Desde Barcelona

UNO. No hay pruebas fehacientes de la existencia de Dios (tampoco hay evidencias circunstanciales), pero no hay duda alguna en lo que hace a la incuestionable realidad de la Semana Santa. Ese mix divino de pasión (cristiana) y ardor (turístico). España cree, sí, en el perpetuo procesionar, en arrastrar cruz de maletas y atender a centuriones que arrojan monedas a serviciales nativos. Y no importa que encuestas informen del decrecer de la fe en reino no de los cielos sino por los suelos (solo un 52% comulga/confiesa, cifra más baja de la historia; hay 16.126 curas para 22.947 parroquias y, en los últimos veinte años, caída de vocaciones en un 40%, bodas en iglesia un -83%, bautismos -54% y comuniones -30%. Sólo los políticos que se lavan las manos ensuciando generan menos confianza en los españoles que la impenitente y Santurrona Iglesia. Y la tendencia apunta a que este año el país dejará de ser mayoritariamente católico. Y no importa porque, aún así, hasta los ateos/agnósticos (en los últimos 45 años ascendiendo de un 7,6% a un 44,1%) creen sin dudarlo no en la Última Cena sino de la eternamente y por los siglos de los siglos penúltima cañita con pescaíto frito. Mientras, por la calle pasan los pasos de esos tipos vestidos de fantasma levantando pesadísimas y enjoyadas estatuas: vírgenes y sangrantes y nada impermeables efigies (algunas con añeja pero bien conservada simbología franquista) a las que Padre & Hijo prohibieron adorar (pero lo único que se condenó/retiró por aquí fue "polémico y ofensivo" póster de este año con Nazareno "demasiado sexual y amanerado"). Porque adorarlas es pecado, pecadito, pecaíto frito, y otra vuelta para todos. Y después --espirituosos pero no santos, hablando en lenguas sueltas y pastosas-- no a repartir ostias y sí a darse de hostias...

DOS ...y a llorar devocionalmente y acabar hecho un Cristo. Y si en la Semana Santa de Sevilla se llora cuando no llueve, cuando llueve, los ojos diluvian. Y, sí, este año llovió mucho, más de la cuenta y de las cuentas de un rosario. Y (viéndolos lagrimear en los telediarios; el pronóstico de salidas/no salidas de hermandades hermanado con pronóstico meteorológico o predicciones horoscópicas) Rodríguez se pregunta si, en lugar de sufrir tanto y rasgarse las vestiduras y casi autoflagelarse con saetas, no deberían estar todos como unas pascuas. Rodríguez se dice si todos esos señoritos andaluces no deberían agradecer toda ese agua (borrasca Nelson que más de uno rebautizaría como Judas) descendiendo desde nubes angélicas como a incontestable milagro del Señor teniendo en cuenta que buena parte del país --y en especial esta región-- está siendo azotada por calvario y vía crucis de sequía de plaga bíblica. ¿No deberían estar todos --no solos en esta Madrugá suspendida y más tachada que crucificada-- en éxtasis porque, por fin, luego de tantos meses, caminan bajo y sobre las aguas?

TRES Así que sí: fueron días de mirar mucho para arriba y tratar de no pensar en todo lo que hay más abajo. El abajo --como el pasado-- es cada vez más grande y profundo y ominoso. El abajo es lo terreno, el purgatorio de la Tierra cada vez con mejores/peores vistas no al Más Allá sino al aún Más Abajo de lo infernal. Y no hay día en que Rodríguez no reciba postal de catástrofe que --no mucho tiempo atrás-- sería inequívocamente interpretado como signo evidente del Fin de los Días by Michel "Mala Nueva" Nostradamus.

Ahí, entonces, masacre en auditorio de Moscú o mega-carguero versus puente de Baltimore o Santa Kate de Gales de anunciación y convirtiendo a todos sus inquisidores en devotos adoradores de su ceja enarcada. Y Rodríguez --se le hace inevitable arrimarlo a aquello de la Torre de Babel-- se entera de lo de ese no rascacielos sino rasguñacielos en Arabia Saudi por Norman Foster. Y a ver cuánto demora Lego en legolizarlo y a ver cuál jeque lo tiene más grande. La idea de estos príncipes de la mezquita --se empieza por un Mundial y se sigue hasta el infinito y más allá-- es "crear una Nueva Europa". Y Rodríguez se pregunta si, teniendo en cuenta el estado decrépito de la Desunión Europea, no deberían más bien soñar con las mil y una noches de una Nueva Asia. Y todavía no hay maqueta, pero sí ya se lo imagina con gula y soberbia y lujuria y envidia. Y, claro, se lo acusa de "despropósito urbanístico" y de que promoverá aislamiento y sedentarismo (y The Wall Street Journal hasta pone en duda su financiamiento) y se advierte de que debería aguantar vientos que arrastran preguntas sin respuesta; como la de cuántos esclavos morirán muy verdaderas y pequeñas muertes durante su potente y orgásmica erección. Y Rodríguez no sabe si vivirá para verlo pero sí podría jurar (no en vano) que sus inteligentes y artificiales descendientes invocarán hologramas desde chips craneales mostrándolo arrancado por tormenta de arena o alguna de esas cada vez numerosas más manifestaciones del cambio climático.

CUATRO Después, profecías acerca de próxima y triunfal entrada del Mesías Puigdemont en jerusalémica Catalunyaleluya. Y habituales y cíclicas encíclicas donde pagan justos por pecadores y cobran pecadores en lugar de justos. Y recetas de torrijas y huevos y monas y conejos y (otra de/por el cambio climático) con el cacao por las nubes. Y ahí --hecho un cacao y coronado no de gloria sino de espinas-- Rodríguez se desclava de la pantalla. Y pone al día su carpeta de novedades científico-cósmicas. Y más sobre esa especie de necesidad especial de la especie por prolongar la vida en lugar de cicatrizar lanzazo en el costado de enfermedades de la vida que ya es dura y dura bastante. En cualquier caso, falta menos para que los organismos responsables admitan al envejecimiento como enfermedad y se repartan prodigiosas medicinas a base de metformina (fármaco hasta ahora empleado para la diabetes; y cómo es eso que cada vez hay más remedios que sirven para otra cosa que la que en principio pretendían aliviar) como si fuesen ramos domingueros. En cualquier caso, nada de eso arreglará nada si no se dejan de cometer omnipresentes faltas/traiciones (in)dignas de Judas contra el arca en la que todos navegamos por océano de estrellas. Se avisa ya que el deshielo de los polos está frenando rotación de la Tierra sobre su eje (además del ya detectado de su núcleo) y que pronto afectará a sincronía entre el tiempo astronómico y el de los 450 relojes atómicos del planeta que son la base temporal de internet y sistemas financieros y satélites y... Así, para 2029, los minutos durarán 59 segundos y --según un samaritano crono-especialista-- "esto nunca pasó y plantea gran desafío para garantizar que la infraestructura de cronometraje global muestre la misma hora".

Hasta entonces, se anuncian nuevas y apasionadas películas sobre La Pasión (con Mel Gibson, Terrence Malick y Martin Scorsese predicando tras las cámaras) y Rodríguez se siente cada más cerca de expirar que de expiar a su cada vez menos fiable y más inexacto reloj biológico. Y no puede evitar decirse que si Dios hizo todo en seis días y al séptimo descansó, entonces, todo parece indicar que al octavo día --ese día que es hoy mismo-- se levantó de muy pero muy mal humor y no cantando y silbando eso de "Always look on the bright side of life".

 

Hágase la sombra.