Celeste Cid no le debe nada a nadie. Pinta el Buenos Aires de hoy en viñetas, escribiendo de una forma especialísima su libro en la vida. Entre el cine de Godard, la alta poesía y los bajos fondos está construyendo una estética única. El ojo de Cid se mueve por las arenas pantanosas de los vínculos con la destreza de Silvina Ocampo o Lucrecia Martel, y su forma de escritura poética, aparentemente errante, posee un implacable carácter, único e inasible. Poseedora de las mirada de los niños -y probablemente de la de los pájaros- sus palabras e imágenes se transforman en un viaje que invita a los lectores a jugar en un despertar, que es el de ella misma en el mundo de hoy”, escribe Fito Páez sobre el segundo libro de Celeste Cid Intimidad (Emecé) que acaba de salir a la luz. 

Intimidad es una invitación a explorar poéticamente lo que significa estar en el mundo: el amor, el desamor, los roles de cuidados, el trabajo, la actuación. “Si no le pongo un poco de colores a la realidad, me parece muy ardua toda la crueldad que estamos viviendo. Es mi manera de estar en el mundo, en la que necesito que haya cierta belleza también en las cosas cotidianas”, dice Celeste en entrevista con Las12.

¿Un poco como la mirada de las niñeces, que se sorprenden con un rayo de sol o una mariposa?

--Sí, hay algo de eso, como dice en la primera frase del libro de Louise Glück ‘miramos el mundo una sola vez, en la infancia, el resto es memoria’. Cuando vamos creciendo todo se vuelve como una película un poco más en blanco y negro, poder mirarlo en colores es un ejercicio que también es duro de sostener porque todo el tiempo es estar recibiendo palos. En nuestro país estamos siendo muy golpeados y aunque somos muy resilientes, todo esto es como todo te lleva a querer bajar la guardia, pero para mí hay algo de seguir peleándola y de seguir viendo a la vida con belleza, porque en definitiva las cosas que nos llevamos son los recuerdos. El mundo también va hacia un lugar muy extraño y eso refuerza aun más la idea de que el contacto con el libro impreso, el papel, una flor, el abrazo, es lo que nos sostiene.

¿Cómo es para vos sacar este libro ahora en medio de la crisis editorial?

--Tengo la sensación de mucho agradecimiento. El libro tiene espacios en blanco, no de vagancia, sino como respiraciones que tenía que tener el texto casi como una música. Había algo de búsqueda también, sin quererlo, de aprender a habitar el espacio vacío; necesitaba cada silencio literal y literariamente. Y en ese sentido en la editorial fueran muy respetuosos con esta decisión estética que también es ética dentro del libro.

¿Cómo está siendo la recepción?

--Me van llegando comentarios como ‘tal cosa justo me pasó’ y te empiezan a contar unas anécdotas de cómo un fragmento le pega a una persona. Una no tiene la menor idea cuando está escribiendo eso y es lindo porque es como dar vuelta la cámara.

Claro, porque vos tenías la recepción sobre todo desde la actuación...

--Sí, y esto es totalmente diferente y atravesado por historias personales. Ayer una persona me dijo, sobre una de las páginas que habla sobre la soledad, ‘esta es la historia mía y de mi madre’, porque había tenido un tema con su mamá, que lo había abandonado y yo pensé que aunque yo estaba hablando de otra cosa totalmente distinta, a esa persona la interpeló desde su propia historia.

¿Cómo te han influido los distintos lugares en los que viviste (Lanús Este, San Cristóbal, Colegiales)?

--Cada cosa que una ha atravesado le queda grabada, es como una puesta de cámara, una mirada del mundo a través de la historia de cada uno. Por eso me gusta empezar con esa frase de cómo se ve el mundo en la infancia y que un poco queda para siempre. 

En palabras de Leila Guerriero: “este libro emana una atmósfera perturbadora, inquietante, entre onírica/amorosa y onírica/pesadillesca, un poco davidlyencheana”.

Celes Cid nació en Buenos Aires en 1984. Actriz de profesión, comenzó su carrera a los 12 año. En 2005 editó su primer libro, Hiel, caleidoscopio que reunió textos propios y voces ajenas, fotografías y collages. Tres años más tarde se adentró en el mundo de la dirección: "Limbo" fue su primer cortometraje como directora y guionista. Le hubiera gustado estudiar psicología, “tal vez lo haga”, dice.