Adrián Dárgelos, cantante y compositor de Babasónicos, regresa a la escena literaria con su nuevo libro La voz de nadie, una colección de 25 poemas publicado por Sigilo. El trabajo expande el universo intelectual del músico dentro del arte y posibilita asociaciones que van por fuera de los recursos que utiliza en la composición musical, en nombre de una nueva voz que embellece y se hace preguntas existenciales a través de la poesía.

La voz de nadie es, realidad, la voz de alguien: el nuevo registro de un Dárgelos no tan conocido, la voz que supo representar a una generación fielmente seguidora de Babasónicos y se reencuentra hoy con un poeta constituido, con dos títulos publicados, tras el debut Oferta de sombras en 2019. Y aunque lo cierto es que Dárgelos está acostumbrado al público mainstream, se aventura en este formato que le permite avanzar con nuevas e inexploradas formas de creación artística y, también, con un otro público: el lector.

Dárgelos juega con una línea que traza a modo de separación entre las letras de las canciones y los poemas. Juega con el lenguaje dentro de la poesía como lo hacía en sus temas y expande los límites de su universo una vez más, como también lo hizo con “Benito Scorza”, el nombre que utilizaba para la dirección de los videos musicales de la banda.

Adrián Rodríguez gestó Babasónicos en 1991, pero cuando graba una canción o escribe un poema es Adrián Dárgelos. Este libro, entonces, es lo más cercano a una expresión del camino solista del compositor, quien ya sostuvo en distintas entrevistas que no desea hacer música por fuera de Babasónicos.

Es posible rastrear su interés en la literatura a partir de la admiración que siempre tuvo por los escritores Rodolfo Fogwill y Marcelo Cohen, quien ofició de puente entre Dárgelos y Sigilo, la editorial que publica sus libros, dirigida por Maximiliano Papandrea y Adam Blumenthal.

En una entrevista con la revista digital Hablar de poesía, publicada en 2019, Dárgelos había explicado que entendía la poesía como una “trinchera de la cultura, el punto más vulnerable, más escondido”. En esta línea, el artista siempre ha descrito a la poesía y la literatura en general como una suerte de oda al ocio, un terreno de resistencia contra la productividad.

Su instrumento es la palabra. “Mi temor/ es ponerme/ tenso/ durante la caída. /O darme vuelta/ y mirar lo que dejo atrás./ Los recuerdos quedan de este lado./ Otra página blanca nos espera./ Adivinar las cartas/ a la mano de la muerte / y seguir jugando./ Hasta ella tiene reglas, /¿no lo sabías?”.

En otro de los poemas, Dárgelos retoma la imagen de la caída; lo que se pierde, o se gana en una caída. Es posible aventurar un lazo invisible con la canción de Babasónicos “La lanza”: Si me vas a empujar / no me des por muerto / hasta que me caiga de verdad. “Me gustan esos géneros muertos que definen una lengua particular, en desuso. Una lengua que ya no encontrás en ningún lado. Me gusta el lenguaje de los desposeídos”, contó Dárgelos en una entrevista sobre el uso de la lengua.

¿De dónde proviene la vocación poética de Dárgelos? Sin dudas, del rol que la lectura jugó en su biografía. “Leo porque es el ocio que a mí me gusta -confesó en aquella entrevista con Hablar de poesía-. Leo tanto que ya no me acuerdo, no me acuerdo ni siquiera de los nombres de lo que leí el año pasado. Leo desde los 10 años, pero en mi casa no había biblioteca, conseguir que me compraran un libro era difícil. No me vanaglorio de leer, es una actividad que puede hacer cualquiera que cuente con el tiempo para hacerlo. La lectura es un ocio, el ocio es un tiempo caro porque es improductivo, no genera capital. Compro tiempo para poder gastarlo en lo que quiero”.