Se cumplen 48 años del último golpe de estado cívico, militar, eclesiástico en Argentina. En medio de las polémicas, resurgen el negacionismo y el intento de reivindicación de una época nefasta de nuestro país. Por suerte, esta semana un halo de luz iluminó un rato lo que por momentos parece ser una vuelta a la oscuridad: la Cámara Federal de Casación rechazó un pedido de prisión domiciliaria realizado por el represor Bernardo Caballero, recordándonos que según tratados internacionales con rango institucional los condenados por delitos de lesa humanidad no pueden ser indultados, ni recibir amnistías o beneficios.

El máximo tribunal penal, la Cámara Federal de Casación, desestimó el planteo de Bernardo Caballero, un exmilitar de 68 años detenido en 2015 cuando volvía a nuestro país para votar. Caballero integró el área de inteligencia de institutos militares y fue condenado en la causa Campo de Mayo. En este proceso, lo encontraron culpable de delitos como privación ilegítima de la libertad, tormentos, allanamiento ilegal, robo, abuso deshonesto, violación y homicidios. A Caballero se le adjudican 300 víctimas. Lo apodaban el Ángel y era custodio del centro clandestino de detención El campito, que se encontraba en Campo de Mayo, un predio de más de 4000 hectáreas que pertenece al ejército. Durante aquellos años negros fue utilizado para alojar a presos políticos. Solo por este centro clandestino habrían pasado más de 6000 personas y se estima que sobrevivió menos del 1%. Bernardo Caballero le infringió a lxs secuestradxs torturas y crueldades extremadamente espantosas.

El fallo no tuvo gran repercusión mediática. Alejandro Slokar y Ángela Ledesma, jueces de la Sala II, desestimaron el recurso presentado por la defensa de Bernardo Caballero contra la decisión del Tribunal Oral de San Martín que había denegado el arresto domiciliario. La decisión subrayó que una liberación “constituiría un agravio a las víctimas porque las puede exponer a violencias, revictimización e intimidación”. Tampoco puede modificarse o reducirse la condena, ya que si eso ocurriera nuevamente, se allanaría el camino hacia una impunidad que tanto nos ha costado desarticular y que se fue desbaratando durante los últimos 20 años.

Estamos en un momento muy sensible, pasan los años y estas heridas siguen abiertas. Actualmente son hurgadas por voces negacionistas que expresan que los derechos humanos son un curro, que el pasado quedó enterrado cuando murieron Videla y Massera, como si eso aplacara el dolor que producen todas las pérdidas. Como si fuera lo mismo haber muerto de un infarto, que haberlo hecho en un centro clandestino, luego de haber sufrido las torturas más aberrantes que puedan existir. A quienes creen que las muertes ya quedaron en un cajón (cosa que ni siquiera es así porque esos cuerpos no están), les pregunto ¿cómo creen que actuarían si un familiar desapareciera? ¿Qué les pasaría si se enteraran de que una hermana suya fue violada cientos de veces, que dio a luz en cautiverio y que su bebé fue robado? Incluso si la creyeran culpable de haber cometido errores, crímenes o "excesos" (palabras del propio Massera para justificar el accionar militar, repetidas por nuestro presidente): ¿seguirían pensado lo mismo? ¿Cuánta evidencia se necesita para condenar rotundamente lo que sucedió hace 48 años?

Estamos a 40 años de la recuperación del estado de derecho y es eso lo que está en riesgo. La respuesta más humana frente a lo inhumano que fue la dictadura estuvo en manos de las Madres, de las Abuelas, de los organismos de derechos humanos, de los familiares y de otros actores sociales que pusieron en juego el contrato social del Nunca Más. Resulta increíble que hoy eso esté en riesgo y así como también que peligre todo el acceso a derechos conquistados.

A quienes piensan que los DDHH nacieron con el kirchnerismo, lamento informarles que están equivocados. Ellos se apropiaron de un discurso que llevaba más de 20 años y nos pertenece a todxs lxs argentinxs. Condenar la dictadura y exigir que nunca más ocurra algo así no vuelve a nadie peronista, pueden estar tranquilxs.

Les confieso que soy muy escéptica de la justicia, pero este fallo me da esperanzas de que no todo está perdido. Aún queda reconocer a las compañeras trans que estuvieron secuestradas: esa es otra batalla que debemos dar para lograr la verdadera justicia que se merecen ellas, que durante años estuvieron invisibilizadas. Por eso tenemos que seguir insistiendo, tenemos que seguir construyendo memoria, verdad y justicia para que nunca más la muerte y el arrasar con los derechos nos lleve otra vez a una oscura noche.

El golpe del 1976 fue un antes y un después para nuestro país que dejó un saldo de 30 mil personas detenidas y desaparecidas, secuestros, torturas, robo de bebés, presos y presas políticas y sociales, exilio interno y externo y secuelas en el plano político, social económico y cultural de las que hoy todavía esta sociedad está tratando de reponerse. Hoy más que nunca, ¡nunca más!