“En vez de pensar en que iba a regresar a mi casa y poder festejar mi cumpleaños 21 con mi novia, pensaba que no iba a volver con vida. Pasaban los días y la adrenalina cada vez se fue apoderando más de mi cuerpo. No sabía cuándo iba a morir pero sí que iba a morir en Malvinas. Sabía que la muerte estaba ahí. Pero ya no había preocupación, sino miedo, aunque iba al frente y no me importaba nada”, relata Luis Escudero, un ex combatiente argentino de la Guerra de Malvinas que estuvo hasta el 14 de junio, día en que se produjo el cese del fuego ante los ingleses.
Escudero nació el 25 de mayo de 1961, en San Luis. Con edad de adolescente viajó a Buenos Aires para hacer la carrera militar en Campo de Mayo. Egresó como cabo de artillería e hizo el curso de paracaidista. Ahí lo destinaron a Córdoba, al Grupo de Artillería Aerotransportado 4. A los 20 años, lo convocaron para defender a la patria, y al tiempo se produjo el desembarco en Malvinas.
“Lo más duro que viví fue cuando mi jefe me designó para que recogiera los muertos y llevarlos a la fosa común. Terrible, terrible, terrible, eso no me lo olvido nunca más. Era recoger a mis hermanos muertos y saber que no iban a volver”, describe crudamente el hombre de 62 años, con un dejo de tristeza en diálogo con Página/12.
Pero antes de convertirse en soldado, el puntano era atleta, y lo sigue siendo. Porque con el paso de los años, Escudero recogió fuerzas y coraje, y logró volver dos veces a las Islas gracias a su pasión por el atletismo. “En 2012 fui a correr una maratón con otros tres veteranos de guerra. En esa oportunidad ganamos la carrera en equipo, y el máximo placer fue ganarles a los ingleses que estaban en los cuarteles. Pero volver después tantos años fue muy duro”, reconoce el maratonista que reside en Córdoba capital junto a Sonia y sus hijos Mariano, Leonardo, Tomás y Vanina.
-¿Cómo estás pasando estos días, ya que se viene un nuevo aniversario para los combatientes de Malvinas?
-Gracias a Dios tengo un cable tierra que es el atletismo, que hace que todo sea mucho más fácil, más llevadero. En estos días especiales es cuando se te vienen recuerdos a la cabeza.
-¿A qué te dedicas?
-Como actividad laboral hago muy poco, pero me dedico más al tema de lo que es la Agrupación Atlética de Malvinas, que fundé el 19 de marzo del 2012, cuando volví por primera vez allí. Ese año fui a correr y a visitar por primera vez a los héroes que descansan en Darwin. Cuando regresé, prometí armar una agrupación para que los héroes luzcan la remera con las Islas, con la idea de homenajearlos todos los años. Desde el 2016 manejo esta asociación civil, en la cual tengo la personalidad jurídica.
-¿Estás en contacto diario con otros ex combatientes?
-Sí. Me dedico a mantenernos en contacto, a convocarlos a los torneos, a entrenar con ellos. Siempre me mantengo ocupado con problemas que puedan surgir, como otorgarles el certificado de la asociación, para que puedan entrar a la pista a entrenar o habilitar un control médico, por ejemplo. Lo nuestro es un club muy humilde, que no tiene nada. Simplemente tenemos la personalidad jurídica. Pero la idea es poder competir a nivel provincial-nacional-internacional en distintos torneos. Ahora tenemos un atleta que está a punto de ser deportista olímpico en París 2024, y si Dios quiere, logrará la marca necesaria este 14 de abril en La Pampa. Se trata de Pedro Luis Gómez, quien correrá los 42 kilómetros en busca del registro que lo habilite para ser representante de nuestro país en los Juegos de Francia.
-¿Existen otros ex soldados que practican también atletismo?
-Lamentablemente no hay veteranos de guerra que quieran correr para distraerse, y hacer algún tipo de actividad física. Yo los he invitado, pero muchos tienen problemas de salud y no quieren venir. Hay mucha gente joven, incluso mi hijo de 40 años. El más viejo soy yo con 62. Cumplo 63 el 25 de mayo.
-¿Qué fecha importante, en el Día de la Patria, para cumplir años para alguien que fue a defender a la patria en Malvinas?
-Si. El cumpleaños que más recuerdo fue cuando cumplí 21, en 1982, estando en Malvinas. Se organizó una formación de soldados, con una misa que en la mitad se interrumpió por bombardearos de aviones ingleses. Entonces, tuvimos que acudir a nuestro refugio. Cuando ya pasó el alerta de los ataques, me acomodé con un amigo, Fabián Luna, a charlar y a hablar de mi cumpleaños y a pensar cuando íbamos a volver a nuestras casas.
-¿Un cumpleaños muy diferente no?
-Sí, muy atípico, porque me encontraba sentado en mi refugio con un fusil en las manos, mirando y hablando, y de repente, aparecen del otro lado del cerro de Sapper Hill dos soldados ingleses que pasaron a 500 metros de altura, pero no nos bombardearon. A partir de ahí, pensé que Dios había decidido que yo no iba a morir en Malvinas, y así fue porque hoy la estoy contando.
-¿Cómo fuiste manejando en tu cabeza el hecho de estar viviendo entre balas y bombarderos?
-Hasta el 1° de mayo vivíamos bien y no pasaba nada. Estábamos parando en una carpa en un camping divertido y lindo. Pero luego del primer bombardeo, y especialmente del segundo que se dio el 8 de mayo, nos dimos cuenta en dónde estábamos y para qué estábamos allí. Así que maduramos de golpe. Yo tenía 20 años y había otros chicos más jóvenes, con 18. Yo siempre digo que en Malvinas maduramos diez años, y empezamos a tomar conciencia de lo que se venía.
-¿Qué se vino después?
-Bombardeos constantes durante todas las noches, que nos llevó a estar con el Rosario en el cuello y rezarle a Dios para todo se terminara rápido. Porque, lamentablemente, no teníamos artillería adecuada para estar al alcance de los ingleses. Contábamos con cañones que alcanzaban los 105 milímetros, que tienen un alcance eficaz de diez kilómetros. En cambio, los inglesas bombardeaban desde 25 kilómetros.
-¿Qué pensabas en ese momento?
-En vez de pensar en que iba a regresar a mi casa y poder festejar mi cumpleaños con mi novia, pensaba que no iba a volver con vida. La adrenalina cada vez se fue apoderando más de nuestro cuerpo, y al final, no me importaba nada. No sabía cuándo iba a morir, pero sí que iba a morir en Malvinas, era lo único en lo que pensaba. Sabía que la muerte estaba ahí. Pero ya no había preocupación, sí miedo, aunque iba al frente sin importarme nada.
-¿En qué parte de las Fuerzas Armadas estabas?
-Era el jefe del pelotón de Comunicaciones Telefónicas del grupo, ya que la comunicación era por cable y no había nada inalámbrico. Entonces, si se cortaba un cable de alguna pieza, debía ir a repararla sin importar si había bombardeos cerca. Era normal que caigan bombas y sentir el picoteo de las esquirlas en mi cuerpo. Teníamos todo calculado, y entre nosotros decíamos esa bomba va a caer en ese árbol, y nos tiramos antes porque era un juego y ya no nos importaba nada.
-¿Cuánto tiempo estuviste en Malvinas?
-Hasta el día que se firmó el cese del fuego. No hubo rendición, sino que se firmó el cese del fuego. Fue el 14 de junio, a media mañana. Las sensaciones era buenas y malas. Feliz porque estábamos vivos, pero tristes porque eran tierras nuestras y no queríamos ver a los ingleses que se movilizara para ocuparlas. Fue muy doloroso, feo y con mucha bronca. Además, con mucho odio al saber que se iba a instalar la bandera inglesa.
-¿Qué fue lo más duro de todo lo que viviste?
-Tras el cese del fuego, nos reunimos en el cementerio civil de los Kelpers, en Puerto Argentino, y mi jefe me designó para que recogiera los muertos y los llevara a la fosa común que había. Eso fue lo más duro que viví, terrible, terrible, terrible; eso no me lo olvido nunca más. El recoger a mis hermanos muertos y saber que no volverían. Hasta el día hoy, hay familias que esperan los regresos de sus hijos que quedaron en Darwin.
-¿Cómo tomaste valentía para volver unos años después a correr maratones?
-Dos veces volví. Sucede que se hacen las olimpiadas todos los años. Primero fui en el 2012 y luego en el 2017. Después de Malvinas, mi cable a tierra fue correr. Si bien yo antes de la guerra corría maratones, luego de la misma me sirvió mucho correr, porque los primeros años fueron muy duros psicológicamente. Entonces, de a poquito fui tomando fuerza y coraje para volver a lo que hacía antes, con la idea también de limpiar de mi cabeza lo que fue la guerra. Así fue como en el 2010 fui a correr las olimpiadas a Mar de Plata, en el 2011 a las de San Juan, y ahí conocí a tres veteranos de guerra: Marcelo Vallejo, Pedro Cáceres y Fernando Marino que hacían los 10 kilómetros, eran fondistas como yo, y me preguntaron si quería ir en el 2012 a correr a Malvinas, cuando se cumplían los 30 años.
-¿Qué les respondiste?
-Sí, me gustó la invitación. Obviamente, tuve que pagarme los gastos porque nadie te pagaba nada. El 18 de marzo de 2012 corrimos la posta y tuvimos la suerte de ganar la carrera. Fue un placer y un homenaje para los héroes que quedaron en las islas, y pudimos cumplir el objetivo. Después, el placer mayor fue ganarles a los ingleses que estaban en los cuarteles. Pero volver después tantos años fue muy duro.
-¿Con qué te encontraste?
-Llegamos el sábado 7 a Puerto Argentino, salimos a correr por Darwin y de repente observé el Sapper Hill y retrocedí 30 años. Ver a todos mis hermanos veteranos que estuvieron ahí en combate en esa posición fue muy duro, se me acalambró el cuerpo, se me durmió todo y me puse a llorar. En ese momento, recibí la contención de mis amigos. Pero fue durísimo y lo veía todo, como si la guerra hubiese sido ayer.
-¿Qué recordabas?
-Los cañones, las caras de mis ex compañeros, los bombardeos, los gritos, la oscuridad, todas esas cosas que lamentablemente padecimos. No quisimos pensar más en eso, y al final nos concentramos para correr al otro día. Pero después de la maratón, al lunes siguiente, fuimos a visitar a los combatientes fallecidos y dedicarles el triunfo, con una remera con las islas en el pecho.
-¿Cuándo volviste por segunda vez fue diferente?
-Sí, fue diferente, aunque volví con cuatro chicos de la agrupación, ya que teníamos la personalidad jurídica. Los chicos se emocionaron mucho y me abrazaron, me acompañaron en todo momento. Los llevé al cementerio, a conocer otra posición de combate, ya que estás obligado a quedarte una semana porque sólo hay un vuelo semanal. El viaje fue muy lindo. No teníamos un peso, hicimos una rifa y vendimos de todo para poder viajar los cinco. Con mi tarjeta de crédito saqué los pasajes en 12 cuotas, para poder estar todos juntos. Por un lado mejor, porque no le debo nada a nadie, y hasta el día de hoy tenemos el récord del circuito.
-¿Cuál es?
-El chico Gómez corrió los 42 kilómetros individual en 2h31m40s. Y en la posta hicimos 2h29m29s. Así que fue una alegría terrible, con unas ganas locas de volver al continente. Si Dios quiere, y estamos con vida, para los 45 años de la guerra, en el 2027, tenemos pensado regresar por tercera vez para correr una nueva maratón. Voy a tener 65 pirulos y esperemos que el cuerpo me lo permita.