Como casi cualquier historia, una charla con Gene Simmons puede contarse desde el principio o desde el final. Lo seguro es que, ni por un instante, uno de los líderes de KISS se va a olvidar de que lo suyo es un negocio. Y acá llega el final: una última pregunta, a propósito de una supuesta película oficial del grupo titulada You Wanted the Best, You Got the Best, y el músico deja la conversación en standby en busca de birome y papel, para luego preguntar: “¿Cómo dijo que se llama la película?”. Terminada amablemente la nota, hace uso de su forzado español para reprogramar las entrevistas que quedan y tener tiempo de hablar con sus abogados.

Pese a que es conocida la fijación del bajista y cantante por un buen negocio, sus objetivos pueden aún sorprender en la actualidad. Como su más reciente y fallida tentativa de patentar el gesto manual de los cuernitos –propio del universo heavy metal–, tras argüir que fue el primero en hacerlo, durante la gira Hotter than Hell, en 1974. Su espíritu quedará plasmado una vez más en el libro On Power, a editarse el mes próximo, una especie de material de autoayuda inspirado en su propia vida, y en la obra de personajes históricos, como Nicolás Maquiavelo y Winston Churchill, entre otros. “Dónde y cómo uno vive es importante. Lo que uno hace es importante. A quiénes conoce, también. Cómo pasar tus días y tus noches. Escribí el libro para enseñarle a la gente cómo hacer para obtener más dinero y más poder”, adelanta el dios del trueno, de 68 años. 

Simmons debutará hoy en la Argentina en plan solista (a las 21 en el estadio Malvinas Argentinas, Gutenmberg 350), aunque no se trata de la primera vez sin KISS, si se recuerda que en 2012 formó parte del extenso plantel del show “Rock and Roll All Stars”. Llega ahora respaldado por su grupo, un quinteto oriundo de Nashville –”Esta es mi banda, es mucho mejor”, provoca–, con interpretaciones propias del grupo que lo hizo famoso, más material nuevo y versiones de sus principales influencias. “No hace falta ninguna preparación especial para una gira como esta. Les digo a los músicos qué temas vamos a hacer, los aprenden y tocamos. Se siente muy fresco, como algo que casi nunca hice en mi vida. A veces tocamos canciones distintas o zapamos, y ponemos unas escaleras al frente del escenario para poder invitar a gente del público a cantar con nosotros. Vamos a tener algunos invitados, pero no puedo revelar su identidad ahora”, se entusiasma el israelí radicado en Estados Unidos desde los 10 años. 

La más grande novedad musical a su nombre es la edición de un boxset de lujo, bautizado The Vault, una auténtica caja fuerte de 17 kilos que contiene 10 CDs, un muñeco, un libro y una medalla, entre otras curiosidades. Se trata de 150 canciones escritas y ejecutadas por Simmons, con la colaboración de diferentes músicos, incluidos miembros actuales y pasados de KISS. Pero no está a la venta en disquerías ni fuera de Estados Unidos: el propio autor promete llevarla a la casa de cada comprador por la mansa suma de 2 mil dólares. 

Las múltiples caras del entrepeneur incluyen también revistas, restaurantes, y hasta estudios cinematográficos, desde donde acaba de producir la película Armed Response (traducida como El templo), protagonizada por Wesley Snipes. “Por el momento, no estamos girando con KISS. Esta vez, aunque toquemos en espacios más chicos, sin esa gran puesta en escena, lo que van a ver es un show real de rock and roll. Como cuando The Beatles, The Rolling Stones o Led Zeppelin empezaron a tocar y hacían música. Algo real, sin artificios”, se entusiasma.

–Justamente, durante esta gira viene homenajeando a The Beatles con “You’re Going to Lose that Girl”. ¿Fueron una influencia más que musical para usted?

–En lo que a mí respecta, estamos hablando de los mejores compositores del siglo XX. Hay cientos de canciones que fueron versionadas por muchísimas bandas, incluso el primer hit de los Rolling Stones (“I Wanna Be your Man”) fue escrito por Lennon y McCartney. KISS siempre se inspiró en los Beatles, desde el momento en que queríamos que todo el mundo en la banda fuera una estrella, que cada uno tuviera canciones propias en los discos. Siempre quisimos una banda real, no sólo un frontman y un grupo siguiéndolo de atrás.

–Además de que KISS no está girando, hace poco deslizó que tal vez no graben nunca más. ¿Sigue pensando eso?

–Sí hay posibilidades de que grabemos, lo seguro es que no vamos a regalarlo. No quiero estar trabajando todo un año para que cualquiera lo descargue y comparta sin pagar un centavo. KISS no es una ONG ni una obra de caridad, trabajamos duro y queremos que nos paguen. Hoy es fácil grabar un disco desde casa y con ProTools, pero a mí no me gusta cuando las baterías electrónicas reemplazan a los bateristas reales, porque un baterista de verdad puede sentir una parte diferente y hacer algo en consecuencia. Una máquina no está ni cerca.

–Si no sigue grabando, ¿qué va a hacer con KISS?

–No voy a poder seguir tocando en KISS cuando tenga 80. Nada es para siempre, en un punto hay que saber parar. Tengo muchos negocios, restaurantes, películas, revistas, un nuevo libro por salir, una nueva revista... Voy a tener de qué ocuparme.

–Sostuvo durante años que el rock había muerto hace rato. ¿En qué se basa?

–Entre 1958 y 1988 pasaron treinta años. En todo ese tiempo, tuvimos a The Beatles, los Rolling Stones, Jimi Hendrix, AC/DC, incuso nosotros. Muchos amigos, muchas grandes estrellas. ¿Y quiénes son los nuevos Beatles? Nadie. El rock está muerto. Y no porque no haya nuevas o interesantes bandas, es por la falta de una industria discográfica, porque los fans no están pagando por la música. Piense en una casa de ropa: hay que pagar el alquiler, hay que pagarles a los proveedores y a la gente que trabaja. Imagínese abrir la puerta, y que la gente entre y agarre lo que quiera, sin pagar nada. ¿Cree que ese negocio va a funcionar? No tiene chance.

–¿Lo vive como una tragedia?

–Sí. Porque las nuevas bandas no tienen lugar. No tiene nada que ver con nosotros, que ya somos famosos, poderosos y ricos. Pero los nuevos compositores... Es muy triste que no vayan a tener la oportunidad que tuvimos nosotros. ¿Y quién es el malo de la película? El público, que se rehúsa a pagar por la música.