Durante su indagatoria, Jorge Luis Guarrochena dijo que su acusación en el séptimo juicio que se lleva a cabo en base a los hechos investigados en la causa ESMA está basada en un error. Afirmó que él no es el “Raúl” que el sobreviviente Víctor Basterra fotografió dentro del centro clandestino que funcionó en el Casino de Oficiales de exESMA e indicó que “nunca” estuvo vinculado con “la guerra antisubversiva”. Sin embargo, no convenció a la fiscalía: "Los testimonios sumados a la prueba documental –legajos, principalmente– generan la absoluta convicción de que Guarrochena era el represor de Inteligencia que se hacía llamar Raúl o Encina y que operaba en la ESMA”, concluyó el fiscal Félix Crous al cierre de su alegato, el martes pasado. Para la acusación pública, el Tribunal Oral federal número 5 debe condenar a Guarrochena a prisión perpetua por su coautoría en secuestros, tormentos, homicidios, robo de niñes y delitos sexuales cometidos durante la última dictadura cívico militar.

A excepción de algunos pocos casos, Crous y equipo consideraron probados los hechos por los que Guarrochena llegó a juicio, a fines de junio pasado y lo acusaron como coautor de 70 casos de privaciones ilegítimas de la libertad doblemente agravadas y 380 casos en los que esa privación duró más de un mes, aplicación de tormentos, 191 homicidios, 44 casos de sustracción, retención y ocultamiento de un menor de 10 años, cuatro violaciones, una en grado de tentativa y dos abusos sexuales deshonestos.

Para la Fiscalía quedó probado que Guarrochena “fue un cuadro imbricado en el máximo nivel de conducción y coordinación del aparato de inteligencia de la Armada y formó parte de la oficialidad del Servicio de Inteligencia Naval, se desempeñó como personal de Inteligencia del Grupo de Tareas 3.3, también como enlace de ese centro clandestino con el Batallón de Inteligencia 601 del Ejército”, remarcó el fiscal a cargo de la Unidad Fiscal de Asistencia para causas por Violaciones a los Derechos Humanos durante el Terrorismo de Estado que interviene en los procesos por los delitos cometidos en el ámbito de la ESMA.

“Guarrochena y nuestros criminales de la dictadura han decidido pararse voluntariamente al al margen de la civilización. Es por eso que él, todos los criminales de lesa humanidad, sus reivindicadores y encubridores son enemigos de la humanidad”, concluyó Crous en el fiscal que transmitió el medio comunitario La Retaguardia.

Las pruebas

La mayoría de los casos por los que la Fiscalía decidió pedir condena para Guarrochena ya fueron revisados en tramos previos de la megacausa y por ellos ya han sido condenados decenas de genocidas que participaron de la toma de decisiones, de las órdenes impartidas y de la patota de cacería de la ESMA. No obstante, el equipo representante del Ministerio Público dedicó la primera hora y media de su alegato a describir una veintena de casos que llegaron por primera vez a ser ventilados frente a un tribunal. Entre ellos, hay una decena de niños y niñas que fueron secuestrados junto a sus padres o madres y pasaron horas o días en la ESMA o lugares de detención satélites de ese gran campo de concentración.

Luego, los fiscales se dedicaron a describir con detalle, en base a documentación oficial, el rol de Guarrochena dentro de la Armada y su estructura de espionaje durante el tiempo en el que la fuerza participó de la puesta en práctica del plan sistemático de secuestro, tortura y exterminio de un sector de la sociedad argentina con el objetivo no solo del cese de su participación política sino de su eliminación.

Así, el legajo de Guarrochena, pilar de la acusación, certifica que fue jefe de Secciones 1 y 3 de Contrainteligencia del SIN entre marzo de 1977 y febrero de 1978. Volvió a la estructura de espionaje en abril de 1979, y hasta febrero de 1981 ejecutó tareas en la Jefatura de Inteligencia además de ser delegado en la central de reunión del Batallón de Inteligencia 601 del Ejército y “enlace”. Según su propia explicación, ser “enlace” le valía “recibir y transmitir información clasificada”. En diciembre de 1981 se reintegró a la Jefatura de Inteligencia en calidad de adscripto, jefe de Comunicaciones, de Contrainteligencia y oficial de Inteligencia, hasta finales de la dictadura.

“Desde el Servicio de Inteligencia y la Jefatura de Inteligencia respondió a las órdenes directas de numerosos superiores, todos ellos con una actuación preponderante en la denominada lucha contra la subversión. Por su parte, todos sus superiores, al calificarlo, lo hicieron con las más altas notas”, sostuvo Crous. De hecho, Lencina calificó a efectivos de la fuerza junto a genocidas híper conocidos de la patota de la Armada, como Adolfo Donda y Enrique Yon.

Durante su indagatoria, el acusado reconoció todos esos destinos. También reconoció como propio el alias “Raúl” así como la identidad falsa de “Carlos Alberto Encina”, dos datos con los que tempranamente lo señaló Víctor Basterra, el sobreviviente de la ESMA que aportó una de las pruebas más importantes de la causa: fotos de represores y de víctimas. En un tramo de la indagatoria Guarrochena negó ser el “Raúl” que describieron Basterra y otros sobrevivientes así como haber participado del plan sistemático y haber pasado por la ESMA. “Dijo que si él hubiera estado en la ESMA hubiera tenido más jerarquía que (el genocida Alfredo) Astiz”, reprodujo el fiscal.

El testimonio de Basterra

En 1984, Víctor Basterra se presentó ante la Conadep con las imágenes que había logrado sacar del centro clandestino. Allí, mientras estuvo cautivo, fue obligado a trabajar como fotógrafo, principalmente para la elaboración de documentos falsos. “Esas imágenes son una prueba judicial única que permitió tempranamente ver la cara de los verdugos”, destacó el fiscal, quien recordó que Basterra falleció hace tres años y le dedicó un breve reconocimiento. “Víctor se jugó la vida sacando las fotos de la ESMA en las postrimerías de la dictadura. Nadie está obligado a ser un héroe, pero cuando lo es merece nuestro reconocimiento”, remarcó y concluyó: “Si hay héroes en esta patria, en este tiempo en que esa palabra está bastardeada, ése es Víctor”.

Basterra le sacó dos fotos a Guarrochena: una luciendo un uniforme policial y otra de civil. Cuando aportó esas imágenes a la Justicia, lo describió como “Raúl” cuyo sosias era “Carlos Encina”, alguien que se desempeñaba en Inteligencia y era jefe de Comunicaciones. “Esos datos coinciden plenamente con el legajo del imputado”, advirtió Crous. En base a ese testimonio y al de otros testigos y a los documentos, la fiscalía halló demostrado que “Guarrochena no era para nada ajeno a los crímenes que se cometieron en la ESMA”.