Territorio y tiempo. Sobre esos dos mojones de sentido, poniéndolos en valor y al mismo tiempo reconociéndolos como campos de disputa, se constituyó un frente de artistas y trabajadores de la cultura. Vienen trabajando desde hace unos meses en la realización de una serie de manifiestos que tomaron forma audiovisual, y que circularon en las redes como punto de partida para la reflexión y el debate. Lo que hasta ahora fue un intercambio virtual cobró cuerpo el lunes pasado, cuando los  artistas se reunieron en la sala Caras y Caretas invitando al público a ver juntos los seis capítulos que hasta ahora tiene ese manifiesto, y a una mesa redonda en la que, desde distintos lugares, se analizaron las posibilidades de pensar y actuar en un presente cultural, político y social que aparece amenazante.  

Los sociólogos e investigadores Horacio González y María Pía López, la periodista Nora Veiras y la cineasta Mariana Arruti formaron parte de ese panel, que llevó además la guía de Liliana Herrero. A juzgar por la respuesta del público, que llenó completamente la sala, que aplaudió con intensidad cada intervención, y que tomó la palabra en el final, el encuentro se reveló necesario. Debajo del escenario, los hacedores del manifiesto acompañaron el momento: allí estaban las actrices y cantantes que le pusieron voz a los textos –Cristina Banegas, Luisa Kuliok, Carolina Papaleo, Dolores Solá, Rita Cortese–, las realizadoras audiovisuales Gimena Tur y Majo Malvares, Acho Estol, encargado de la grabación y edición de sonido. Junto a ellos, actores y actrices, cantantes, escritores, y referentes de la cultura que también asistieron como público: Teresa Parodi, Daniel Santoro, Coco Blaustein, Luis Zembrani, Gabo Correa, Nora Lafón, Eduardo Jozami, Luis Ziembrowski, entre otros.

La previa fue con otra forma de manifiesto, definido expresamente como tal por Herrero: cantaron y dijeron el Cuchi Leguizamón, con su “Zamba del silbador”, Horacio Salgán y “A fuego lento”, Charly y “Viernes 3 AM”, Mercedes Sosa poniendo voz a “Zamba para no morir”, de Hamlet Lima Quintana. Un último manifiesto llegó, inesperada y tristemente, sobre el final de la noche, cuando  se conoció la noticia de la muerte de Daniel Viglietti. Entonces también sonó, improvisada a capella por Herrero y seguida por un emocionado coro, la “Milonga de andar lejos” y sus versos que hablan de territorio y tiempo, y que lo hacen en tiempo presente: “Yo quiero romper mi mapa, formar el mapa de todos…”. De un modo impensado, aquella letra que entonces hablaba del exilio, llegó para hablar del tema que había estado rondando toda la noche: cómo se rearma un recorrido posible cuando todas las coordenadas existentes hasta el momento parecen haberse volado tras un vendaval. 

“Territorio y tiempo nos llamamos. Dos palabras cuya separación en el modo como aparecen en la escritura solo hablan, paradójicamente de la unión que producen en la conciencia. Dos palabras que nos colocan en medio de una enorme disyuntiva: un territorio siempre se desdobla, desde su lugar más sólido y demarcado, hacia otro que reclama el sueño y la memoria. Hoy el territorio es un tembladeral y el tiempo, una forma del peligro”, se presentaron los creadores de la convocatoria. “Nos une la necesidad de crear espacios de reflexión y de acción. Nos une la urgencia de debatir con todos los grupos culturales y artísticos existentes en el país para aportar a la construcción de un  gran movimiento cultural, sostenido en la extraordinaria memoria de este país, que persiste, por momentos se diluye y luego se prepara para volver”, explicaron. 

“El arte existe para trabar la maquinaria”, se escuchó definir en el primer manifiesto, entre imágenes en blanco y negro y fuera de foco, brumosas. Y también: “El mercado y los medios de comunicación masiva bastardean el pensamiento de la vida popular. Disputemos la vida popular tomando de ella su alegría, su creatividad y su sufrimiento. De otro modo, sus sentires quedarán hablando la lengua del cautiverio mediático. Estamos ante un mundo en incesantes cambios tecnológicos. El arte debe investigar y al mismo tiempo debe cuestionar su dominio sobre la conciencia humana”. Otro de los capítulos proponía “no aceptar sin más la idea de que las cosas son así”: “Si aceptamos esa frase, dejamos que las injusticias y los dolores de un pueblo se reproduzcan eternamente. Lo imposible es un estado de espera, no un obstáculo para realizar tal o cual cosa. Es un compás de espera, un tiempo de espera”, se define. Y finalmente: “Hay que estar al acecho, pero para estar al acecho culturalmente. Tenemos que estar al acecho con las grandes creaciones y tener la lucidez de retomar las grandes líneas culturales y artísticas heredadas. Saber que no es posible sacudirse la memoria de los muertos. Los desaparecidos no están desaparecidos. Están entre nosotros. La realidad se compone de muchos planos. Comprender esa complejidad es la manera de acercarse a la claridad”.

El encuentro todo pareció un intento por pensar un lugar en el que hacer pie en medio de ese tembladeral y ese peligro. Un aquí y ahora y un nosotros. Y también, como se dijo, “un llamado a debatir e intervenir, con energía, audacia y fortaleza”. Tuvo también la particularidad de realizarse en el mismo día en que el presidente lanzó los anuncios que algunos allí consideraron “el verdadero comienzo del macrismo”. “Hoy en la cúpula de Centro Cultural Kirchner, se reunió la cúpula. Y fue la definición de una ordalía. Los empresarios que se reunieron allí, los políticos traidores, los sindicalistas del mismo tipo, se reunieron para destruir el trabajo en nombre de combatir la pobreza”, consideró González. “Somos la primera respuesta a eso que pasó en la cúpula, con la cúpula. Con la memoria de una vida popular no confiscada, con la promesa de reconstitución de los movimientos populares. Esta es la respuesta a los pobres balbuceos de los que tienen el poder total en la Argentina. Nosotros, que no reunimos ese poder, no estamos balbuceando. Estamos manifestando”.