. Y entiende también que gran parte del pueblo argentino fue engañado y conducido a depresión mediante la grosera manipulación de guarismos a partir de ese domingo de diciembre. No fue casual que se exageró y sobredimensionó la cantidad de votos con el evidente objetivo de que el legítimo triunfo electoral resultara exagerado, ya que el ganador había recibido muchos menos votos que los que se dieron a entender a la población. ¿Con qué objeto? Deprimir a la flamante oposición y atropellar a la democracia con tantas apresuradas y amenazantes decisiones que se tomaron y se siguen tomando.
Por lo tanto, y avanzado el proceso político en medio de chicanas, amenazas y mentiras, corresponde concluir —y que el pueblo argentino lo sepa— que el Sr. Javier Milei no fue votado por "más del 50% del electorado" (aunque sí lo fue por el 40,3% del padrón habilitado para votar) y que por consiguiente una cosa y la otra no son lo mismo. Lo que desde el vamos ayuda a entender la baja calaña y los turbios intereses de gran parte de sus acólitos y chupamedias, y a la vez impone desde ahora mismo a la política la ardua, ciclópea tarea de recomposición de la democracia y de un sistema de partidos —en particular el peronismo, el radicalismo y la izquierda— que necesaria y urgentemente deberán cambiar profundamente. Por supervivencia, pero sobre todo por la Patria.