Cuando lo tuve delante mío, Raúl “Rolly” Córdoba, representante del Movimiento Raeliano Internacional en la Argentina, se esfumó de mi imaginación la idea de encontrarme con un alter ego de Víctor Maytland, la figura más a mano comparable a Hugh Hefner, el dueño de la legendaria Playboy. Córdoba tiene pinta de galán de telenovela de los ochenta, voz de locutor, uno de sus múltiples oficios, y cierto ánimo jubiloso. Pero de ninguna manera encarna el estereotipo de organizador de fiestas sexuales, el rumor circulante alrededor de los animadores del movimiento fundado por Claude “Raël” Vorilhon en Francia, a fines de 1973, es decir, hace poco más de cincuenta años.

–Por cierto, Raël nombró “sacerdote honorario” a Hefner. Pero él rechazó el título.

Rolly, que también fue camarógrafo de películas triple X, explica que esos nombramientos, así como la voluntad del movimiento de revivir figuras contemporáneas de la historia universal, deben comprenderse como un premio, una forma de homenajear a quienes beneficiaron a la humanidad y perpetuar su legado mediante la clonación, copias fieles del original. Como en los dibujitos animados. Tal vez por eso una de las primeras noticias que surgieron desde Chivilcoy, patria adoptiva del primer delegado argentino de Raël, fue la candidatura de Carlos Gardel a ser clonado a partir de vestigios de su material genético.

En febrero de 2001, Juan José Echeverry, el primer argentino que dedicó sus tiempos muertos a transmitir las enseñanzas del Profeta, atendió a la revista Noticias desde la Perla del Oeste. Y dio detalles de Clonaid, la compañía fundada por Raël en las Bahamas para ofrecer servicios de clonación. Al año, esa novedad alucinante fue portada en todos los diarios: la bióloga y obispo raeliana Brigitte Boisselier aseguró haber realizado la primera clonación humana usando el ADN de la hija fallecida de una pareja desconsolada. La misma pareja que financió el laboratorio que era, según el documental “Raël: El Profeta de los Extraterrestres”, pura escenografía.

Echeverry, oriundo de Marcos Juárez, provincia de Córdoba, vendía enciclopedias a domicilio. Tras una parada en Pergamino, migró a Chivilcoy. A mediados de los ochenta, un amigo le prestó una copia de “Los extraterrestres me llevaron a su planeta” (1975), donde Vorilhon, ya iluminado, habla de su encuentro con un ET la mañana del 13 de diciembre de 1973, mientras estiraba las piernas cerca de un volcán, en la región de Clermont-Ferrand, Francia. Entrevistó al ser por seis días y volcó sus apuntes en “El libro que dice la verdad” (1973). Ellos le advirtieron que viajar a su planeta iba a ser imposible: “La atmósfera te resultará irrespirable”.

Leyendo a Raël, Echeverry notó que nunca había tomado ninguna decisión personal sobre en qué creer. Y que la Iglesia Católica, una fe que había heredado de sus padres, no estaba diciendo una verdad que a él le terminara de cerrar. Descubrir que un periodista francés había sido elegido para anunciar una revelación alienígena que traducía la Biblia a un lenguaje científico, para él más asequible, le permitió comprender que su creciente desencanto con el catolicismo encajaba con una religión atea, que transformara a Dios en un Ingeniero Genético, la Creación en réplicas “a su imagen y semejanza”, las nubes en naves y la Segunda Venida de Cristo, en el regreso de nuestros padres, los Elohim. 

Las grandes religiones, en fin, habían sido creadas por mensajeros como Moisés, Buda y Mahoma, a quienes Raël consideraba colegas, o hermanos, como a Jesús: en su segundo libro completó sus aventuras con los Elohim ya que los ET lo llevaron a conocer el Planeta de los Eternos, donde pudo respirar. Este es el tiempo de Raël, se dijo Echeverry, y desde 1994 trabajó sin pausa para introducir su filosofía en la Argentina. En cinco años, el delegado vendió 50 ejemplares. Parecía lejana la posibilidad de conseguir el aval que le permitiera cobrar el diezmo y gozar de las mismas atribuciones que otras entidades inscriptas en el Registro Nacional de Cultos.

Córdoba y Echeverry, los raelianos argentinos.

El primer intento de establecerse en la Argentina fue en enero de 1988, cuando Vorilhon vino a dar una charla en el Estadio Obras, este cronista hizo con Heriberto Janosch un trabajo de campo. Unas quinientas personas desertaron al conocer el precio de la entrada, entre 20 mil y 25 mil pesos actuales. Un sondeo en la cola mostró un público bien predispuesto. El audiovisual introductorio fue presenciado por mil personas. La mitad se retiró antes de la conferencia de Raël. En la salida entrevistamos a 28 asistentes: 18 salieron descreídos, reclamando pruebas, 5 convencidos de la historia y/o del mensaje y 5 no opinaron. La charla terminó con un debate donde parte del público lo desafió, sin contar el caso del contactista que, metafóricamente, casi lo saca a punta de facón. Raël no contó con la competencia local.

El autor, en 1988, entrevistando a asistentes al Obras de Ra[el.

En enero de 2003 salió "Sí a la clonación humana. La vida eterna gracias a la ciencia”, la tercera obra firmada por Raël. Entonces, el Movimiento alegaba tener 60 mil seguidores en 84 países. El chileno-suizo Gabriel Barra acompañó a Echeverry para el lanzamiento. Ya eran, explicaron, 37 los raelianos argentinos. Y habían anotado a 350 compatriotas interesados en clonarse, trabajo que, a plata de 2003, ascendía a 200 mil dólares per cápita.

Antes de descubrir a la religión raeliana, el chivilcoyano Rolly Córdoba, casado con dos hijos, hacía de todo. Era fotógrafo, músico y transmitía rock desde una radio. Como era bueno cortando el pelo, un amigo le sugirió trabajar en una peluquería. Ahí supo que con cuatro cortes por día zafaba, pero cuando promedió veinte, su vida cambió. Más cuando un cliente, Charly Urricariet, “a quien los Elohim tengan en la Gloria”, le trajo el libro. “Toda mi fe católica se derrumbó. Charly lo consiguió de un policía que espiaba el movimiento. Echeverry necesitaba ayuda y empecé a contestar mails. Ahí me piden que sea el Guía. Me negué, no quería reemplazar a Echeverry, pero me dijeron que no iba a haber problemas y así fue. Una noche miré al cielo y les pregunté a los Elohim si me consideraban apto y una luz cruzó de punta a punta el horizonte. Lo interpreté como una señal”.

Raël bautiza a sus adeptos aplicando sus manos mojadas en la frente y en el cuello. Como nunca lo trató en persona, Córdoba recibió el “Plan de Transmisión Celular” a distancia. Dice que su rol no es convencer sino facilitar información, “que ni siquiera se vende porque está gratis en la web”. Rolly es la voz de Raël en español y, a la vez, la Iglesia Católica lo contrató para locutar una Guía para la Catedral Metropolitana. “En charlas íntimas con católicos digo las cosas como son. Mi adhesión al movimiento no es un fanatismo sino un entendimiento. Es como la matemática. Vos en la matemática no creés, la entendés”.

Encuentra en el reciente estreno de docuserie de Netflix –que no le gustó– algo más que una coincidencia. “Dos periodistas infiltradas dicen que hay mujeres abusadas, pero en 195 países nunca hubo quejas y le hace decir al Profeta cosas que él no piensa”, contesta Rolly. Un movimiento donde sensuales adeptas adultas quieren ser “ángeles sumisos” irrita a quienes creen en el lavado de cerebro, las técnicas de captación y otros clisés antisectarios.

En su ambiente social y familiar Rolly es “el raeliano”. Nunca se sintió discriminado. “Aunque sí rechazado. Para algunos soy ‘el loco’. Pero eso es incomprensión”, sonríe indulgente. Enumera una decena argentinos con membresía en el movimiento. “Hay más curiosidad que compromiso”, se resigna, pero vaya, su reto es promover una religión atea y transhumanista que predica un profeta extraterrestre por parte de padre.

En algunas plazas, Rolly Córdoba ha oficiado “rituales de meditación sensual para transmitir amor y vínculos telepáticos con los Elohim y lograr la armonía con el infinito”. Y en marzo de 2019 logró organizar una charla en El Vitral, el teatro de la calle Reconquista, recordado por su flyer de un ovni volando sobre el Obelisco. Las preguntas apuntaron a la ufología, que no está en el abecé de la filosofía raeliana. “Hubo varios desilusionados, empezando por un grandote que tenía estampada una caricatura de Alf en la remera”, recuerda el escritor Magrio González, que fue a curiosear ese día.

Los raelianos esperaban recibir a los Elohim en 2035 en una embajada con pista de aterrizaje que iba a construirse en Israel. Ante la indiferencia israelí, hoy ofrecen emplazarla en el país que ofrezca una parte de su territorio.

No pocos científicos sociales se han interesado por los raelianos. En 1987, el argentino Sergio Schmucler (1959-2019) se recibió de antropólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México con la tesis “Raël. Mesías del Apocalipsis, profeta tecnocrático”. La socióloga Susan Palmer, observadora del movimiento por catorce años y autora de “Aliens Adored. Raël’s UFO Religion” (2014), cuestionó el sesgo con que Netflix aborda a las minorías religiosas. Sin embargo, la serie le gustó. “Es divertida y muestra el humor de Raël”, consecuentemente más interesado en la publicidad que en la verdad. Para Rolly Córdoba, en cambio, “el Profeta fue un adelantado que nunca, nunca me ha decepcionado”.

El autor es periodista y editor de FactorElBlog.com