El lugar de la concentración era un mal presagio: La esquina de la plaza Alsina, en Avenida Mitre y Sarmiento, de Avellaneda. Allí donde estaba la confitería La Real, dónde mataron a Rosendo García en aquella -según Rodolfo Walsh- nada confusa noche del 13 de mayo de 1966.

La segunda mala espina es que fue en esa misma plaza, donde el 26 de junio del 2002 se concentró la columna del Movimiento de Trabajadores Desocupados cuyo plan era (igual que ahora) cruzar el puente Pueyrredón, el desgraciado día que acabó con el asesinato de Maximiliano Kosteky y Darío Santillán a manos de fuerzas policiales, que no dudaron en gatillar la Itaka 12.70 con perdigones de plomo sobre los jóvenes que estaban en retirada.

Los actores eran los mismos que ahora: de un lado las organizaciones sociales, y del otro, un piquete formado por Policía Federal, la Gendarmería, la división perros, la motorizada y la Prefectura, cortando la avenida Mitre y el acceso al puente.

El servicio meteorológico había pronosticado lluvias y tormentas, pero a las once de la mañana el sol caía como plomo líquido y los convocados golpeaban los tambores y ocupaban la avenida Mitre, aquí, donde queda claro que el famoso “protocolo” es porteño y que en la provincia el derecho a protesta es un derecho. De todos modos fue una mañana donde todo lo malo pudo pasar.

En parte por suerte y en otra parte por sentido común de los marchistas, no se cumplieron los presagios. Y la predicción del tiempo tampoco. Una escaramuza menor, más las siete filas de efectivos policiales pertrechados cómo para ir a la guerra, seis perros y dos carros hidrantes, hicieron que el acto final se realizara allí mismo.

Una nueva reyerta entre unitarios y federales se había resuelto a favor de los unitarios, una vez más, por la fuerza de las armas, metros antes de cruzar el rio.

Cruzar el río fue toda una cuestión innumerables veces, desde San Martin cruzando el Picheuta para reunirse con O'Higgins, hasta Tania la guerrillera, cruzando el río Grande, en Bolivia, donde la encontró la muerte en una bala del ejército boliviano.

El río, este, el que limita la Capital Federal al sur y que intentan que sirva de división mucho más que geográfica, política, fue cruzado por las filas de ATE Capital, hacia la Provincia de Buenos Aires lo que valió una pregunta cuando llegaron a la plaza Alsina.

-Ustedes son de Capital ¿qué hacen acá?

La respuesta no se hizo esperar

-Nos tienen jodidos a los dos lados del río, de todos los ríos. Y todo está en juego. Los movimientos sociales y los frentes barriales no están recibiendo víveres, los trabajadores somos todos trabajadores y nuestro limite es el hambre, ahí no hay distinción entre sindicatos y organizaciones sociales, porque en esta nos jodemos todos parejo. No hay diferencia cuando hay un pibe caminando por la calle con la mirada nublada por el hambre. Esto pasa allá, acá y en todos lados. así que corremos la misma suerte. ¿Van a intentar que ustedes no crucen para allá? Muy bien, entonces venimos nosotros. Veremos cómo nos va, pero juntos defendiendo el estado y las políticas públicas. Todos la sufrimos por igual y el estado tiene que asistir. Hoy cruzamos este río, después cruzaremos otros.

Y se encolumnaron.

El reclamo es al gobierno nacional. Los comedores, los planes trabajar, la atención a enfermos, los aumentos de todo. La densidad no está en el ambiente, está en los ojos de cada mujer que mira, de cada hombre que sostiene una bandera, de cada joven que le da al bombo sin parar y con una fuerza, como si de esos golpes dependieran los destinos de todos. Y quizá sea cierto. Ya pasó antes y nada dice que no volverá a pasar. La tarea ahora es que pase. Que esas marchas de todo el país tuerzan, o mejor dio, enderecen el destino a favor nuestro.

Pero mientras tanto la única columna crece, engorda, de ensancha de vereda a vereda y se estira desde la plaza Alsina hasta la calle Montes de Oca, una cuadra antes del puente Pueyrredón.

Se ve claramente que entre el gobernador Axel Kicillof y Javier Milei no hay comunicación porque el presidente dinamitó los puentes, con la costosa fantasía de que el poder queda al norte del riachuelo, cerca de las carísimas mesas de Puerto Madero. Allá está la Nación Argentina, esa ilusión a la que las provincias le rinden el tributo en pesos fuertes, que el gobierno junta para mandar Dios sabe dónde. Porque ahora sí que se puede saber que el Triángulo de las Bermudas del dinero queda en Balcarce 50. Lo saben lo que en este momento avanzan hacia el rio. Hacia el puente.

Siguen. El plan era marchar hasta el puente Pueyrredón. Son miles y marchan decididos.

En la calle Montes de Oca, una cuadra antes del puente, los esperaban los piquetes policiales. Todos, y la columna avanzó hasta un par de metros antes del límite. El límite era azul, con cascos, escudos, armas, gases, perros, carros hidrantes. Y los encolumnados pararon, midieron, hicieron sonar los tambores.

Entonces el piquete azul de policías avanzó sobre la columna, gaseando con ese nuevo veneno que lastima y la columna retrocedió, pero volvió y los miró de frente.

El encolumnado que mira de cerca al policía, a la noche volverá su casa y seguramente sumará este momento a otros ya vividos y a otros iguales por vivir. Y quizá hasta lo olvide. Él no sabe cómo se ven sus ojos. Él mira, quieto, rudo, firme, atento a las pupilas de su represor, que seguramente no olvidará la mirada del encolumnado que le recuerda que en algún momento, van a cruzar el río.